Coronavirus
«San Pedro dijo que no había cupo»
Máximo (91) y Teresa (88) no estaban dispuestos a que un virus inmundo acabase con 74 años de relación. Han ganado la batalla y demostrado que se pueden romper las estadísticas
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«San Pedro me dijo que ya no había cupo y que me volviese a casa». Lo dice plenamente convencida y consciente Teresa Medina, que a sus 88 años ha plantado cara al coronavirus y, lo que es más importante, ha ganado la batalla. No fue la única victoria. Su marido, Máximo Maté, con 91 años, también ha conseguido doblegar al «bicho» y ya se encuentra en su casa del vallisoletano barrio de San Pedro Regalado. Tal vez también el santo del mismo nombre pero distinta advocación haya tenido algo que ver en que este matrimonio de mayores se recupere después de un mes «tremendo y horrible», según reconoce su hija Ana. Eso y el buen hacer de los profesionales sanitarios del Hospital Clínico de Valladolid , para quienes no escatiman elogios y reconocimientos por haber hecho posible que fallasen las estadísticas.
Ahora, ya en sus domicilios, casi han vuelto la rutina y ven pasar las horas entre partidas de cartas, el parchís y las labores «de coser». Ana, que dejó su vivienda en Villarmentero para pasar con sus padres el confinamiento y poder cuidarles, recuerda el mes que ha padecido desde que el 20 de marzo su madre sufriese el primer ataque del coronavirus y se confirmarse el positivo. A pesar de las patologías previas y las añadidas por el Covid-19, Teresa no llegó a necesitar la UCI, aunque sí fue aislada en el centro hospitalario. «Estuvo muy malita, creíamos que no salía», recuerda su hija, así que confiesa que «la creo cuando dice que vio a San Pedro la mandó a casa».
La envidiable vitalidad de Ana le permite asimilar una dura experiencia, parecida a la que durante los últimos meses están viviendo miles de personas que sufren por la soledad de sus mayores en una cama de hospital. Pero, como otros muchos, las enfermeras y lo compañeros de habitación hicieron posible que se mantuviese vivo el contacto diario con la familia, con Ana -que dio «indefinido» en la prueba de coronavirus- y con los otros dos hijos, Juan Carlos (en su caso fue positivo) y Alejandro (también aislado por precaución). Pero también con sus nietos, Álvaro, Jorge y Patricia, y sus dos bisnietos.
Un mes de hospital
Fue casi un mes de hospital para Teresa que dejaron mucho sufrimiento en Máximo. «Se vino abajo, no quería comer ni caminar», rememora su hija. Sin embargo, su esposa mejoró y el 14 de abril una ambulancia la trasladó hasta su casa, aunque lo que no podían ni imaginar en la familia Maté-Medina es que hubiese una segunda batalla. Y es que cuando Máximo vio llegar a su esposa, de la emoción se desmayó y los servicios de urgencia tuvieron que trasladarlo al hospital, donde confirmaron que había sufrido un ictus cerebral, aunque posteriormente también dio positivo en coronavirus.
También con Máximo, San Pedro debió pensar que aún no había espacio en sus dominios y que su lugar seguía estando en el barrio del santo homónimo. Así que, después de ocho días de hospital, el patriarca de la familia pudo cambiar las «emocionadas» conversaciones de teléfono con su mujer por su presencia real. Y el reencuentro, como era de prever, se produjo entre un mar de lagrimas, del matrimonio, al que el temido virus había separado después de 67 años de casados y de 74 de compartir vida, y de los hijos, de Ana, como testigo directo, pero también de Juan Carlos, que desde el balcón de su casa (vive frente a sus padres) pudo contemplar la escena) y de Alejandro, al que llegaron los ecos por teléfono. Ahora toca la escalada para retomar poco a poco la necesaria actividad. La hija de esta pareja de Olmos de Esgueva asegura orgullosa que ambos lo están logrando y van recuperando parte de su independencia. Será difícil volver al grupo de teatro «La Campiña», en el que participaban hasta el mes de febrero, pero ¿quién sabe? De momento, todos tratan de olvidar unos días «durísimos y horribles» que acabaron en «un milagro», para volver a disfrutar de los «bises», como les llaman los dos bisnietos, los hermanos de ocho años Valeria y Alejandro.
El pasado domingo, en su primer paseo tras la apertura a los menores del confinamiento, los mellizos pusieron rumbo a la casa de sus bisabuelos que, desde la ventana, les lanzaron dos huevos kinder, el regalo habitual que recibían los pequeños de los «bises» cuando aún se podían tocar y abrazar. Hasta que eso ocurra, Máximo y Teresa continuarán compartiendo partidas al parchís y al «tute», paseando por el pequeño patio o viendo las noticias del Canal 24 Horas y clamando: «¡Vaya, de la que nos hemos librado!».
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