Verónica Casado: auge y ¿caída? de la mejor médico del mundo

Convertida en la imagen de la lucha contra la pandemia, se enfrenta ahora a repetidas peticiones de dimisión

Su empeño por reformar la Atención Primaria se ha convertido en una baza para el PSOE y una excusa para el PP

Casado, en una de sus últimas comparecencias ante la prensa ICAL

Montse Serrador

Política y sanidad no son un buen binomio. Más bien se repelen porque los intereses de la primera es habitual que no coincidan con los de la segunda. Verónica Casado ha pasado, en sólo unos meses, de ser la política de la Comunidad mejor valorada por los ciudadanos (por encima de Mañueco e Igea, según el sondeo de El Norte de Castilla del mes de junio), a convertirse en la dirigente de la que más veces se ha pedido su dimisión . Blanco de las críticas también sociales, es el objetivo a batir en el Gobierno autonómico con la ‘ayuda’ del ‘fuego amigo’ que procede de las filas del PP, el socio de Ciudadanos, la formación con cuya mano dio el salto a la Junta.

Casado llegó a la Consejería con el deseo de hacer la sanidad «que he soñado siempre» y casi con el beneplácito del PSOE que, en su momento, también la tenía en sus quinielas. Ha sido, con mucho, la imagen del Gobierno autonómico frente a la pandemia. Sus ruedas de prensa diarias en los meses más duros del Covid, su empatía con el sufrimiento que dejaba la pandemia y sus lágrimas en las Cortes al recordar a los sanitarios fallecidos -«Lo siento, de verdad, esto no me lo puedo permitir», se lamentaba entonces -elevaron el respeto entre la ciudadanía de quien ostentaba el título de la Mejor Médico de Familia del Mundo y que dejó su puesto en el centro de Salud de Parquesol para dar el salto a la ingrata política. Durante más de un año, la tragedia de los miles de muertes ocasionadas por la pandemia y unos hospitales colapsados hicieron que su departamento se volcara única y exclusivamente en vencer al virus y paliar sus terribles consecuencias. Todos con un único fin, incluido el PSOE en los primeros meses.

Antes de llegar el verano, la incidencia del Covid empezó a ceder gracias a una campaña de vacunación cuyo éxito nadie cuestiona. Entonces, se retomaron los proyectos aparcados, como la polémica reordenación de la Atención Primaria, cuyo principal exponente era el conocido Plan Aliste. Ya en periodo estival, la atención presencial que se suspendió con la pandemia no acabó de recuperarse en muchos de los consultorios del mundo rural. En algunos casos, incluso, se aprovechó la situación para arrancar con el plan de remodelación, como ocurrió en Zamora y se intentó en Segovia. En Aliste, la escasez de médicos, el muro contra el que se enfrenta el sistema sanitario, acabó por hacer fracasar el plan que, en principio, había contado con el beneplácito de los alcaldes.

Se retomaron de esta forma las manifestaciones de habitantes de las zonas zonas rurales que demandaban una atención continuada, alejada de los planes del departamento de Verónica Casado, empeñada en mejorar la eficiencia a partir de los insuficientes recursos humanos. El PSOE se puso al frente de las movilizaciones, consciente, además, de que ahí iba a encontrar una brecha para desangrar al Gobierno PP-Cs, como así fue. Contó para ello con la ayuda del presidente del Consejo de Colegios de Médicos de Castilla y León, José Luis Díaz Villarig, permanentemente enfrentado a la Consejería de Casado, como lo estuvo con equipos anteriores. Pero, ¿qué se ha torcido en sólo unos meses para que Casado haya caído hasta estar a punto de convertirse en una víctima política más? Sin duda, su ímpetu por poner en marcha la reordenación del sistema público sanitario -cuyo futuro se presenta bastante incierto ante la falta de profesionales- sin ser consciente del coste político que muchas de las medidas, puestas en marcha sin consenso, pueden ocasionar. Sin cerrar acuerdos y por la vía del decreto o de los hechos consumados, las posibilidades de salir airosa del lance eran nulas.

Primeros choques

Las primeras críticas llegaron incluso antes. De forma que el 12 marzo se produjo un punto de inflexión en la gestión de Casado, que fue duramente criticada por su decisión de suspender la vacunación con AstraZeneca debido a los casos de trombosis detectados. Una acción que se consideró precipitada por sembrar el caos si bien, tres días después, la suspensión la acordó el propio Ministerio. Luego, entre la cuarta y la quinta ola del Covid comenzaron los primeros choques entre los dos socios del Gobierno autonómico (PP y Cs) debido a la forma de encarar los últimos coletazos graves de la pandemia. Si Castilla y León, una de las comunidades más castigadas, se ha caracterizado por ser de las más restrictivas, la población ya se mostraba demasiado agotada como para seguir por ese camino. La desavenencia más evidente en el matrimonio político llegó en plena quinta ola, en la primera quincena de julio. Verónica Casado reclamó un nuevo toque de queda en la Comunidad entre las 00.00 horas y las 06.00 de la mañana para intentar frenar la escalada de casos. Enseguida salió al quite el propio presidente de la Junta, Alfonso Fernández Mañueco, para desviar el debate hacia el uso de la mascarilla, que acababa de ser eliminado en exteriores por el Ejecutivo de Pedro Sánchez. La restricción de movilidad horaria finalmente quedó en nada, después de un informe de los servicios jurídicos de la Junta (Consejería de la Presidencia de Ángel Ibáñez) que lo desaconsejaba.

Pero al mismo tiempo que se iba cerrando el frente por las medidas anticovid, se fue abriendo otro con decenas de personas que empezaron a salir a la calle en los pueblos para reclamar la apertura de los consultorios y la vuelta a la atención presencial. «No están cerrados ni se van a cerrar», clamó repetidamente la titular de Sanidad, aunque, de facto, si el médico sólo acude a la demanda, abiertos no están.

Así hasta septiembre, cuando llegó la eclosión y en el primer pleno del nuevo periodo de sesiones (el día 6) el propio Mañueco anunció el voto a favor del Grupo Popular de una iniciativa del PSOE en la que se pedía, expresamente, la retirada de la reforma sanitaria y la apertura de todos los consultorios médicos. Una moción de censura en toda regla al proyecto de Casado y su valedor, el vicepresidente de la Junta, Francisco Igea que, compareció ese mismo día rodeado de los consejeros de Ciudadanos, para defender el pacto de Gobierno y calificar el voto del PP de «error estratégico». Además, negó de forma rotunda la dimisión de Casado o de él mismo después del «golpe en la mesa» del presidente de la Junta, en palabras del senador popular Javier Maroto -así lo entiende «el sentir popular», fue la justificación que Mañueco dio días después sobre esa expresión-, preocupado por el desencanto reinante en los pueblos con la sanidad y de que eso se pueda traducir en una sangría de votos hacia las filas de Vox, que ya cosecha en río revuelto.

En el siguiente pleno, fue Ciudadanos quien sacó adelante otra iniciativa con el apoyo de PP, UPL y Por Ávila para garantizar la búsqueda del consenso de ayuntamientos, diputaciones y profesionales para reforzar la atención primaria. Ese día, se pudo ver por primera vez a Casado abandonar sus formas comedidas y, bastante enojada, dirigirse a los socialistas a los que reclamó «dignidad política» cuando estos pidieron a gritos su dimisión. Unas demandas de cese que no habían hecho más que empezar porque llegaron luego a través de los «compañeros» del PP. Primero, desde las diputaciones provinciales, con el presidente de la de Valladolid, Conrado Íscar, como más claro exponente: «No voy a consentir el cierre de consultorios», advirtió, y reclamó diálogo con la Consejeria. porque «no ha habido comunicación», para dar respuesta a los vecinos después de que el encuentro de Casado con las instituciones provinciales «llegase tarde».

No fueron las únicas andanadas de este mes «horribilis» para Verónica Casado, en la que ya se percibe cómo su ánimo empieza a flojear a pesar de que esta pasada semana aseguraba que «no tengo ni tiempo para que nada me duela». Más peticiones de dimisión en boca de los presidentes del PP de Burgos y de Ávila . El primero, por la situación del hospital,y el segundo, por el cese de la gerente de Atención Primaria. Todo aderezado con la sensación de inestabilidad política que los desencuentros entre PP y Ciudadanos generan y que no hacen sino añadir más elementos al relato necesario para justificar un posible adelanto electoral. Más aún cuando la sombra de una segunda moción de censura sigue siendo alargada.

Profesionales y pacientes

Casado ha acabado por asumir la necesidad de buscar el mayor consenso posible -aunque insiste en que el documento de trabajo sigue siendo el mismo- para poner en marcha la reforma sanitaria. Y para ello, nada mejor que rodearse de los colectivos entre los que mejor se desenvuelve, las sociedades científicas y asociaciones de médicos y enfermeras, que ya le han brindado su apoyo. También un buen número de colectivos de pacientes ha avalado las pretenciones de la consejera. Sin embargo, tiene en pie de guerra a los habitantes de muchos pequeños municipios que no están dispuestos a quedarse sin médico «por imperativo legal».

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