Toledo
Viaje navideño por Toledo en el taxi 41 con Félix y Marcelino
Los dos octogenarios, inquilinos de la residencia de Azucaica, realizaron un trayecto en taxi para ver las luces de navidad
Con la noche ya caída a las 18:30 de la tarde en Toledo , las calles no se apagaban. Todo lo contrario. Se encendían más que nunca. Con menos de 10 grados salían los mayores de las residencias de Azucaica y Los Gavilanes a afrontar una tarde-noche distinta. Sus rostros reflejaban la ilusión de ver, por primera vez en este año, las luces de Navidad. Todos tenemos derecho a disfrutar de esta época del año.
Los taxis llegaron en fila a cada uno de sus destinos con sus conductores reflejando la misma cara de ilusión por la labor solidaria que estaban desarrollando. Era el momento de enseñarles «a los que siempre nos han cuidado» el alumbrado navideño de Toledo.
Este ha sido el segundo año que la iniciativa se llevaba a cabo . Sergio Arroyo , con una experiencia de 11 años, conduce el taxi 41 y el martes era su primera vez en este solidario proyecto. El brillo en sus ojos y su tono alto y contundente denotaban cierto nerviosismo. «Me siento muy orgulloso de poder hacer esto», admitía.
Sus pasajeros, Félix Navas y Marcelino Sánchez, son dos inquilinos de la residencia de Azucaica. El primero, de 87 años, es natural de la localidad toledana de Polán . Sus más allegados lo conocen por «Valeria» (por su abuelo Valeriano) y lleva a sus espaldas un ictus y un infarto, además de algunas operaciones. Aunque su estado, pese a su edad, es envidiable. Su compañero de viaje, con 83 primaveras y natural de Illescas , también sufrió un ictus hace años, pero a día de hoy está «hecho un chaval».
Comienzo del viaje
El «cambio de monotonía» y el empleo de «dos o tres horas de tu tiempo por hacer feliz a estas personas», es lo que movió a Sergio a apoyar esta iniciativa, que comenzó su recorrido junto a la estación de tren, en el barrio de Santa Bárbara . Sin música, ni nada que enturbiara la ambientación del coche ni las reacciones y las impresiones de Félix y Marcelino, comenzaba el corto, pero emocionante viaje, en el taxi 41.
Los dos residentes contaban, casi con la misma ilusión que transmitían, las ganas que tenían de ver iluminada su capital, recordando lo bonita que estaba el año pasado, cuando emprendieron el mismo trayecto con este colectivo del volante. Al mismo tiempo, hablaban y hacían alusión a lo preocupados que estarían sus hijos por ellos. «¡Vamos a salir en la prensa y en la tele!», decían sonrientes.
El paso por el puente de Alcántara , tan iluminado y brillante como sus miradas, abría poco a poco la boca de los dos pasajeros a modo de asombro, algo que también se pudo ver cuando pasaron por la zona del valle al observar la catedral y el Alcázar a lo lejos, destacando entre el manto de oscuridad.
A la altura de Recaredo , Félix hablaba del recibimiento que iba a tener de la alcaldesa con una gran sonrisa porque el año pasado « fue muy simpática » con ellos. Y desvelaba un secreto que muchos no conocían: «La hermana de Milagros Tolón trabaja en la residencia de Azucaica».
Trayecto por el casco antiguo
Nada más pisar el casco viejo, Félix y Marcelino comenzaron a rememorar viejos tiempos comentando los negocios o los edificios públicos que hubo antaño donde ahora hay otros establecimientos. Entre recuerdos, Sergio, el taxista, aparcó en la plaza del Ayuntamiento donde la alcaldesa y la concejala de Festejos, Mayte Puig, esperaban para recibirlos .
Allí se fotografiaron todos mientras entonaban «A belén, pastores», a lo que se unió tanta gente que las ganas aplastaron, al final, la timidez. Todos interpretaron cánticos navideños abrazados los unos a los otros y, tras despedirse con besos y abrazos, los «jóvenes» de las residencias volvieron a emprender su viaje.
Marcelino y Félix retomaron su marcha en el taxi 41 con sus rostros más felices después del recibimiento de la alcaldesa. El segundo no podía parar de hablar de lo «simpática» que había sido. «Os espero el año que viene», les dijo Tolón, y presumía Félix: «me ha dado dos besos y todo. Como el año pasado».
Mientras el taxi atravesaba la calle Comercio y las luces arropaban a la multitud en medio de una gélida noche, los dos octogenarios miraban asombrados su iluminación, aunque lamentaban no poder pasar por la plaza de Zocodover para ver el «gran árbol», ya que los taxis se tuvieron que desviar por la calle Toledo Ohio.
Chocolate con churros
Llegando a la Puerta de Bisagra , en dirección al quiosco Catalino , Marcelino expresaba sus «ganas de beberse un chocolate calentito». Dicho y hecho. El 41 llegó de los primeros a su destino y Sergio, muy amable y atento en todo momento, ayudó a los dos ancianos a salir de su coche para que acabaran su excursión con el estómago lleno con unos churros acompañados de un rico chocolate.
Sergio se despidió de Félix y Marcelino. El taxista se fue « muy orgulloso » y los dos ancianos, asombrados por la iluminación navideña, no supieron decir qué fue lo que más les gustó de todo el recorrido. «Estaba muy bonito». Hasta la Navidad que viene.
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