Esperando justicia para Lorenzo
El padre del joven de 21 años que murió en Toledo a manos de un criminal reclama con lágrimas seguridad para el barrio: «¡Que no vuelva a ocurrir!»
Concentración de repulsa en Santa María de Benquerencia. «Era un chavalillo majete, sobre todo muy buena gente», lo define uno de sus profesores
Un niño pequeño corretea con un papel en su mano izquierda en el que se lee: «Justicia para Lorenzo» . Seguramente, por su edad, el renacuajo está ajeno al dolor, a la impotencia y a la rabia que sí puede invadir a sus padres, al lado del chavalín.
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Ellos forman parte de los cientos de personas, de todas las edades, que se han congregado al atardecer en el paseo dedicado a Federico García Lorca en el barrio toledano de Santa María de Benquerencia. A todos les une un fin: apoyar a una familia rota y mostrar su repulsa enérgica por un homicidio, el de Lorenzo Pompiliu Cazacu Motoi. Un español de 21 años, de padres rumanos, al que un criminal disfrazado con una máscara sesgó la vida a 400 metros de allí con el filo de un machete hace cinco días.
Es viernes, 5 de noviembre. El papel que lleva el pequeñajo en su mano es una de las numerosas fotocopias que son repartidas entre la multitud. «Seguridad para nuestro barrio» , se lee en otras octavillas.
El silencio respetuoso se romperá luego por las palabras de un padre destrozado, las lágrimas de una madre hundida y los gritos del público pidiendo justicia. También se resquebrajará por los aplausos de homenaje para un chaval cuyo nombre, de origen latino, significa ‘coronado de laureles’. Maldito contrasentido.
Políticos de diferentes signos se unen al pesar de una familia muy apreciada; al dolor del amigo que vio a centímetros cómo Lorenzo perdía la vida y a la incertidumbre temerosa de un barrio por que un criminal todavía anda suelto.
También hay muchos recuerdos. Como los de Tomás Martínez, tutor de Lorenzo los dos primeros años que estuvo en el IES Azarquiel. Allí estudió el grado medio en Sistemas Microinformáticos y Redes, lo que el joven completó con otro grado superior durante dos cursos más.
«Cuando llegó el primer día, con 17 años, era un niño; en el fondo, uno de los más niños de la clase. Pero poco a poco fue madurando -relata el docente-. Luego, aunque no le di clase directamente, lo fui viendo crecer y, como jefe de Estudios, seguí su progreso». «Era un chavalillo majete, sobre todo muy buena gente. Nadie ha dicho una mala palabra sobre él y [su crimen] es algo que no te podías esperar» .
Tomás lo cuenta junto al director del instituto, Jesús García Novillo, momentos antes de que los congregados se reúnan en silencio en torno a la familia. A ella se acercan numerosas personas para dar el pésame y abrazarse entre lágrimas . «¡Qué pena!», se repite el lamento entre el público, que arropa a los padres y a los hermanos del chaval de la mejor manera: realizando un corro.
Un ramo de flores en el suelo con un mensaje lacónico - 'Estarás siempre con nosotros' - es lo único que da color a una concentración afligida, que se abriga por el frío y que abriga a los dolientes.
«¡Justicia para Lorenzo!» , se oye una voz de mujer, que agrieta el mutismo. Le siguen unos aplausos y las palabras del padre, rumano, que acaba de mirar al cielo entre sollozos. A pesar de que no domina el español, se le entiende claramente: «No se puede repetir con otro chico, otro niño, otra persona. Queremos la seguridad de nosotros aquí, en el barrio». A su agradecimiento de corazón, la gente responde con aplausos.
«El dolor es muy grande»
Un hermano de Lorenzo, respetuoso y con una pronunciación exquisita, también interviene: «El dolor es muy grande, pasamos por unos momentos muy difíciles. Damos las gracias de corazón. Pero nos van a permitir retirarnos porque no podemos aguantar». Y agradece el apoyo del público, al que pide otro aplauso «en memoria de mi hermano».
Su padre vuelve a intervenir, ahora entre lágrimas, para decir que la alcaldesa de la ciudad, Milagros, Tolón, lo está ayudando para encontrar al criminal, al que busca la Policía Nacional. Y también reclama más seguridad, «más farolas, más luz» , para el Parque Lineal, el lugar donde su hijo se encontró con su verdugo la funesta madrugada del 31 de octubre.