Día 5
Diario de una periodista confinada: ¡Felicidades, papá!
«Este jueves está marcado en el calendario y nos ha sacado de la rutina confinatoria para recordarnos que hoy es San José»
He decidido saltarme dos días en el diario, así, porque sí, y pasar a la jornada quinta de confinamiento que es la que de verdad corresponde al jueves. Empecé con esta tarea el lunes para hacerla coincidir con el encierro escolar, pero no están las cosas como para no avanzar en el calendario, así que vamos con el quinto, que no hay quinto malo.
Este jueves está marcado en el calendario, en algunas comunidades incluso es día festivo –en Valencia aún lloran por lo que debía ser y no es- y nos ha sacado de la rutina confinatoria para recordarnos que hoy es San José. El «felicidades papá!» repica en el hogar, aunque los regalos escasean (no hubo tiempo de comprar antes de la cuarentena) y los adolescentes lo de dedicar un dibujo o una poesía a su progenitor a estas alturas…
Me acuerdo de mis padres y de mis suegros, a los que ya llevo días sin ver porque no me atrevo ni a acercarme a la puerta de casa por el temor a que el virus ya me acompañe. Hoy habrá que «quemar el teléfono» para estar más cerca. Me cuesta pensar en los mayores que viven en las residencias de ancianos, recluidos desde hace días, sin posibilidad de ver a la familia. Terrible.
Pero la vida sigue y en Renedo continúa el teletrabajo, y el telecolegio. Empiezo a pensar que más que un encierro en casa es un encierro en habitaciones. Los padres siguiendo la comparecencia de Verónica Casado; los hijos con sus tareas, infinitamente más difíciles. Ayer, en la plataforma del colegio, una de las tareas hablaba de «los Caminalcules y el árbol filogenético». Claro que las «razones trigonométricas» tampoco estaban mal (4ª ESO). En fin, cada uno lleva su cruz en esta «Cuarentesma» que nos ha tocado vivir, como me dijo ayer mi buen amigo Mader, jugando con el apellido (Cuaresma) de mi parte contratante.
Por la tarde hubo que convocar al «sanegrís», entiéndase Sanedrín, porque en la nevera empezaban a oírse ecos así que urgía una salida al supermercado. SA-LI-DA. Ángel JR estaba dispuesto a ir en bicicleta (no era operativo); Sofía quería ir de acompañante (prohibido) y yo tenía trabajo (¡qué pesadez!), así que no había nada que debatir y el padre abandonó el hogar, convenientemente pertrechado, con destino a un centro comercial desde donde nos hizo una pormenorizada crónica ambiente de la situación: «De casi todo, pero poca variedad; más gente que un día normal, aunque sin aglomeraciones; abundantes mascarillas y guantes y mucha distancia de por medio».
Y con las viandas ya en casa, nos dispusimos a celebrar la Navidad porque, gracias a Dios, en España, ingenio no nos falta: «El lunes nevó, todos en familia, los niños sin cole, la nevera llena, no hay fútbol y esta noche habla el Rey». Eso sí, falta la Misa del Gallo.
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