Artes&Letras / Fotografía
José Manuel Navia: «Siempre parto de la palabra. Fotografío a través de las personas que me hablan»
El flamante premio Piedad Isla reúne en la muestra «Alma tierra» parte de su obra sobre la España despoblada en un homenaje a los resistentes
En apenas un mes José Manuel Navia ha recibido el Premio Nacional Piedad Isla de Fotografía, convocado por la Diputación de Palencia; ha inaugurado una exposición en Valladolid (en el palacio del Licenciado Butrón), y en la misma ciudad está presente en otra, la que celebra el centenario del nacimiento de Miguel Delibes en la sala de la Pasión. Tanta coincidencia podría parecer fruto de la casualidad, pero no lo es tanto. Navia es un fotógrafo madrileño que vive en un pequeño pueblo de Toledo, pero su profesión (y una pasión que no sabe ni quiere disimular) le ha llevado una y otra vez a tierras castellanas y leonesas a lo largo de casi cuarenta años.
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El galardón creado en memoria de la fotógrafa de Cervera Piedad Isla tiene mucho de vuelta a los orígenes, porque en la montaña palentina hizo Navia algunas de las primeras fotos que publicó. En la muestra «Alma tierra» buena parte de las imágenes rinden homenaje a los resistentes en Castilla y León de eso que se ha dado en denominar la España vacía y él prefiere llamar la España interior. La exposición sobre Delibes recuerda otro proyecto de Navia pegado a esta tierra y a sus gentes para reinterpretar en imágenes las Viejas historias de Castilla la Vieja.
Ha comentado que el premio ha sido una gratísima sorpresa, pero sobre todo por ser en memoria de la fotógrafa palentina. ¿Quién fue para usted Piedad Isla?
Piedad Isla representa un tipo de fotógrafo al que tengo un cariño y un respeto tremendo, esos fotógrafos de vocación inquebrantable, más cuando se movían en el medio rural, como es el caso de Piedad. Es una mujer hecha a sí misma, que se empeñó en tener una profesión, en ser independiente. Esa imagen de ella en Vespa, a finales de los 50 y los 60, recorriendo la montaña palentina me parece una maravilla. Fotógrafas en esa época había pocas; fotógrafos muchos, pero no que tuviesen esa vocación, la conciencia del valor de lo que hacían, que es lo que diferencia a un verdadero autor. Es verdad que no es muy conocida a nivel popular, desgraciadamente. Como diría mi amiga Araceli, que es de Lores, Piedad no es más conocida porque es de Palencia, si fuera de Barcelona, de Madrid o de San Sebastián.
«Los políticos han popularizado el término ‘ciudadano’ y no en el sentido griego de ‘individuo que tiene derechos’, están olvidando a una parte de la población»
Además, usted ha trabajado mucho en la montaña palentina.
Si tuviera que poner un punto de origen a Alma tierra sería esa zona de la montaña palentina. Empecé a trabajar muy joven en la fotografía para pagarme los estudios y en el laboratorio de una pequeña editorial me hice amigo de una chica de Lores, una compañera de trabajo, y con mi mujer, Carmen, que entonces éramos novios, empezamos a ir mucho por este pueblo. Su familia casi nos adoptó. Algunos de los primeros reportajes que publiqué, con veintipocos años, en los ochenta, eran sobre la matanza del cerdo en Lores. Mis primeros pinitos los hice allí. Por eso Alma tierra, el libro, empieza con una colección de fotos antiguas de esa familia, y alguna de ellas estará tomada por Piedad.
Dice que el núcleo duro de «Alma tierra» y, por tanto de la despoblación, son las dos Castillas y Aragón. Y Castilla y León es el lugar del que más escenarios ha elegido para este proyecto. Usted lo llama la España interior para evitar otros adjetivos, ¿no le gusta el término de vaciada o vacía?
Vacía no me gusta mucho, pero no lo digo con ningún afán de polémica con Sergio del Molino, que hizo un libro que ha tenido mucha importancia y ha sido positivo en el sentido de que situó el problema a nivel popular y en el mapa. Es periodista y encontró un buen titular. Pero yo me solidarizo con la gente de estos territorios. Si tú vives ahí lo lees de otra manera: «¡hombre, vacía no, que estoy yo!». En cambio me parece muy bonito el término de España interior. Es un problema del interior en todas las penínsulas mediterráneas y en casi todos los países. El interior, todo hay que decirlo, es una España que nunca estuvo muy poblada, y no se trata de cambiar la estructura de población radicalmente, eso es absurdo, ni se puede hacer ni creo que lo pretenda nadie, sino de mantener un mínimo de latido y que no se vacíe del todo el territorio, que eso es dramático. Alma tierra es el homenaje a una cultura que si no ha desaparecido le queda un telediario, la cultura campesina, la vida tradicional campesina. Es un homenaje al pasado, la memoria, etcétera, pero también a la gente que sigue viviendo ahí, que tienen los mismos derechos. Entre los políticos, inconscientemente, se ha popularizado el término ciudadano, es algo que he hablado mucho con Julio Llamazares. Me parecería bien si se utilizase en el sentido griego: el individuo que tiene derechos, porque aquella era una estructura de ciudades-estado, pero en un país de origen rural, y no hay que olvidar que hace un siglo el ochenta por ciento de la población era rural, si siempre te refieres a los ciudadanos estás olvidando a una parte de la población.
«Como diría mi amiga Araceli, que es de Lores, Piedad Isla no es más conocida porque es de Palencia, si fuera de Barcelona, Madrid o San Sebastián...»
«No se puede cambiar la estructura de la población, pero sí se debe mantener un mínimo de latido y que no se vacíe del todo el territorio, eso sería dramático»
En la exposición se muestran libros de autores cercanos al espíritu de Alma tierra: Llamazares, Delibes, Fermín Herrero, Luis Mateo Díez, Avelino Hernández... ¿Qué papel han desempeñado esos textos en su manera de mirar esa España interior?
Son fundamentales. Y otros muchos que no están ahí. La elección de los libros ha sido lo más objetiva posible. Todos están porque en el libro de Alma tierra he usado citas de ellos, también en los textos que se pueden leer en la exposición. Son autores que me han puesto tierra bajo los pies, me han puesto una base sobre la que ir construyendo. La fotografía es un discurso visual, una manera de hablar del mundo a través de las imágenes, pero para mí, como fotógrafo, es fundamental partir de la palabra, lo que nos hace humanos es el lenguaje y para mí es esencial utilizar la imagen de manera paralela a la palabra. Siempre recurro al ejemplo de un fotógrafo que me ha influido mucho: Paul Strand, de quien el escritor John Berger dijo que colocaba la cámara en el lugar donde va a ser contada una historia. Mi manera de fotografiar tiene que ver con eso, cuando fotografío, tanto personas como lugares, siempre es a través de las personas que me hablan. Detrás de los retratos que más me interesan hay personas que me ha interesado lo que me han dicho. Me pasa igual con los objetos y los paisajes, intento interpretarlos a través de la mirada y la memoria de las personas que me hablaron de esos lugares y esos objetos. Por eso esa vitrina de libros es un poco la entretela del trabajo, la intrahistoria, el sustrato que no se ve pero está ahí.
En los textos de Alma tierra no solo da voz a esos autores, sino que en pie de igualdad hablan también las personas a las que fotografía.
Es precisamente lo que más me importaba, ponerlos en pie de igualdad. Camus, Delibes, Mateo Díez, Julio [Llamazares] o Fermín [Herrero] son grandes escritores, por supuesto, pero cuando llega una mujer, Dolores, en las Tierras Altas de Soria, y me dice esa frase de «Para mi madre no hubo Dios... (Viuda, con hijos, teniendo que pedir y nadie le daba)» , o Antonia, en el Maestrazgo, me dice que no se quiere ir de su pueblo porque allí todo le habla... es literatura. Hay un escritor que no está en la vitrina, Antonio Machado, que decía que hay que aprender a distinguir las voces de los ecos, y en realidad solo hay una voz, que es la voz del pueblo. Todo lo que no sea eso es impostado.
Da la impresión de que cuando trabaja tiene tan atento el oído como el objetivo.
Es lo más difícil y lo más hermoso de este trabajo: tienes que tener el oído muy atento y el ojo también, como se desequilibre uno de los dos la has piciado. Si te emocionas tanto con el personaje y lo que te cuenta que se te olvida que estás allí porque eres fotógrafo y no logras una imagen que transmita algo de eso, has fracasado. Porque yo no voy ahí para escribir una novela o un reportaje o un poema. Ahora bien, si estás tan obsesionado con lograr una buena imagen que no atiendes a lo que te dicen... En mi caso los que me van a dar los mimbres, la clave para hacer la fotografía, son las personas. Si no estoy atento no solo a lo que me dicen, sino a su vida, a su casa, a lo que me expresan, no voy a encontrar la manera de producir esa imagen. Eso es lo que hace que la fotografía sea distinta a otro trabajo como la escritura, aunque yo digo que se parecen. El escritor primero vive y luego recrea, igual que el pintor. Pero para el fotógrafo la vida y el proceso creativo van en paralelo, al menos tal como yo entiendo la fotografía.