Cobo Calleja, el «Chinatown» madrileño, ciudad fantasma por el Covid-19

En el polígono de Fuenlabrada, en su mayoría de negocios chinos, impera el silencio tras el cierre de todas las tiendas

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Las tiendas asiáticas de Cobo Calleja, cerradas, ayer, por la pandemia del Covid-19 José Ramón Ladra

Carlota Barcala

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En Cobo Calleja impera el silencio impuesto por el coronavirus. Algunos locales han bajado las persianas metálicas de sus tiendas; otros cubren sus ventanas con carteles para que no se vea qué hay tras el escaparate. Es la ciudad fantasma de Madrid , más desértica incluso si cabe que el resto de calles de la región. El polígono de Fuenlabrada , dominado por las tiendas textiles y restaurantes asiáticos, está cerrado a cal y canto. Incluso las tres farmacias que hay han decidido cumplir la forzosa reclusión, a pesar de poder abrir.

El ruido lo rompen los golpes de empresa mecánica , una de las pocas regentadas por españoles. «Nunca habíamos visto las calles así, esto parece un espejismo, algo totalmente insólito», explica el dueño de este taller especializado en fabricar piezas para coches y furgonetas. Asegura que las tiendas empezaron a cerrar cuando la Comunidad de Madrid decretó la clausura de todos los establecimientos, exceptuando las farmacias y comercios de alimentación, el 13 de febrero, y algunas incluso lo hicieron antes; las más rezagadas, se unieron en cuanto Pedro Sánchez impuso el estado de alarma .

Uno de los carteles en una tienda de Cobo Calleja José Ramón Ladra

La afirmación del hombre la corroboran todos los carteles que hay pegados en las puertas de los negocios. A algunos no les hizo falta que las autoridades políticas se lo impusieran: «Por prevención de nuestra familia y nuestros clientes decidimos de forma voluntaria cerrar a partir del 10 de marzo», se puede leer ante un restaurante. Los folios se suceden por las calles, tienda tras tienda: «Para evitar el coronavirus cerramos a partir del día 12 de marzo». «Ánimo, Madrid. Mascarillas, no salir, lavar las manos », recomienda otro de los avisos instalado, en este caso, en un buzón. Eso sí, todos los carteles tienen un denominador común, además de advertir sobre el Covid-19: escriben sus números de teléfonos e indican que se pueden seguir realizando los pedidos a través de WhatsApp.

La única que se diferencia de las anteriores es la tienda de moda Mey Lion. «Nos trasladamos temporalmente. Trabajamos en calle de Astorga, 5», indica su cartel, con una flecha que señala el camino hasta el almacén . Frente a las puertas de este, dos ciudadanos asiáticos se sientan en el bordillo de la acera, pero escapan en cuanto ven que alguien se acerca. Es entonces cuando se encierran tras la verja verde, a través de la que se escuchan más voces. Ninguno quiere hacer declaraciones.

Libo sí puede tener su despacho de asesoría jurídica abierto. «No damos a basto esta temporada», dice en la puerta del establecimiento, saturado por las dudas sobre impuestos y pagos que le realizan los comerciantes a los que representa. «Se supone que hay que presentar los impuestos entre el 1 de abril y el 20, aunque los comercios estén cerrados », continúa el trabajador: «Y la declaración de la renta». Su opinión sobre las medidas contra la pandemia adoptadas en España es negativa. Afirma que las tiendas tendrían que haber cerrado «cuando se empezaron a extender los casos en China ». «Y la frontera también. No estaríamos así», zanja, tajante.

Libo, abogado asiático en Cobo Calleja José Ramón Ladra

Su opinión es compartida por otro compatriota, los dos únicos que se dejan ver en Cobo Calleja , dueño de una tienda de fruto secos, cerrada. Indica que está en el polígono para comprobar una avería de luz en el local. «Pedro Sánchez debería pedir ayuda a las autoridades chinas, no sería ninguna vergüenza, porque ellas sí saben gestionar esto», opina el dueño de «Three squirrels». Según él, España tardará más en salir de la crisis que China, porque las medidas son «insuficientes». «Allí si salías, aunque fuese con motivo justificado, te hacían controles de temperatura . Aquí no pasa nada de eso», critica el hombre, que aplaude a la gente que se aisló sin pedirlo. Solo hay una cosa que le preocupa: «No sé cómo podré mantener a mi familia esta temporada, aunque lo mejor es que no volvamos a abrir hasta que se acabe toda la pandemia»

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