Cocinas del Palacio Real: los secretos de los fogones que dieron de comer a reyes y plebeyos durante siglos

Se utilizaron por última vez en 2013, pero el último jefe de Estado para el que se cocinó fue Manuel Azaña

Las cocinas y menús del Palacio Real, en imágenes

Una de las salas de las cocinas del Palacio Real Ernesto Agudo

María Lozano y Nerea Balinot

Las cocinas del Palacio Real impresionan no solo por su grandeza, sino porque «son diferentes a todo lo demás, es más vida cotidiana», relata a ABC María Dolores Martín, guía de Patrimonio Nacional. Esta parte del palacio está abierta el público desde 2017, pero en los últimos meses se ha convertido en una visita indispensable para chefs y amantes de la gastronomía. «Es la única cocina de un palacio de jefatura de Estado que se ha conservado a lo largo de los siglos con todos los objetos que se empleaban en esa época. Una auténtica joya que antes atraía a turistas, aunque ahora vienen cocineros de cualquier parte del mundo y quedan maravillados», explica la experta.

La cocina está dividida en cuatro grandes salas (la del Ramillete del Rey, la Antecocina, la Cocina de Estado y el Cava) y cada una tenía un papel fundamental en la elaboración de los platos . No obstante no siempre estuvieron distribuidas de la misma forma.

La distribución tal como la conocemos ahora se da a partir del reinado de Isabel II , ya que antiguamente el espacio se destinaba únicamente a la preparación de los alimentos para el personal, pero todo cambió tras la Guerra de la Independencia Española. «Hasta el siglo XIX palacio tenía que dar de comer a todo el personal que trabajaba aquí, pero después de la Guerra de Independencia y la gran crisis económica la norma se eliminó por suponer un gasto demasiado grande», asegura Martín.

La nevera de las cocinas del Palacio Real, primera en Madrid Ernesto Agudo

Azaña, el último

Las cocinas se utilizaron por última vez en 2013 , aunque el último jefe de Estado para el que se cocinó fue Manuel Azaña , presidente de la Segunda República. Por esta razón se encuentran allí avances tecnológicos de hace siglos como la primera nevera de Madrid o la cocina prusiana.

La mayoría de las innovaciones se trajeron de Francia. «Antiguamente las grandes exposiciones universales no eran parques temáticos como podemos considerar hoy, sino que eran la muestra de los grandes avances tecnológicos. En la de París de 1878, que estaba dedicada a la agricultura y a la industria, es cuando aparecen los avances que vemos aquí», apunta la guía.

Entre los aparatos más novedosos destacan dos calientaplatos , lo más parecido a un microondas en la actualidad, que vienen de una manufactura catalana y datan de la época de Alfonso XII. Y es que « el Palacio Real funcionaba como una ciudad y cuando los sirvientes subían los platos en bandejas tenían que indicar que era comida del Rey para que se dejara espacio y dieran prioridad», indica Martín. En las cocinas trabajaban más de un centenar de personas y no se les exigía titulación, sino aprendizaje. Tal como explica la guía, «se entraba desde muy pequeño y se llegaba a lo más alto porque no había grandes escuelas de cocina como en la actualidad».

Barril de Mahou de 110 años en la sala Cava del Palacio Real Ernesto Agudo

A salvo de los roedores

Muchos pequeños detalles, como las heladeras, fiambreras o bandejas para escurrir espárragos, marcan la visita a las cocinas. «Es como una recreación de lo que conocemos en la actualidad, por eso es tan curioso», afirma Martín. Apenas visibles, en todas las puertas se encuentran las gateras , «el raticida ecológico más importante para mantener a salvo de roedores las cocinas», bromea la guía.

Finalmente, en la sala Cava se almacenaban encorchaban y descorchaban las bebidas y hoy en día también se encuentran en la sala los vinos y el menú de la boda de los Reyes Felipe VI y Letizia . Además, entre estas cuatro paredes se encuentra un barril de Mahou de 110 años «la primera cerveza institucionalizada a nivel general».

Las cocinas se visitan siempre en grupo y el recorrido es guiado y accesible para todo el mundo. «Patrimonio Nacional puso todo su interés en habilitar un acceso. Una ventana se convirtió en una puerta y se bajó el ascensor hasta el sótano», concluye.

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