Artes&Letras / Fotografía
Tributo al alma de la España vacía
El fotógrafo José Manuel Navia rinde homenaje a las personas «pegadas y apegadas al territorio». En su proyecto sobre la despoblación plasmado en el libro y la exposición «Alma tierra» hay parajes desolados, pero también resistentes, muchos de ellos en Castilla y León
En 1983 José Manuel Navia visitó Lores, en la Pernía. Retrató a la familia Rodríguez en el día de la matanza, tomando la ‘parva’. Siete personas en la cocina y se intuye la presencia de alguna más. El fotógrafo ha vuelto en 2019 al mismo pueblo de la montaña palentina, al lado de la lumbre solo está Ana de la Hera, con 93 años y última superviviente de aquella generación, acompañada por su sobrina. La vieja escuela y la casa del maestro, ahora despojadas de su función, apuntalan el relato de la despoblación con el que abre el libro Alma tierra.
En el breve texto que acompaña a esas fotografías, Frederic Uhlman, citado por Miguel Delibes en su discurso de ingreso en la Real Academia, plantea una pregunta: «¿Qué interés tiene preservar la Naturaleza en un parque nacional si luego no se puede encontrar allí a los que, desde siempre, han vivido la intimidad de su país; si no se encuentra allí a los que saben dar su nombre a la montaña y que, al hacerlo, le dan vida?».
El recorrido fotográfico de Navia por la España vacía pasa por ocho comunidades y se detiene en Castilla y León. Ahí están, además de la montaña palentina, las Tierras Altas de Soria, la Bureba burgalesa, los Ancares, el valle del Porma y Laciana -en León-, el valle del Corneja abulense, Campo de Alba en Salamanca y Campo de Aliste en Zamora. Con sus parajes desiertos, pero también con sus últimos defensores. Porque lo que ha pretendido José Manuel Navia con este proyecto impulsado por Acción Cultural Española, plasmado en un libro y una exposición, es rendir homenaje «a las personas que, con energía, resignación o ilusión, resisten y pelean cada día por poblar ese mundo rural que se fue o se está yendo». Lo escribe en una nota que acompaña a la edición de sus imágenes. Y lo repite de viva voz: «Sí, es un homenaje. Me apetecía mucho que todas esas personas estuviesen ahí, porque existen; y hay que hablar de ellas porque siguen estando ahí. Porque representan una realidad riquísima. Y tienen unos derechos».
«Nos ha salido un libro sobre la despoblación lleno de gente», dice entre bromas y veras. Por eso aparecen niños, «que son muy pocos, pero es que si hay una esperanza está en ellos». «Y en los inmigrantes», añade, porque «muchas escuelas se mantienen por sus hijos». Navia se refiere a todos por su nombre.
«Decían dos curas de Soria: «Nosotros somos el 113, porque llegamos donde no llega el 112; eso es lo que se necesitaría, un 113»
Son muchos años recorriendo España, muchas conversaciones con tantos vecinos, y al final, una conclusión: «Viajando sobre todo por Castilla, me ha llamado mucho la atención que la gente que está pegada y apegada al territorio no necesita mucho para quedarse ahí. Se conforman con muy poco, con un mínimo de atención, porque es una gente muy fuerte, muy dura, acostumbrada a vivir y a resistir con muy poco».
Ha visto muchos ejemplos de esa resistencia épica, algunos en las Tierras Altas de Soria, el origen de su proyecto de retratar la España vacía cuando no estaba de moda hablar de ella. En esta zona ha viajado mucho con el cura, Toño Arroyo, y con la enfermera, Carmen, y con la médica. Y ha oído a muchos vecinos asegurar que resisten «gracias a ellas». Y gracias al cura, porque en «esos lugares no solo atienden a las almas, sino también a los cuerpos». Toño se ha quedado como único sacerdote para 57 pueblos tras el traslado de su compañero Jesús. Los dos compartían una frase de esas que Navia tiene muy grabadas: «Nosotros somos el 113, porque llegamos a donde no llega ni el 112». Y no solo la recuerda por ingeniosa, sino porque sospecha que esa sentencia da las pistas sobre la solución: «Eso es lo que se necesitaría, un 113, que no es tan complicado», apunta el fotógrafo.
«El problema es el neoliberalismo, que sitúa la rentabilidad económica por encima de las personas, y entonces el mundo rural no es rentable. Esto además lleva al individualismo, lo que destruye los valores comunitarios de los pueblos». Esto no lo dice José Manuel Navia, sino Teo Nieto, otro cura con destino en Aliste, hablando claro en uno de los pies de foto de Alma tierra, coeditado por Acción Cultural Española y Ediciones Anómalas y que toma su título de un verso de Leopardi.
Para Navia es importante mirar y ver, pero también escuchar. «Si no hubiera tenido todas esas conversaciones, el libro sería muy distinto, y probablemente yo no sería fotógrafo. John Berger decía del fotógrafo americano Paul Strand, del que yo he pretendido aprender, que en vez de buscar el instante decisivo, esa fotografía muy gráfica, muy ordenada visualmente, buscaba el instante biográfico. Viene a decir más o menos que situaba la cámara en el lugar donde va a ser contada una historia, es algo que yo he buscado siempre, situar la cámara en el lugar de la escucha».
«No entiendo la fotografía como denuncia, me interesa como una forma de mirar el mundo desde la subjetividad»
Y da voz a los fotografiados también en los pequeños textos que acompañan a las imágenes, en un mano a mano con escritores que, desde hace muchos años, han llamado la atención sobre el problema de la despoblación y la extinción de un modo de vida. Caro Baroja en los sesenta, después Julio Llamazares, Luis Mateo Díez, Fermín Herrero... O Gyula Illyés, quien ya en 1936 advertía que «los días del mundo antiguo estaban contados».
Con todo, José Manuel Navia no ha pretendido levantar con sus imágenes una denuncia que «ya se está haciendo desde instancias más cualificadas», aunque sí cree que las instantáneas resultan elocuentes por sí solas.
«No entiendo la fotografía como una manera de denuncia, me interesa como una forma de mirar el mundo desde la subjetividad del que fotografía y con ella apelar a la subjetividad de los fotografiados y, sobre todo de los lectores, de la gente que luego va a leer y contemplar esas imágenes». La última palabra es de quien las mira.