Día 3
Diario de una periodista confinada: «Es por tu bien»
Ser corresponsal de guerra nunca ha sido para mí una aspiración profesional, ni siquiera cuando con el título de periodismo recién cocinado bajo el brazo abandoné la facultad. Pero me acabo de sentir cual gacetillero en zona de conflicto con el «salvoconducto» que me ha llegado vía mail para «poder desplazarme a aquellos lugares en los que se producen las noticias en Castilla y León», según reza el justificante que me ha enviado la dirección de ABC y que tendré que mostrar a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado si abandono mi confinamiento. Sí, lo reconozco, estuve a punto salir corriendo hacia la primera línea de fuego pero al final pensé que de momento mis superiores me querían en la retaguardia. Tampoco tendré muchas ocasiones de abandonar la trinchera mientras las ruedas de prensa sigan siendo en plasma, las entrevistas por teléfono y las calles se mantengan vacías. Algún reportaje, tal vez, pero, en la medida de lo posible, mejor desde casa, así que solo algún suceso o tragedia puede sacarme al exterior y, para eso, casi mejor que no.
Así que el tercer día de encierro ha transcurrido como los anteriores, frente al ordenador y lidiando con los adolescentes que, por cierto, han interiorizado que su habitación es el aula en la que hay que enclaustrarse cada mañana desde muy primera hora para dar salida a las demandas de sus profesores. Reconozco que la edad de mis hijos (16) juega a mi favor y no necesitan que ejerza de docente así que sonrío ante los mensajes que me llegan de compañeras y amigas que se quejan de lo difícil que resulta teletrabajar con el niño en su regazo o dedicar toda la mañana a ayudar a dos alumnas de Educación Primaria. Todo es cuestión de rutina, pienso, y, o nos acostumbramos, o en unos días salimos bufando cual manada de toros por la dehesa salmantina.
De momento, si soy sincera, ya compito con algunos de mis compañeros por ser el «elegido» y poder coger “in situ” el timón de la redacción en la plaza de la Rinconada de Valladolid. Todo por salir de casa algo más que a tirar la basura, esa acción doméstica que, de normal, es repudiada por todos los miembros de la familia pero que ahora es una labor de lo más gratificante.
Pero no, hoy tampoco he sido la designada así que sigo haciendo periodismo de hogar y, un día más, veo por televisión a la consejera de Sanidad que actualiza unos datos que, como era de prever, siguen la línea ascendente hasta los 431 casos y 21 fallecidos. También he hecho una entrevista, por teléfono, claro, a un médico de urgencias y, conociendo su trabajo y dedicación, ya no albergo dudas de que tengo prohibido quejarme.
En la familia hemos implantado la costumbre de acabar la jornada viendo todos una película. Tarea nada fácil la de consensuar un título. Hace dos días optamos por una de las últimas, pero no fue una opción demasiado afortunada por aquello de las similitudes claustrofóbicas: «La trinchera infinita». Así que, en el siguiente pase cinematográfico hemos decidido cambiar al humor, que nos vendrá mejor a todos y, aunque no sea una película culta y sesuda, al menos nos reímos, que falta nos hace. Y mira por dónde que el título también se adapta a esta España nuestra que nos ha tocado vivir: «Es por tu bien».