Joaquín y Françoise, eternamente juntos en Talavera

Se cumple la última voluntad del ilustre poeta, premio Adonáis, y de su esposa, catedrática de instituto. Sus cenizas están depositadas en un nicho del cementerio de la Ciudad de la Cerámica

Este nicho guarda las cenizas, el carné de catedrática de instituto de Françoise, la purera de Joaquín y una fotografía de ambos Fotografía cedida por la familia

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La historia de amor de Joaquín y Françoise continúa. Ni la muerte ha podido quebrarla. «Mis padres siempre dijeron que, cuando fallecieran, querían estar los dos juntos y en Talavera. Mi madre era casi más talaverana que mi padre, aunque ella era francesa» . Panchi es la hija pequeña del insigne poeta Joaquín Benito de Lucas , premio Adonáis en 1967, y de la catedrática de Enseñanzas Medias Françoise Ducos . Él murió el 18 de mayo de 2021 a los 86 años. Ella, el pasado 19 de enero a los 83. Desde el domingo, las cenizas de ambos descansan en un columbario del cementerio de la Ciudad de la Cerámica, dentro del mismo nicho, como era su voluntad.

«Ellos querían estar juntos, pero son estas cosas de la muerte que no se hablan. Querían que los incineraran y esto sí nos lo dijeron. Sin embargo, nunca supimos si preferían estar en un nicho, una lápida o en un columbario», cuenta a ABC Panchi, el apodo con el que conocen a Francisca desde que era una bebé.

Joaquín y Françoise murieron sin la compañía de un ser querido. El poeta falleció en el hospital de Talavera al complicársele una infección por la que había acudido al servicio de Urgencias. Fue incinerado en el cementerio madrileño de la Almudena y sus cenizas quedaron depositadas en la casa de su hijo Joaquín y de su nuera Sandra. La urna estuvo alumbrada por velas y acompañada de algunos de sus libros, como «La experiencia de la memoria (Poesía 1957-2009)». «Para que él no estuviera solo -explica Panchi-, esperaríamos al fallecimiento de mi madre y así poner juntas las cenizas de ambos».

Pero solamente han transcurrido ocho meses. La pasada semana, Françoise moría también sin un familiar al lado en el hospital de Talavera. «Su muerte fue más triste todavía, porque estuvo una semana sola debido a que cogió el coronavirus. Pero, desde la muerte de mi padre, ella no quería vivir, no quería nada con nadie», recuerda su hija pequeña, que narra la «curiosa historia de amor» de la pareja. «Mi padre ha sido el motor de mi madre; la animaba mucho», resume Panchi.

El viaje de 5.000 kilómetros y el traje de novia

La relación sentimental de Joaquín y Françoise se gestó seis décadas y media atrás. Se conocieron en la Universidad Complutense de Madrid. Él estudiaba Filosofía y Letras, mientras que ella viajó desde San Juan de Luz, en el País Vasco francés, para cursar Filología Francesa en la capital de España.

«Cuando mi padre terminó la carrera, mediados de los años 50, se marchó a Damasco, en Siria, para trabajar -relata Panchi-. Se compró un coche Simca 1000 de segunda mano y se fue desde Madrid sin saber idiomas [5.000 kilómetros por carreteras de la época]. Pero, como no estaban casados, mi madre no podía residir allí con él. Por eso, ella metió en su maleta el traje de novia, se subió a un barco y se casaron en Damasco en 1960 , con el cónsul de España como padrino».

La pareja viajó luego a Alemania porque a Joaquín lo nombraron lector en la Universidad de Berlín y, estando allí, el poeta talaverano ganó el premio Adonáis con 'Materia de olvido' . Regresaron a España y Françoise aprobó las oposiciones a catedrática de Enseñanzas Medias por Francés, ya con los tres hijos de la pareja nacidos : Inés, Joaquín y Panchi. Aunque la familia vivía en Madrid, en Conde de Casal, los periodos de descanso los pasaban en Talavera, en un piso en la plaza de la Hispanidad.

Tanto Françoise como Joaquín trabajaron hasta que se lo permitieron, los 72 años. «Cuando mi madre se jubiló, lo pasó mal porque su pasión era dar clase», evoca Panchi. Por eso a Françoise le movió, quizá, crear una tertulia con mujeres en el Café Gijón de Madrid a la que, cada lunes, acudía una persona invitada para que hablara de su profesión.

La historia de Joaquín y Françoise se desbarató con la muerte del poeta. Pero fue momentáneo. Desde el domingo, vuelven a estar juntos en un nicho del bloque 7 del cementerio talaverano. La urna con las cenizas de él está dentro una funda verde; la de ella, en una granate. También les acompañan en este viaje el carné de catedrática de Françoise y la purera de Joaquín, «pero vacía porque no queríamos que fumase» . Y, en el centro, una fotografía del matrimonio tomada en su piso de la plaza de la Hispanidad de Talavera, la ciudad donde quisieron descansar eternamente.

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