Cartas al Alcalde
Zona catastrófica
Uno venía viendo, desde antes de Filomena, que cada uno de nosotros somos ya zona catastrófica, porque el coronavirus no amaina
Le ha puesto usted puerta al campo, alcalde, con eso de prohibir al vecindario la entrada a la Casa de Campo, o al Retiro. Se comprende que haya algún peligro, todavía, y que ahora se prepare mucho funeral de arbolado, porque los árboles han ido cayendo, con la nevada, como inocentes víctimas corpulentas. Se estima el cierre de ambos sitios, Retiro y Casa de Campo, durante dos meses largos. La noticia se cruza con otra noticia que ha puesto en usted íntimo contento y agradecimiento público: la declaración para Madrid de zona catastrófica.
Uno venía viendo, desde antes de Filomena, que cada uno de nosotros somos ya zona catastrófica, porque el coronavirus no amaina, y porque una ciudad sitiada por el riesgo invisible de un virus es directamente un suplicio , lo digan los psiquiatras o no lo digan, que ya sí vienen diciéndolo. La zona catastrófica no es un asunto de exterior sino un desasosiego interior, que es como decir que se nos instaló una tormenta por dentro. Y no amaina. Así vivíamos, y encima nos llegó la fastuosa nevada homicida, que ha preparado en Madrid una trampa, y llevándose de paso la vida de miles de árboles de la capital, como un coronavirus que tronchara pinos, como un covid que segara cipreses al peso. Resulta una triste novedad que hayamos tenido tantas bajas en nuestro arbolado, porque Madrid es una ciudad con una página de cadáveres al día, y ahora tiene otra que consiste en el obituario de nuestros árboles, a los que a menudo, sí, queremos más que a un hombre.
A esta sección, que tiene vocación entornada de buzón de quejas, ya han llegado mensajes diversos que son el mismo. Vienen a pedirle a usted, alcalde, que abrevie el cerrojazo a Retiro, a la Casa de Campo, porque son el domicilio de mucho madrileño de intemperie, porque son el recreo de mucho paseante nunca equivocado. Yo imagino que esto de abreviar faena ya lo tiene usted previsto, pero nos corresponde insistir, porque procede, y porque sí.
La zona catastrófica que vemos es espejo de la zona catastrófica que no vemos, un desánimo de ramas quebradas y amenaza invisible que va todo el rato por dentro.
Dirige tu comentario a aymadrid@abc.es
Noticias relacionadas