Rebrote coronavirus Galicia

«Teníamos a 32 personas alojadas; se han ido todas»

La orden decretada por la Xunta para frenar los contagios hace mella entre los más de 70.000 ciudadanos confinados

Control de la Guardia Civil en un autobús, este lunes como parte del dispositivo en A Mariña lucense MIGUEL MUÑIZ | Vídeo: La Xunta cierra durante cinco días A Mariña (Lugo) por el brote de COVID-19 (EP)
Miguel Ruiz de Arcaute

Miguel Ruiz de Arcaute

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La comarca lucense de A Mariña ha amanecido este lunes aislada de su entorno. La orden de confinamiento decretada por el Gobierno gallego para frenar a toda costa los contagios de coronavirus ha hecho mella en los concellos de esta región —catorce, con unos 70.000 habitantes—, que de la noche a la mañana han visto restringidas las libertades de movimiento recuperadas tras la entrada en la nueva normalidad con el consiguiente impacto económico que ello supone. Con los datos de este lunes hay 128 positivos, 22 más que ayer y de los cuales nueve ya se han recuperado. Cuatro de ellos permanecen ingresados.

En el municipio de Ribadeo, colindante con la frontera asturiana y extremo oriental de la comarca, los efectos de la nueva medida se hicieron notar ya desde anoche. Horas antes de la entrada en vigor de la orden a medianoche, las calles del municipio lucían prácticamente «desiertas», según los vecinos consultados. El rumor del cierre total había venido cobrando fuerza en los últimos días , y cuando la noticia fue finalmente anunciada por la Xunta fueron muchos los que prefirieron quedarse en casa por temor a caer en desgracia. A ello se sumó la estampida del turismo, después de que los veraneantes de los hoteles hicieran las maletas para salir a toda prisa y no quedarse de esa forma atrapados.

«El mes de julio no estaba teniendo mala pinta. Teníamos reservas para estas próximas semanas y todas se han cancelado tras esto . Anoche teníamos 32 personas alojadas y todos se fueron nada más decirles que la comarca iba a quedar cerrada para los próximos cinco días», lamentaba esta mañana Francisco Bouza, propietario de un hotel de la principal avenida de Ribadeo. «Ha sido una falta total de responsabilidad por parte de la ciudadanía , parece que no hemos aprendido nada en estos tres meses en casa», añadía.

El temor a que el impacto económico de la orden se prolongue más allá de los cinco días estipulados es algo que inquieta con creces al resto de comerciantes. Los hay que incluso se atrevían a dar por perdido el verano. «No es algo que vaya a terminar de un día para otro», aseguraban. El trasiego en las calles tras la huida de foráneos se ha reducido notablemente, y eso es algo que también notan en los locales de hostelería y otros comercios. «Hoy he facturado lo mismo que facturé el 14 de marzo [día de la declaración del estado de alarma]», afirmaba Susana Suárez, empleada de una panadería.

En lo que todos, comerciantes y vecinos, coinciden, es en la «irresponsabilidad» social que ha dado pie a la actual situación . «Le echan la culpa a los jóvenes [el rebrote afecta a personas de en torno a 30 años y se originó en varios bares de la zona del puerto de Burela], pero hay mucha gente que va sin protección y no guarda la distancia», apuntaba María Isabel Maseda, que volvía por la calle a casa con la compra. Otro de los consensos en el municipio resulta innegable: «Si antes la gente ya tenía miedo, ahora que lo tienen más presente que nunca la preocupación es máxima».

Viveiro, misma estampa

En el otro extremo de la comarca, la localidad de Viveiro no dejaba una estampa muy alejada de la visible en Ribadeo. Aunque el tiempo no acompañaba y la hora no era la de mayor actividad, las calles permanecían más vacías de lo habitual al filo de las cuatro de la tarde. Lo notaban, y bastante, en dos bares de una calle próxima a la primera línea de playa, donde un puñado de clientes, todos con mascarilla [su uso es obligatorio tanto en interiores como en exteriores, de acuerdo a las disposiciones establecidas por la nueva orden]. «Esto suele estar lleno, y ya desde comienzos de la semana pasada la afluencia no ha hecho más que ir bajando un poco más cada día. Ayer directamente no había nadie, al igual que hoy. La gente está muy asustada y ya no viene», explicaba Helen Mentado, camarera en el pub Nautae.

No coincidía con la competencia en las fechas de la bajada de concurrencia la propietaria del establecimiento de al lado, Isabel Casas, aunque sí en el daño que el rebrote empieza a ejercer sobre el tejido hostelero y comercial de la zona . «La semana pasada aquí sí que seguía viniendo gente, incluso el sábado todavía teníamos cierta demanda. Pero está claro que esto va para largo y que no se han hecho las cosas bien, y ahora lo empezamos a sufrir. Es imposible culpar a una sola parte, pero creo que ha habido una imprudencia total a la hora de desescalar. A la gente todavía no le entra en la cabeza que esto aún no ha acabado, que hay que seguir en alerta máxima y sin bajar la guardia», señalaba.

Varios de los consultados para este reportaje tenían a algún conocido, amigo o familiar vinculado al foco que permanece confinado o contagiado. No era el caso de Casas, quien, no obstante, cuenta con un familiar afectado por otra de las grandes crisis que se ciernen sobre la comarca: el cierre de la planta de aluminio de Alcoa San Cibrao, en Cervo . Porque la emergencia sanitaria solo ha sido el último golpe recibido por una región muy castigada en las últimas semanas tras el anuncio de despido de más de 500 trabajadores de esta factoría, una de las mayores catalizadoras de empleo de A Mariña. «Además del económico, esto nos va a causar también un gran daño psicológico. Se nos ha juntado todo de golpe», apuntaba.

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