La UME comienza su retirada gradual de la Sierra de la Culebra tras estabilizarse el incendio
El viento más suave y la bajada de las temperaturas, claves en la extinción
Los vecinos de todos los municipios de Zamora que en algún momento han estado desalojados por el incendio de la Sierra de la Culebra ya están en casa y con el fin de la ola de calor mejoran las condiciones meteorológicas que en estos días han puesto en jaque al operativo. En este escenario el puesto de mando del fuego procede a la desmovilización de la Unidad Militar de Emergencias, que se irán retirando gradualmente.
Con un suspiro de alivio, pero también de tensión, de miedo, la zamorana Sierra de la Culebra despertó ayer con buenas noticias tras haber caído la noche con un negro panorama dejado por el rastro de cenizas e iluminado por imponentes llamas. Los elementos que desde el miércoles por la noche se convirtieron en enemigos fueron los aliados para poder dar por estabilizado el que ya es uno de los mayores incendios registrados en España y el peor de Castilla y León tras consumir unas 30.000 hectáreas, la mitad de ellas de superficie arbolada. Cesó el fuerte viento, aunque se sigue muy pendiente, bajaron las temperaturas y hasta cayeron gotas de agua, convirtiéndose en un efectivo más en las tareas de extinción. Desde las seis de la madrugada ya no había llama y a primera hora se comunicó que podían regresar a sus casas a los vecinos de la veintena de pueblos que estaban desalojados.
Además reabrieron todas las carreteras, entre ellas las nacionales N-631, sobre la que llegaron a saltar las llamas, y N-525 , y la línea del AVE Madrid-Galicia. Aunque ya sin llama, el incendio aún sigue activo, con riesgo de volver a prender, y el dispositivo desplegado ayer fue incluso mayor que el del sábado. Cerca de 700 efectivos para cubrir un perímetro muy superior a los 70 kilómetros y que fue especialmente útil por la tarde, cuando volvió el viento, aunque con algo menos de intensidad que en días anteriores.
La noticia del realojo fue acogida con sonrisas y caras de alegría entre los evacuados que pasaron la noche en pabellones de Benavente y Camarzana de Tera. Entre ellos, incluso refugiados ucranianos, como dos mujeres que ahora viven en Pumarejo de Tera. «Les dije, venís de una guerra y ahora esto», confesó una de las voluntarias de Cruz Roja, a quienes los evacuados mostraron agradecidos su alegría por «volver a casa» aunque con el «miedo» y la incertidumbre de «qué habría pasado con sus animales o con sus casas».
De vuelta a sus casas, al ver cómo había quedado la zona arrasada por el fuego, el sentimiento de muchos fue de «cabreo» con la Junta de Castilla y León -el presidente, el consejero y otros cargos fueron increpados ayer en su visita a la zona- como responsable del operativo de extinción, según aseguró el ganadero de Cional y responsable comarcal de la organización agraria COAG, José Manuel Soto, quien reconoció su «impotencia» por la falta de medios. José Antonio Morán, de Villardeciervos, coincide en considerar que la evacuación no debería haber sido generalizada . Él fue de los que se quedó. El fuego llegó cerca de su casa, donde prendieron unas hierbas cercanas.
Un escenario «desolador» tras días de lucha en condiciones «durísimas», según reconocen desde el operativo contra incendios. Una situación «infernal» en la que luchar contra un «monstruo» de fuego impulsado por los fuertes y cambiantes vientos que elevó las llamas hasta los 20 metros de altura e hizo que incluso saltasen 500 metros de una orilla a otra del embalse de Agavanzal.
«Muy tocados»
El fuego deja tras de sí un reguero de 30.000 hectáreas de pinos, castaños, arbustos y campos de labor convertidos en cenizas . También explotaciones ganaderas fundidas a negro. En general, las casas se han salvado, aunque las llamas llegaron a llamar a sus puertas, pero no todas han corrido la misma suerte. Son pocas, aunque hay quien a su regreso ha visto como el fuego se ha colado en su hogar.
El incendio no sólo ha desfigurado el paisaje de la Sierra de la Culebra y ha afectado a un gran número de especies de fauna salvaje, sino que además ha acabado con recursos naturales como la riqueza micológica, ahogado el turismo asociado al lobo y los ciervos, la economía ligada a los pinares y afectado a ganaderías como la apícola. Los cálculos de los profesionales del sector apuntan que se han podido perder casi un millar de colmenas. «Anímicamente estamos muy tocados», lamentan.
Noticias relacionadas