ARCO

Los paseantes de la Feria del Arte

Hay quienes van a Arco sólo por echar ahí la tarde

MAYA BALANYA

POR ÁNGEL ANTONIO HERRERA

La Feria de Arco, ya en su 35 edición, puede dividirse en piezas y peatones . O sea, en obra expuesta y paseantes en vigor. Luego está toda la mecha habitual de los galeristas, los artistas o los coleccionistas. Una mecha que va nutrida por el gentío profesional del sitio, y luego una mecha que anda muy viva por ahí, en los papeles a propósito del evento de las firmas acreditadas, y también en las desacreditadas. Los artistas, galeristas y coleccionistas son el triunvirato de oro de un acontecimiento que pone mucha amenidad a las crónicas y cifras a los análisis, ahora que sabemos tanto del arte, en general, y del arte de la crisis, en particular.

Pero dentro de Arco hay otro arco , y a esto íbamos. Se trata del arco alegre del peatón que va a echar la tarde con el bonobús en el bolsillo, un coro de particulares que va tomarse un cocacola por allí, y de paso a pegarse el susto o el deleite, como el que va a ver coches caros en un escaparate, echando un ojo al precio imposible. Algunos van incluso a la caza del autógrafo del famoso , pero no del famoso del pincel, sino el famoso que anda por ahí, echando un reojo de enterado o enteradillo, como Rossy de Palma, o Blanca Cuesta, que estaban las dos por los stands, en el día de la inauguración, tan entretenidas. Dicen que en esta edición se contempla el regateo, y se critica bastante el precio de bulto de la entrada, que pasa de los treinta euros según.

Está Arco, Arco de siempre, entre los genios del camelo y los genios propiamente dichos, y luego está el alegre peatonaje, que va al sitio de picnic, pero a un picnic de mucho arte, aunque pasen mucho del arte, o precisamente por eso. Viven el despliegue con el ánimo quien va de safari, a matar ahí la tarde entera, o a un parque de atracciones. El alegre peatonaje carga de merienda, y le hace fotos a todo, como los chinos que van a los toros , o al zoo. En algunas de esas fotos sale, como al descuido, un Miquel Barceló, o un Antonio López, que son dos nacionales de cotización internacional, pero se trata, sobre todo, de llevarse un reportaje de picnic propio, y no tanto de lograrse un catálogo de museo con la camarita del móvil.

Son los mirones de ambiente, el paisanaje de despiste, la orilla de snobs que vive un “finde” interior en una sola tarde bajo la excusa de una gran cita cultural que es, en efecto, también una feria. El fin de semana hay multitud, como en rebajas. Un show.

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