Tribunales
Crimen de Godella: el hachís y la influencia del padre agravaron la esquizofrenia de la madre de los niños asesinados
El fiscal y las defensas elevan a definitivas sus conclusiones iniciales después de la comparecencia de los profesionales que trataron a los acusados tras el infanticidio
El juicio contra los padres acusados de matar a sus dos hijos en un ritual en Godella ha entrado este martes en su recta final con las últimas pruebas periciales. Tanto el fiscal como las partes han elevado a definitivas las conclusiones que expusieron al inicio de la vista y han dejado para esta tarde la lectura de los informes como paso previo a la entrega del objeto de veredicto al jurado popular.
Amiel e Ixchel, de tres años y medio y seis meses, murieron tras recibir multitud de golpes durante la madrugada del 13 al 14 de marzo de 2019 y fueron enterrados en el jardín de la casa de campo que la familia ocupaba ilegalmente.
A lo largo del proceso que arrancó la semana pasada, los acusados se han incriminado mutuamente y sus respectivas defensas han pedido la absolución para ambos. Gabriel C. asegura que tuvo conocimiento de los hechos cuando se levantó a la mañana siguiente, después de estar durmiendo toda la noche. La Fiscalía solicita para él 50 años de cárcel , 25 por cada crimen, con un máximo de 40 años de cumplimiento.
Por su parte, María, para la que el Ministerio Público pide 25 años de internamiento médico, alega que se encontró a sus hijos muertos y se limitó a enterrarlos, creyendo que los había matado la secta que pensaba que les perseguía.
Durante la séptima sesión de la vista oral han comparecido tres forenses del Instituto de Medicina Legal de Valencia y dos psiquiatras del Centro Penitenciario de Picassent. Estos profesionales han constatado que de las entrevistas y el seguimiento de la acusada durante seis meses se extrajo que María presentaba «un trastorno psicótico», que más tarde se diagnosticaría como una esquizofrenia de tipo paranoide crónica que la convierte en inimputable.
La procesada, el día de autos, estaba en «un estado de descompensación metal que nunca volverá a tener por estar medicada», ha indicado uno de los médicos
Cuando se produjeron los hechos, la procesada estaba en un estado de «máxima descompensación mental que, seguramente, nunca volverá a tener» porque está medicada, ha explicado uno de los doctores. « Ella vive en un mundo ajeno al real bajo los síntomas de la enfermedad, con alucinaciones e ideas delirantes ». Antes -probablemente desde el parto de su segunda hija-, durante y después del crimen, «estos síntomas gobiernan su conducta» e incluso influyen en que se le olvide dar de comer a sus hijos. De hecho, se ven agravados por dos factores decisivos: el consumo de hachís y la figura de Gabriel .
Al respecto, ha comentado uno de los doctores, «está demostrado que el cannabis favorece que la enfermedad aparezca antes», mientras que de las entrevistas puede concluirse que el padre de los niños daba alas para que las creencias de María se mantuvieran en el tiempo. No obstante, «a medida que pasa el tiempo, los enfermos recuerdan cosas reales», algo que se constató a lo largo de cuatro entrevistas en las que la madre mantuvo su relato de lo ocurrido -encontró a sus hijos ya muertos y los enterró-, pero tomó conciencia de las consecuencias de esos hechos.
«Me da pena, pero ya no eran ellos»
En la primera de estas exploraciones, realizada horas después de ser detenida, y preguntada por los motivos por los que se encontraba en el Hospital La Fe de Valencia, la acusada respondió: «Porque he matado a mis hijos, porque me lo ha pedido Dios». «Estoy tranquila, es la voluntad divina. Me da mucha pena lo que he hecho, pero ya no eran ellos », detallan los informes que indicó en ese momento la acusada, tras relatarles que una secta les quería robar la genética a ella y a su pareja porque eran Jesucristo reencarnado y María Magdalena. Les contó, además, que llevaba tiempo escuchando voces y hasta que su hija era un cuerpo sin alma.
Sin embargo, en las sucesivas visitas y tras recibir la medicación, María relató que todo lo relacionado con la secta lo vivía como real porque se lo decía Gabriel, quien incluso la convenció de que tanto sus hijos como ella habían sufrido abusos en la infancia y al que acusó de realizar rituales satánicos en los que mataba gallinas sobre su ropa interior . A finales de 2019, María vuelve a atribuir lo ocurrido a la locura que le había inculcado su pareja, al que califica como un psicópata y un manipulador, y al que señala como autor del asesinato de sus hijos: « Cuando lo veo me da pena, creo que está loco ».
Los profesionales determinan que los hechos que se le atribuyen son consecuencia directa del brote agudo que la procesada padecía, un momento en el que había «perdido el 100% de sus facultades mentales» y entró de lleno «en la órbita del delirio » , por lo que «necesita tratamiento psiquiátrico en un hospital con una supervisión extrema». Cabe recordar que una psiquiatra evaluó a la acusada tres semanas antes del crimen y la diagnosticó de ansiedad.
Sin rasgos de enfermedad mental
Respecto a los informes psicológicos de Gabriel, no se ha encontrado «ninguna sospecha de trastorno de personalidad, ni síntomas de enfermedad o deficiencia mental», Al contrario, señalan los forenses, «es una persona inteligente» .
El acusado negó cualquier tipo de creencias y la realización de rituales, algo que llegó a calificar como «una estupidez», por lo que a los profesionales les llamó la atención la diferencia entre lo que él explicaba y lo que los testigos contaban de él . No obstante, reconoció haber realizado alguna vigilia nocturna, pero no por «guardarse de los extraterrestres», sino por los posibles delincuentes que pudieran acercarse a la casa.
Por su parte, el psiquiatra que lo atendió en prisión ha afirmado que relacionó las creencias que Gabriel manifestaba sobre la cultura maya y la existencia de una organización que abusaba de su hijo con el «consumo intenso de cannabis» .
«El funcionamiento intelectual era y es plenamente satisfactorio. No encontramos alteraciones de la percepción ni tampoco patologías en la esfera afectiva», han apuntado los médicos. En base a esos informes, «no hay ningún hallazgo psicopatológico que haya tenido repercusión o relevancia en sus capacidades durante esos hechos». Por tanto, han añadido, « el testimonio que presta puede ser tanto verdadero como falso ».
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