Galicia

El descafeinado regreso del Camino

El miedo al coronavirus reduce a mínimos la afluencia del itinerario de peregrinación en plena temporada alta

Dos peregrinos, a su llegada al albergue de Arzúa, casi vacío por el Covid MIGUEL MUÑIZ
Miguel Ruiz de Arcaute

Miguel Ruiz de Arcaute

Esta funcionalidad es sólo para registrados

La plaza del Obradoiro lucía ayer, 25 de julio, festividad del Apóstol Santiago , diferente a otros años. Si en el día grande de Galicia se esperaban habitualmente entre 2.000 y 3.000 peregrinos, ayer se presentaron solo 500 a recibir su compostela , informaba con desánimo la Oficina del Peregrino. Había esperanza por parte de los responsables de los albergues gallegos de que la situación mejorara al acercarse el día del patrón de España, pero no fue así. Los albergues públicos gallegos recibieron permiso para volver a abrir a partir del pasado día 1 de julio, pero son muchos los que aún mantienen la persiana bajada debido a la falta de demanda. «Nosotros empezamos el 29 de mayo y de momento no hemos recibido más que unos diez peregrinos cada día como muchísimo; el resto son gente del pueblo», cuenta Elena Pérez, empleada del hotel-restaurante O Acivro, en el municipio coruñés de O Pedrouzo.

A tan solo 20 kilómetros de la capital gallega, O Pedrouzo destaca como una de las últimas poblaciones del Camino de Santiago francés antes de su conclusión en la plaza del Obradoiro. En verano, los andariegos inundan los arcenes y senderos, llegando en ocasiones a desbordar los bares y casas de comidas que jalonan la ruta más popular de cuantas componen los flujos de peregrinación hacia la Catedral compostelana. Una estampa que en nada se asemeja al aspecto que presenta la vía francesa del Camino en plena temporada alta de este fatídico año 2020.

La situación y expectativas de cada alojamiento, no obstante, son variables. Los hay, por ejemplo, que han optado por abrir únicamente los días en los que tengan un número mínimamente rentable de clientes. Es el caso del albergue Milpés, en la aldea de Rivadiso (Arzúa), cuyo propietario, Aitor de la Iglesia, da la temporada por perdida. «Es algo que estamos haciendo muchos de nosotros, porque no nos sale a cuenta abrir, por ejemplo, para una sola persona», explica.

Afuera, en la carretera, donde antaño solían desfilar hileras de personas cargadas con mochilas, objetos religiosos y bastones, apenas se atisban ahora pequeños grupos de no más de diez personas , como muchísimo. La mayoría van en pareja, muchos tras haber aplazado el viaje, y prácticamente todos son españoles, especialmente de Madrid, Barcelona y Galicia. «Vimos en el telediario que reabrían los albergues y ni nos lo pensamos, cogimos el coche y vinimos», cuenta en la entrada a O Pedrouzo Jaime Furadada, un barcelonés que venía desde Arzúa con su pareja.

Aunque no es una tendencia generalizada, sí que son varios los que, como él, este año han optado por alojarse en hoteles y no en albergues, como es lo habitual. El precio es varias veces superior (una noche en un albergue cuesta una media de diez euros), pero arguyen que les transmite más seguridad. «Tienes más privacidad, claro, y no compartes habitación con otras personas», resalta Furadada, que repite en el Camino por segundo año consecutivo, esta vez en el tramo Ponferrada (León)-Santiago.

Diez semanas confinada

Se encuentran estos días también historias curiosas fruto de los acontecimientos de los últimos meses. Tal es la de Madalina, una joven rumana a la que la declaración del estado de alarma le pilló en San Martín del Camino, una pedanía de 350 habitantes de la provincia de León. Había partido de Logroño, en febrero, y se vio forzada a pasar diez semanas en un albergue de la población leonesa con la única compañía de la responsable del centro y su hijo. «Me dedicaba a ayudarles con sus tareas domésticas, sacaba al perro...», dice con cierta resignación, pero agradecida por la hospitalidad de sus anfitriones.

El desplome de la afluencia se ha hecho notar también en los comercios de la zona, sobre todo aquellos enfocados hacia el turismo. Un ejemplo son las tiendas de souvenirs. «En tres días solo me han entrado tres personas, y ninguna se ha llevado nada. Al final, los extranjeros son siempre los que más compran , y ahora mismo la poca gente que hay es toda española», relata José Antonio Mayo, propietario de una tienda de artículos del Camino en O Pedrouzo.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación