Un año del 14-M: aquellos días que cambiaron nuestra vida
Se decretó el Estado de Alarma y el confinamiento en casa. Ahora llevamos mascarillas y guardamos las distancias
Doce meses después de aquel día, y de varias olas de contagios, el coronavirus sigue ahí, aunque por fin hay vacunas
![Primera salida de los niños a la calle tras el confinamiento. La Policía vigila](https://s1.abcstatics.com/media/espana/2021/03/13/polis-kjBG--1248x698@abc.jpg)
Me toca trabajar el fin de semana. Ya está aquí todo este lío, esta pandemia, como la califica ya la OMS. Por orden de Madrid, todo el mundo se va a casa a teletrabajar , que el virus pulula por todas partes. Y es mortal. De repente, me veo sola en la redacción. Mientras la gente se encierra en sus casas y la ciudad de Toledo se queda desierta , las portadillas del periódico se convierten en partes de guerra , con titulares, con palabras que nunca imaginamos que podríamos usar en nuestro lenguaje habitual: toque de queda, confinamiento, estado de alarma.
Un virus desconocido , el Covid-19, infecta diariamente a cientos, miles de personas en Toledo, Castilla-La Mancha, España, Europa... el mundo entero. Suben los contagios, el número de muertos, sobre todo en las residencias de ancianos, que se convierten en auténticas morgues. El mismo sábado 14 de marzo, cuando se decreta el Estado de Alarma , comienzo a publicar en estas páginas «El álbum del coronavirus» , una imagen y un breve texto sobre una ciudad que parece haber arrasado una guerra nuclear.
En casa estamos Silvia, mi hija pequeña, y yo. Mi madre, ya mayor, sola en casa, preguntándose qué pasa en el mundo , si es que sus días van a terminar de esta forma tan cruel. Mi salvoconducto de periodista me permite ir a visitarla. Sale al balcón y hablo con ella desde la calle. No te preocupes, mamá, ya verás como esto pasa pronto.
![La redacciión de ABC-Toledo vacía; los redactores teletrabajan en sus casas](https://s1.abcstatics.com/media/espana/2021/03/13/redaccion-kjBG--510x349@abc.jpg)
Por la mañana, al llegar a la Plaza de Zocodover, los soldados de la UME (Unidad Militar de Emergencias) tienen tomada la zona, y vehículos de la Policía Nacional se acercan a los transeúntes despistados con magáfonos por los que sale una voz robótica : «no puede estar en la calle, esto es una emergencia. La Policía Nacional vela por su seguridad y salud». Pese a todo, el mendigo sigue ahí, tumbado a veces sobre un sucio jergón bajo los soportales, o gritando al viento palabras ininteligibles con su larga y enmarañada barba de profeta. Un hombre se acerca a él y le ofrece un recipiente con comida caliente. Son días fríos aún, seis grados cuando veo la escena.
A las ocho de la tarde, la gente sale a los balcones a aplaudir a los sanitarios, que pelean cara a cara en jornadas interminables y prácticamente sin medidas de protección, contra el coronavirus. La situación empeora sensiblemente en España y yo tengo que contarlo todos los días, además de vivirlo; soy periodista y noticia a la vez como potencial víctima de la epidemia que se convierte en pandemia , como las plagas del Antiguo Testamento.
En medio de la locura general, mi hija y yo ensayamos con la guitarra y cantamos «Resistiré» desde el balcón . Todo un éxito entre los vecinos, con los que surge una especie de amistad aérea aunque nunca hayamos cruzado unas palabras antes.
![Los sanitarios descansan un rato a la puerta del hospital](https://s1.abcstatics.com/media/espana/2021/03/13/cigarrillo-kjBG--510x349@abc.jpg)
Vamos a la compra separados, no tenemos aún mascarillas . Compro alcohol desinfectante para las manos, y la piel se reseca como la de los lagartos. Mi entrenador personal es ya virtual y me pasa vídeos con ejercicios desde su casa, confinado, como todos.
Hoy, 22 de marzo , el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, anuncia en televisión que prorroga el confinamiento 15 días más. ¿Podremos resistirlo? Entre los muertos por coronavirus, algunos famosos como el marqués de Griñón y Lorenzo Sanz, expresidente del Real Madrid. Se pasa el día lloviznando.
Ingresados por coronavirus Cospedal y su marido, y Baltasar Garzón. Silvia empieza sus clases de la Universidad online. Sigue nublado. El wifi va muy lento aquí en el Casco Histórico y es desesperante teletrabajar así . Me duele la garganta (¡uy!). Hago cola en la frutería, al lado de la redacción, y luego cocino tomate frito natural y crema de verduras: ahora soy como la madre que nunca fui.
![Soldados de la UME toman la Plaza de Zocodover, en Toledo](https://s2.abcstatics.com/media/espana/2021/03/13/umeotra-kjBG--510x349@abc.jpg)
El mendigo sigue enloquecido en la plaza, sin que nadie ose decirle que no puede estar en la calle. Es 27 de marzo . Hablo con dos soldados de la Brigada Paracaidista de Paracuellos del Jarama, muy majos, soportando el frío ahí firmes, en Zocodover. Lo más triste de estos días es la cantidad de ancianos que mueren en las residencias sin que sus seres queridos puedan despedirse de ellos.
Esta situación empieza a hartarme, Silvia está ya cansada de todo también, y aburrida, y a veces hace botellón telemático con sus amigos . Mi otra hija, Sara, no quiere ni vernos, y he empezado a llamarla autoridad sanitaria. Lo cierto es que los casos de coronavirus van escalando hacia la cima sin freno.
En mi coro, el «Jacinto Guerrero», están preparando un vídeo colectivo, los ensayos son virtuales pero no tengo tiempo material para sumarme. Les queda perfecto. Es sábado y trabajo. Vuelvo a casa con un dolor muy fuerte de tripa, o quizá sea la pierna, tanto tiempo sentada ante el ordenador... Silvia me trae la cena a la cama.
El Gobierno prohíbe trabajar a toda la población, con la excepción de los servicios esenciales . Los periodistas lo somos, dicen. Vaya por Dios. Mañana, 30 de marzo, es el cumpleaños de Silvia y a las doce de la noche le doy las pequeñas chorradas que he podido comprar en la farmacia. Todas las tiendas están cerradas. Cumple 23 años.
Aunque está prohibido, queda con Javier, su novio, al que no ve desde el principio del confinamiento. En la larga cola del Mercadona hacen como si no se conocieran . Ella echa unas lágrimas y todo. A las ocho, en los aplausos del balcón, los vecinos le cantan a coro el cumpleaños feliz.
![Crespones negros en la calle Alfileritos (Toledo)](https://s2.abcstatics.com/media/espana/2021/03/13/alfileritos-kjBG--510x349@abc.jpg)
Hoy he escrito en el periódico ‘¿Quién se acuerda del Tajo?’ Nadie, nadie se acuerda del pobre río, y menos ahora . Nadie puede bajar a ver sus aguas contaminadas; yo sí, que para eso tengo salvoconducto, y tomo fotografías para el álbum del coronavirus, que sigo publicando todos los días.
Hoy, 31 de marzo, sale un arcoíris precioso después de los aplausos. Hago fotos. Hablo con los vecinos, con la pequeña Julieta y su padre, del balcón de al lado , y con la enfermera del primero, que trabaja en la UCI del hospital y me cuenta que no tienen material de protección. También con el anciano del bajo, que no lleva bien el confinamiento, que necesita pasear. Hoy, 3 de abril, es el día más negro de la pandemia , el momento de mayor presión sobre el sistema hospitalario (Madrid superó el 100% de sus camas UCI). Ese día mueren en España 950 personas.
Veo un control policial en la Avenida de la Reconquista y me acerco a hacer fotos. Inmediatamente se acerca un agente y me pide la identificación. Al salir del periódico, el mendigo, único habitante de Zocodover junto a Mari, la quiosquera (también servicio esencial), me pide un cigarrillo. Siguen subiendo los contagios por coronavirus.
Muere Aute , me lo anuncia Silvia mientras pongo el lavavajillas. Lloro, estoy desolada. Ha decidido largarse de «este mundo absurdo que no sabe dónde va». Y para hurgar más en la herida prolongan la cuarentena hasta el 26 de abril . ¡Qué horror! En los aplausos de las ocho ponemos sus canciones, un homenaje sonoro que se pierde hacia la plaza del Ayuntamiento, con la torre de la catedral como testigo.
Después de unas horas en la redacción salgo a hacer fotos y voy al cementerio, cerrado a cal y canto desde hace semanas . Las copas de los cipreses dibujan la desolación. El presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page, se deja ver donando sangre en el hospital. Sale una superluna maravillosa.
Ya tengo mascarilla, una, algo es algo. Coincido por primera vez en muchos días con mi jefe, Antonio, en el periódico (nos turnamos) e inmortalizamos el momento con un selfi. La escasez de respiradores para los enfermos graves es insoportable, hasta el punto de que Page viaja hasta la terminal de Barajas para recibir los 150 que llegan por fin de Turquía después de estar retenidos en aquel país. El inquietante mercadeo de la salud.
Hoy, 9 de abril, es Jueves Santo, pero no hay procesiones. Las llevamos por dentro . Día plomizo y lluvioso. Nuevo anuncio del presidente del Gobierno: la prórroga, que terminaba el 28 de abril, se amplía hasta el 10 de mayo. El profesor de Silvia le cuenta que su padre ha muerto de coronavirus.
![Dos niños encerrados en casa](https://s1.abcstatics.com/media/espana/2021/03/13/nenes-U308611601046wC--510x349@abc.jpg)
Estoy tan cansada que hoy, Viernes Santo , me quedo dormida en el sofá a la hora de los aplausos. Luego cuelgo en la web el vídeo del ‘Ave María’ que la cantante toledana Pilar Moxó interpreta desde su balcón. Una voz conmovedora.
Un día antes del domingo de Resurreción me informan de la muerte por Covid-19 de nuestro colaborador de ABC Fernando Dorado . Llena de pena escribo la noticia y al volver a casa no doy importancia alguna a que a Silvia se le haya quemado la comida. Por la tarde casi no llego a comprar al supermercado mientras suenan los aplausos desde los balcones, de los que cuelgan banderas de España y crespones negros . Alguien me escribe diciéndome que me quiere, «por si pasa algo». Mañana es domingo de Resurrección y Page anuncia que la Junta va a repartir miles de mascarillas por la región. Ya era hora.
14 de abril. Llevamos un mes confinados . Hoy han muerto una profesora muy querida del Carlos III, un médico de Los Yébenes, el arquitecto de la catedral y el marqués de la Esperanza. Todos por coronavirus. Dicen que la curva va bajando .
Me paran en un control policial y hago fotos de la escena. La quiosquera de Zocodover sigue quejándose en su quiosco: es la imagen de la soledad. Mis hijas se ven en el Mercadona e intercambian maicena, artículo de estraperlo en esta pandemia , para hacer bizcochos. El vecino de al lado nos pasa torrijas y compro, por fin, dos mascarillas en una farmacia a siete euros cada una. Artículo de lujo o es que soy tonta. Me encuentro con mi médico de cabecera en el Arco de la Sangre y entiendo su rostro cansado. Quedamos para una entrevista.
Estoy librando y coincido en el estanco con un bombero cachas que llega al lugar con el camión autoescala. Al volver me doy cuenta de que la primavera lo invade todo y que grupos de animales deambulan por las calles , por fin libres de la presencia del género humano. Llueve a cántaros. Dicen que el 27 de abril los niños podrán salir a la calle.
Muere de Covid el periodista José María Calleja . Miedo y tristeza. Al llegar a casa le hago una foto a los niños del bajo, casi dos bebés, tras la reja de su ventana: foto para el álbum del coronavirus. Fotografío la estatua de Cervantes (tiene puesta una mascarilla) porque mañana es el Día del Libro. Bibliotecas y librerías están cerradas y se suspenden las ferias del libro en todo el país. Entrevisto a mi médico de cabecera, ambos enmascarados, y me enseña la sala del coronavirus que han improvisado en el centro de salud. Me cuenta que aún no les han hecho la prueba del Covid a ningún médico ni enfermera.
Me limpio constantemente las manos con hidroalcohol y tengo ya un pequeño arsenal de mascarillas. Me siento rey Midas.
Muere el arquitecto municipal de coronavirus a los 63 años. Cada vez más jóvenes . Me encuentro una mascarilla articulada encima de mi mesa de trabajo, enviada desde Madrid. Parece la máscara de Hannibal Lecter en ‘El silencio de los corderos’. Nunca me pondré semejante artefacto. Pedro Sánchez anuncia que el 2 de mayo se podrá salir a la calle a pasear y hacer deporte. Rumores de que el presidente de Corea del Norte ha muerto. No caerá esa breva.
Por fin los niños pueden salir de sus casas . Me lanzo a la calle a hacerles entrevistas, y a sus padres, y pienso que estos niños tan tiernos, tan comprensivos, tan disciplinados, que saben mejor que los adultos qué es el coronavirus y cómo hay que evitarlo, se merecen todos nuestros esfuerzos.
![Los carteles aconsejan el confinamiento a los conductores](https://s1.abcstatics.com/media/espana/2021/03/13/carreteras-kjBG--510x349@abc.jpg)
Llego al periódico y no puedo abrir la puerta. Sube un policía y después un cerrajero al que he llamado. Hora y media perdida. Por la tarde sale un arcoíris doble espectacular. Entrevisto a la farmacéutica visionaria . «Me acusaron de alarmista, pero si todos nos hubiéramos puesto una mascarilla un mes antes, seguramente no estaríamos como estamos. Desde después de Navidades llevábamos con la farmacia llena de chinos, pero no solo chinos de China, sino también chinos toledanos para mandarlas a su tierra porque decían que allí estaban sufriendo mucho», me cuenta. También al que vende leche y pan en la esquina de la calle Tornerías , prácticamente sin ingresos el hombre al no haber restaurantes al que venderles pan. Muere el periodista Michael Robinson.
Es 29 de abril, Día Internacional de la Danza. Silvia, que es bailarina, se pone el maillot y las puntas, pero termina tumbada en el sofá mirando al vacío. El encierro dura ya 47 días . Termina el abril que, con Sabina, nos robaron a todos. Mañana es 1 de Mayo virtual. Todo es virtual ahora.
Entrevisto a dos hosteleros con los locales cerrados tanto tiempo ya. Uno pasó el Covid en cuanto cerró el restaurante, y su mujer estuvo ingresada. Me acerco al Servicio de Urgencias del hospital Virgen de la Salud para hacer unas fotos. Un grupo de sanitarios fuma en la calle. El descanso del guerrero.
Quedo con la poeta María Antonia Ricas en el portal de su casa para entregarle los últimos Artes&Letras donde escribe y no puede salir a comprar. Paseo por el Casco vacío, precioso, pero vacío . Cojo una rosa. Mi hija echa de menos a Javier. Son ya muchos días perros, sin contacto humano. Rompo cuatro platos en la cocina.
2 de mayo. La gente puede salir a pasear por primera vez. Tras 50 días de estricto confinamiento comienza la desescalada hacia la «nueva normalidad» . Qué sabrán los políticos, que manipulan las palabras a su antojo y pretenden crear nuestra propia realidad.
3 de mayo. Día de la madre. Mis hijas me regalan una maceta con una orquídea preciosa. No hemos salido a la calle, aunque se puede de 8 de la tarde a 11 de la noche, porque no hemos querido. La libertad de no querer. Hace ya calor de verano: hoy, 30 grados . Silvia tira sin querer mi maceta por la ventana. Menos mal que no estaba la vecina del primero en el patio. Lo que nos faltaba, un homicidio en el barrio.
Todo esto, y mucho más, pasó en aquellos primeros días de desconcierto. Hoy, un año despúes del Estado de Alarma, las cosas han cambiado mucho . En tiempo récord se fabricaron vacunas y la población mundial se está inmunizando por fases. Los ancianos, los que pagaron el coste más dramático de la pandemia en las residencias, han sido los primeros en España. Pero no hay que bajar la guardia. El virus sigue ahí . Y la prensa, para contarlo.
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