EN PRIMERA LÍNEA-COVID-19

««Vendo pan a ocho bares del Casco y todos están cerrados ahora»

Francisco Ruiz, pequeño comerciante del Casco Histórico de Toledo

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Francisco Ruizz posa para ABC en la puerta de su tienda en la calle Tornerías M.J.MUÑOZ
María José Muñoz

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Está en la puerta de su negocio mirando pasar la escasa vida que discurre por la calle Tornerías desde que se declarara la maldita pandemia del coronavirus, pero parece ser un hombre paciente que no precisa de muchas cosas para ser feliz y estar bien consigo mismo. Es Francisco Ruiz, de 52 años , y ahí está sonriéndole a la cámara ataviado con una bata blanca y apoyado en el el quicio de la puerta, con las bolsas de patatas, las galletas y los bollos mirando junto a él la calle que baja hasta la plaza del Teatro de Rojas tras el cristal del escaparate.

Desde que se licenció de la mili ha pasado toda su vida laboral en ese pequeño comercio del número 28 que vende pan y bollería a los parroquianos del barrio antiguo. Pero su trabajo es tan necesario como el pan de cada día , como el aire que respiramos «trece veces por minuto», y él se mantiene firme en la tarea.

Fue su madre quien abrió el negocio en 1966, y gran parte de su infancia la pasó entre esas cuatro paredes viendo lo bien que se manejaba Juana con la clientela y cruzando un umbral que aún corona el rótulo «Leche y Pan» . Entonces, la familia tenía casa en San Cipriano. Ahora, Francisco vive en Argés con su mujer y sus tres hijos de 22, 16 y 13 años.

Con esto del coronavirus el negocio ha bajado mucho y apenas acuden a comprar el pan unas treinta personas al día, tirando por lo alto. «Viene muy poca gente, un 70% menos, pero p or lo menos para pagar el seguro me da» , dice paciente Francisco.

Lo peor de todo es que los ocho bares del Casco a los que servía pan antes de la crisis sanitaria del Covid-19 e stán ahora cerrados a cal y canto , como el Ludeña, el Asador de la Parrilla, el Plaza, la Bóveda, el Wamba...

«El futuro está complicado» , augura, pero al menos la bollería (napolitanas, palmeras o croissant) que elabora su hermana y que se exhibe en los estantes sigue vendiéndose bien. «Y no tengo que pagar alquiler», apostilla. Su hijo mayor ya trabaja y no cogerá el relevo en la tienda. «Quiero que estudien, que tengan otra vida».

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