Día 2: Rescate en la Guerra en Ucrania
Contactos por Whatsapp y gestiones sobre la marcha: así organizan los voluntarios la vía de escape de los refugiados
La ayuda humanitaria desborda las ciudades fronterizas de Polonia, donde es imprescindible concertar la llegada para asegurar la recepción de los suministros y el traslado de las familias
Dani Alonso, el 'héroe de Filomena' en silla de ruedas que parte al rescate de ucranianos con su 4x4
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Las gotas de lluvia repican en el parabrisas y anticipan una segunda jornada de carretera encapotada y en calma. Pero en las primeras horas de nuevo rumbo a Polonia (otros 1.300 kilómetros desde Mons, Bélgica) el móvil de Dani Alonso no para de sonar. La mayoría son números desconocidos, coordinadores que gestionan desde Madrid, trabajadores que organizan ‘in situ’ en la frontera con Ucrania , hasta periodistas que quieren contar su historia. La ayuda humanitaria, colmada de voluntarios que marchan por su cuenta y riesgo como Dani ( un fisioterapeuta de 48 años en silla de ruedas ), ha saturado la ruta de escape polaca de los refugiados.
[Día 1: Dani Alonso, el 'heroe de Filomena' en silla de ruedas que parte al rescate de ucranianos]
Los grupos de guasap arden con las indicaciones de adónde ir, con quién hablar y cómo ayudar. «¿Alguien por Przemyśl?», pregunta un integrante al centenar de miembros que componen uno de los muchos grupos de esta red improvisada de ayuda. La respuesta con información es casi instantánea. Dani tampoco para de llamar, cada contacto le deriva a uno nuevo para encontrar la ubicación exacta donde descargar los suministros y recoger a las familias ucranianas. «Según nos vamos acercando al punto de recogida, todo ha cambiado», reconoce frente a su Toyota Land Cruiser , cargado con unos 700 kilos de comida, mantas, artículos de higiene y pienso para animales.
La ayuda masiva ha colapsado los almacenes de las ciudades fronterizas de Polonia y es imprescindible concertar de antemano la llegada para asegurar que los suministros sean recibidos y los refugiados trasladados. «Está empezando a hacerse una bola grandísima y llevo tres horas en el coche intentando gestionar unas cosas con otras», resopla al mediodía Dani, que al mismo tiempo trata de encontrar posibles casas de acogida para la vuelta a Madrid. Aún le separaban unas 10 horas del destino y el ajetreo había comenzado.
Tres casas de Valdemorillo, donde vive en la urbanización Cerro de Alarcón, ya están preparadas para acoger a tres madres con cinco niños
-Pon en el grupo que te manden la ubicación para dejar el material, Rubén esta gestionando nuestra recogida -explica una voluntaria en la primera conversación fructífera del día por el manos libres.
-Queríamos ir a la frontera -apunta Dani.
-Tú pon todo lo que quieras en el grupo, que siempre te contesta alguien -insiste la mujer-, muchísimas gracias, a ver si nos conocemos, ¿eh? Me gustaría mucho.
Los voluntarios desplegados en el terreno aconsejan a los que entran y proporcionan información sobre el estado de ciudades fronterizas como Przemyśl ; de Cracovia , 200 kilómetros más al este, y de la capital, Varsovia . Listas con el perfil y la edad de los refugiados que requieren traslado y normas del Gobierno polaco para regularizar su situación. Una cosa está clara: no es tan sencillo como aparecer en cualquier lugar con cargamentos y buenas intenciones.
-No te recomiendo que vayas a la frontera, si no tienes gente para recoger en la frontera, no vayas -insiste un administrador desde Madrid que casi dedica más horas al voluntariado que a su trabajo.
-¿Por qué?
-Porque la frontera está saturada de ayuda humanitaria. O sea, vas con un camión de ropa y no te lo cogen. Además, el Gobierno de Polonia los lleva [los suministros] a la frontera y después los mete en Ucrania. Entonces los podéis dejar en Varsovia.
Las informaciones a veces son contradictorias, las horas pasan en el todoterreno y los detalles siguen sin concretarse. Muchos interlocutores hablan apresuradamente, asediados por el trabajo y las solicitudes de ayuda. Dani consigue el contacto de María, una mujer ucraniana que vive en España volcada en rescatar a los que escapan de la guerra desatada por Vladimir Putin. María tiene uno de esos listados con nombres de refugiados esperando en distintas localizaciones polacas, la mayoría en Varsovia y un puñado que han perdido un autobús que partía de Cracovia.
-Sé que hay un almacén en Przemyśl, pero se ve que hay mucha cola, mucha gente, muchos buses. Pero es que Varsovia está muy al norte, yo no te diría de ir a Varsovia -opina María.
-¿Mejor a Cracovia? Donde tú me digas, nosotros vamos a hacer 6.000 kilómetros, hacernos 400 más nos da lo mismo -señala Dani.
El plan cambia y los informantes insisten en que los almacenes se llenan, en que los puntos de descarga varían cada día y en que es imprescindible avisar a sus coordinadores para desembarcar sobre seguro. Hay un momento de estrés, de no dar abasto, de tocar muchos palos sin centrar el tiro. Los voluntarios piden también el inventario de los cargamentos, hay objetos más codiciados que otros en función del lugar de destino.
- Medicamentos, productos de higiene, de bebés, ropa térmica, comida… lo que no cogen es ropa normal -enumera el enésimo voluntario español en Polonia, que también advierte que en la frontera se preparan las llegadas con anterioridad.
Hay un nuevo y último giro de timón cuando Elsa, otra compañera del convoy que partió el lunes de Madrid, descubre un contacto dispuesto a recibir material en Mlyny , una aldea polaca a un cuarto de hora en coche del territorio ucraniano. Además del asunto de los suministros, Elsa se ha afanado también en mandar los formularios sobre la marcha a las familias españolas de acogida para asignarles a refugiados. También en encontrar hueco para ocho personas (dos madres, uno de sus cuñados y cinco niños); las familias numerosas son complicadas de ubicar.
Dani también ha buscado hogares durante horas, enviando mensajes y notas de voz. A las tres de la tarde, ya había tres casas de Valdemorillo , donde vive en la urbanización Cerro de Alarcón, preparadas para acoger a tres madres con cinco niños . A las 14.30 horas, Dani recibía un guasap de una concejal del municipio que, además de celebrar su «dedicación desinteresada», compartía el protocolo que deben seguir los refugiados para obtener la documentación necesaria, el reconocimiento médico y la escolarización de los menores. Poco antes, el sargento de la Guardia Civil del ayuntamiento le pedía la identificación de los viajeros, de sus mascotas y de los hogares de Valdemorillo que les abren sus puertas.
«Psicológicamente nos tenemos que preparar para mañana»
-Las personas que recogemos ya vienen con todos los papeles solucionados, con un seguro médico y con posibilidad de poder trabajar -aseguraba Dani.
El segundo día de viaje culmina en Varsovia, tras más de 1.300 kilómetros y 14 horas sobre el asfalto. El convoy se reúne en el alojamiento para descansar. Algunos ya han apalabrado la entrega de suministros y la recogida de personas el miércoles en la propia capital, mientras que otros partirán al amanecer hacia la frontera con Ucrania. «Yo creo que psicológicamente nos tenemos que preparar para mañana», deja escapar Elsa en una de las muchas conversaciones con Dani. El rescate se aproxima.
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