Calma tensa por el coronavirus: «Hay restaurantes chinos que cierran por seguridad»

La comunidad asiática en la región vive con normalidad y ciertas precauciones la epidemia de la neumonía de Wuhan

Algunos de los locales chinos cerrados, en el polígono de Cobo Calleja MAYA BALANYA

Cris de Quiroga

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El año de la rata, el primero de los doce animales del horóscopo chino, prometía suerte y prosperidad. Pero el comienzo, el pasado 25 de enero, del 4718 y de una nueva era se ha torcido tras el estallido del coronavirus en el gigante asiático, que ya se ha cobrado más de 560 vidas y 28.000 infectados. Mientras tanto, a miles de kilómetros de distancia de la provincia de Wuhan, los ciudadanos chinos que residen en Madrid mantienen, por el momento, la calma.

En el mayor bazar chino de la capital, el polígono de Cobo Calleja , dentro del municipio de Fuenlabrada, reina la serenidad. Los empleados de la hilera de negocios (de moda, telefonía, estética y un largo etcétera), siempre reservados, aseguran que todo marcha como de costumbre. «Este mes siempre es flojo», explica un trabajador chino del sector textil, que insiste en que «aquí no hay miedo». Ni él ni sus compañeros portan mascarillas, aunque reconoce que muchas se compran para enviarlas a su país , donde «necesitan las mascarillas N95, de buena calidad», esto es, el dispositivo de protección recomendado por los expertos, que filtra el 95 por ciento de las partículas del aire.

«Creo que tienen un poco de miedo», opina otro dependiente sobre sus compatriotas de la región. «Los restaurantes cierran por seguridad; uno cerró ayer» , asegura este joven, mientras señala un establecimiento, a pocos metros de la tienda de moda donde trabaja, que se oculta tras las persianas metálicas. Otros tres, bien puede ser por el mismo motivo —un cartel ilegible quizá lo explica—, también están cerrados. Pero la psicosis no ha contagiado a toda la zona y, en la misma calle, un local sigue sirviendo comida asiática. «Estamos muy preocupados por el coronavirus», bromea un cliente español, mientras se sirve una buena porción de verduras en su bandeja. En una farmacia cercana atendida por tres mujeres chinas, en la calle de Manuel Cobo Calleja —una de las arterias del polígono—, ofrecen las codiciadas mascarillas. No obstante, dicen, en un español chapurreado, vender «poco, poco».

Una pareja de chinos, este martes, en un restaurante de Usera MAYA BALANYA

La sensación es parecida en el «Chinatown» de la capital . Los restaurantes y comercios del distrito de Usera mantienen sus puertas abiertas y sus dueños permanecen tranquilos. De hecho, el mítico Royal Cantonés estaba ayer cerrado porque estaban «pintando la cocina», según aseguró por teléfono la mujer que, junto a su marido, lo regenta desde hace una década. Pero hoy volverá a encender los fogones. «No estamos preocupados por el coronavirus» , aseveró, y añadió que acuden al local «muchos españoles».

«Vida normal»

Un segundo restaurante tradicional, el Happiness, que lleva veinte años en pie en el distrito de Ciudad Lineal, también continúa con su actividad. «Como España todavía no tiene nada, no tenemos miedo» , explica su propietario, Romi, de 49 años y originario de Fujian. Tanto su familia como el resto de trabajadores, de los que ninguno ha viajado a su tierra natal para celebrar el Año Nuevo Chino, hacen «vida normal». Y la clientela sigue disfrutando de sus platos sin reparos.

Tampoco hay revuelo en la sede central de la empresa china por excelencia, la tecnológica Huawei , ubicada al norte de la capital, en Las Tablas, donde el 80 por ciento de la plantilla es local. Por supuesto, «la compañía está monitorizando la situación relativa al coronavirus» y ha puesto en marcha un «protocolo de medidas» , según han trasladado a ABC fuentes de la empresa. Dentro de las oficinas, en las que «se ha reforzado la desinfección, esterilización y ventilación», se reparten mascarillas. Además, la filial española ha ampliado el horario del servicio médico para que los empleados puedan solicitar una revisión y ha contactado con aquellos que han viajado al otro lado del planeta «para que trabajen desde sus domicilios durante un periodo de catorce días». Entretanto, impera la «normalidad».

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