Cartas al alcalde

Soledad

Se respira en la Gran Vía una nostalgia del futuro que queremos que venga, pero que no sabemos ni cómo ni cuándo viene

Señales que indican la peatonalización de la Puerta del Sol Isabel Permuy

Esta funcionalidad es sólo para registrados

He paseado estos días la Gran Vía , alcalde, más el remate, ya peatonal, de la Puerta del Sol , y la verdad es que el sitio, o los sitios, tienen una soleada tristeza de largo domingo desierto. Duele la cosa. Se respira en la Gran Vía una nostalgia del futuro que queremos que venga, pero que no sabemos ni cómo ni cuándo viene . Yo creo, con Gómez de la Serna, que el mes de agosto es en Madrid una apoteosis , pero he comprobado que hay un primer agosto donde Madrid es una melancolía. Hablo de este agosto que acabamos de abandonar , y hablo de la melancolía aguda del poeta, que es ya la melancolía del viajero , o del residente.

Todo lo que nos viene ocurriendo a los civiles, desde mediados de marzo, tiene febrícula estupefaciente, y ya no sabemos si estamos soñando la ciudad parada , o bien si la ciudad parada nos está soñando a nosotros, que nos dejamos la biografía en las orillas del mes de febrero, ese mes en que aún éramos libres , felices e indocumentados, aunque no lo sabíamos. No hay valquirias de turismo en la Gran Vía, alcalde, no hay vecindario de asueto, no hay peatonaje de holganza que eche la tarde comprando gafas de futbolista y una chaqueta de rebajas, para cuando mande el frío.

Contaba a menudo Francisco Umbral que si uno tiene la tarde hueca, y tirando a tonta, se planta en la Gran Vía, y ya está la vida arreglada. Pero ahora la Gran Vía, que era, en efecto, un menú de estímulos, como diagnosticaba Umbral, es un aval del abandono que provoca el coronavirus . La mitad de los comercios ensombrecen cerrados, no sabemos si acaso para siempre, y el rato festivo de algún deambulante se cumple comprando alguna mascarilla de quiosco, o bien apurando los frascos de gel hidroalcohólico de las grandes tiendas. Nos está quedando un horizonte triste , quizá porque no se vislumbra horizonte.

Hubo un tiempo, aún reciente, en el que Madrid no nos dejaba ver Madrid, por populoso de trajines y atareado de atascos . Ahora no vemos Madrid por lo contrario, alcalde. La ciudad se ha entregado a la soledad. No vemos otra cosa.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación