Óscar Puente - Obituario
Juan Antonio Quintana: un genio inconformista
Era un actor, director y maestro de teatro sencillamente genial que cuidaba cada detalle y enseñaba a no darse nunca por satisfecho
Una tarde de febrero de 1989 me decidí a entrar por la puerta del aula de teatro de la Universidad de Valladolid con la idea de matricularme, con el curso ya empezado. Me recibió su director, cogió un texto, me mandó sentarme en una silla y me pidió que lo leyera en voz alta. Cuando terminé me dijo: te espero mañana a esta misma hora, quiero que trabajes conmigo. Era Juan Antonio Quintana. Desde aquel día, y durante once maravillosos años, el teatro formó parte de mi vida cotidiana. Me permitió recorrer cada rincón de España, pisar incluso las tablas del María II de Lisboa, o el mítico L’Epee de Bois de París. Conocer gente increíble, con un talento y una sensibilidad fuera de lo común para los que Juan Antonio era un auténtico aglutinador. A Juan le debo, pues, algunos de los momentos más extraordinarios que he vivido.
Quintana era un actor, director y maestro de teatro sencillamente genial. Quienes le conocíamos en su vida privada y le veíamos sobre un escenario nos preguntábamos de dónde salía esa vitalidad que aquel hombre enjuto ocultaba bajo una apariencia frágil y susurrante. Aprendí de él muchas cosas. La primera, la importancia de amar lo que uno hace. Juan Antonio amaba al teatro por encima de cualquier otra cosa, de modo que subirse al escenario era para él un auténtico acto de amor. Aprendí la importancia de los detalles. Nunca he conocido a nadie tan meticuloso. Cuando la función se representaba en un sitio nuevo, dirigía personalmente los focos con el técnico de iluminación. Era la misma escenografía, el mismo plano de luces, y el mismo y experimentado técnico, Germán. Pero él tenía que supervisar ese mismo proceso cada día. Aprendí que el genio no alcanza el éxito sin trabajo duro. Me enseñó a ser inconformista, a no darme por satisfecho hasta estar realmente pleno.
No se puede entender ni la obra ni la vida de Quintana sin Mery, su mujer, y la escenógrafa y figurinista de casi todos sus montajes teatrales y que nos dejó hace casi tres años. Ambos formaban una pareja excepcional que vivía por y para el arte y que se complementaba en un proceso creativo permanente, del que surgieron espectáculos inolvidables. De esa unión nació otra majestuosa actriz, Lucía, que combina todas las virtudes de sus padres y las expresa sobre las tablas y ante las cámaras. Era imposible que de una mezcla como esa no naciese arte puro y belleza. Hoy, cuando despedíamos sus restos, sus amigos nos felicitábamos por haber tenido el privilegio de formar parte de ese mundo mágico que él creó entorno al arte y que forma parte ya imborrable de nuestro recuerdo.
* Óscar Puente es alcalde de Valladolid
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