Cultura
Javier Peña: «Sobrepoblamos las librerías y esa guerra brutal perjudica a todos los escritores»
Consolidado con su segunda novela, ‘Agnes’, ve su etapa de asesor en la Xunta como «otra vida»
Javier Peña (La Coruña, 1979) descuelga el teléfono desde su ‘oficina’. Así se refiere a la cafetería santiaguesa donde dedica las tardes a corregir (actividad con la que disfruta) lo que escribe en casa por las mañanas y a preparar los talleres literarios que imparte. Una costumbre que viene de la época en la que, tras dejar la Xunta —31 de diciembre de 2016—, donde pasó siete años redactando discursos, se lanzó sin apenas red, en el paro, a pergeñar una carrera de escritor que acumula por ahora dos novelas (’Infelices’ y ‘Agnes’, ambas en Blackie Books). Tiene una tercera «en la cabeza» que, de salir adelante, seguirá la senda de sus hermanas y volverá a plantear un «juego de estructura», otro de esos rompecabezas tan del gusto de su autor. «Tengo que buscar tiempo. Es curioso, dejé la Xunta para escribir y ahora me dedico a todo menos a escribir para conseguir vivir de esto », comenta en una charla distendida con ABC.
Es un comentario sin el menor atisbo de desazón. Más bien, de celebración de que se le acumulen los proyectos: un podcast en ciernes, los dos talleres para Blackie Books y la residencia literaria de la Cidade da Cultura, que dirige . Un punto al que ha llegado, remarca con naturalidad, «por un golpe de suerte». Una historia digna, a su vez, de otra novela, en la que una amiga comparte mantel, sin saberlo, con una agente literaria, y le habla de un amigo que ha escrito lo que acabaría siendo ‘Infelices’. Como ya plasmó Woody Allen en ‘Match Point’, importan el talento y el trabajo, pero sin esa pizca de suerte... « Lo que me pasó a mí le puede pasar a cualquiera », alienta a los alumnos de sus talleres.
Desde su propia experiencia, la de haber hecho una «apuesta fuerte», que cree incluso que demoró en exceso, anima a perseguir los sueños, aunque consistan en saltar a un mar con tantos peces. «Vivir de esto es casi una quimera», recuerda a posibles despistados. «Llegar a vivir solo de los royalties, creo que es más fácil que te toque la lotería», bromea. Apela, por lo menos, a intentarlo, pero aparcando intenciones equivocadas:«Si quieres ser famoso, hazte influencer, pero no escritor». En todo caso, su discurso rehúye cualquier tentanción de caer en lo naif. «Es muy difícil, y cada vez más, ya no que te publiquen, sino que la gente te lea. Una novela dura 15 días en las mesas de novedades y, al mes, ya es una novela antigua. Es algo terrible», reflexiona. «Es importante que los escritores también seamos conscientes de que estamos sobrepoblando las librerías y que, al final, acabamos todos perjudicados en esa guerra brutal», avisa a navegantes.
«Usar y tirar»
Peña reconoce que le obsesiona luchar contra lo efímero, lograr que sus novelas perduren, en una era en que, al cabo de seis meses, una obra «está casi descatalogada». Pero no es un fenómeno exclusivo de la literatura. Pone un ejemplo: durante el confinamiento consumió 17 series y, ahora, podría dar tres títulos. «Estamos metidos en un momento en el que la idea de la cultura es mucho de usar y tirar», lamenta. En su caso, lo combate paladeando una y otra vez películas que vio hace 20 años, huyendo de la novedad volátil. « Me gustaría que mis libros fueran otra cosa », dice.
Sus dos primeros trabajos son de todo menos ‘literatura fast food’, con sus estructuras complejas, esas que afirma ser capaz de tejer con su mente de ajedrecista —jugó hasta los 14 años—, tramas que «despedaza» y desordena porque, si con algo no comulga, es con la linealidad temporal. En ‘Agnes’ utiliza un envoltorio de thriller en el que admite que el whodunit es lo de menos; lo que le interesaba era pergeñar una suerte de ‘Mil y una noches’ moderna, con papeles invertidos, donde no es el narrador el que está en riesgo de morir. Una novela que no es novela negra, con ecos al fenómeno Carmen Mola, pero en realidad anterior , con más influencia, de hecho, del caso Elena Ferrante.
En la faja de‘Agnes’ se puede leer que Peña ha dejado atrás la «tiranía» de escribir «mentiras» para otros, en su caso, los políticos. Admite que no le gusta, como cualquier faja en general, que tenía más sentido al salir ‘Infelices’, y rechaza «esa necesidad de encasillar a un autor y vender su personaje». «Es un poco exagerarlo», apunta, «pero sí escribí muchas mentiras y muchas medias verdades». Hoy Peña mira a su etapa en la Xunta sin amargura, pero con un poso de irrealidad : «Han pasado cinco años y me parece otra vida». Y, con jazz en los auriculares, sigue trabajando en su ‘oficina’.
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