ARTES&LETRAS CASTILLA-LA MANCHA
La palabra imaginada (6): Cálamos chinos
Del libro Fantasmas y cálamos Edit. El Toro de barro. 2005. María Antonia Ricas.
La barca
Para el día siguiente de las vírgenes
de agosto,
como si nada hubiera sucedido
en el desierto, en la brea de asfalto,
mi cálamo dibuja
su lentitud de río antes de lluvias
que recobren el furor de fluir,
y me balanceo en esta posada
vestidura estival;
apenas la intención de un movimiento
me lleva,
una atenuante
caligrafía de agua se sucede
y ni la rana ni el abejaruco
-llamarada turquesa
velocísima-
se molestan
en aquietar su absorto griterío.
Como si nada hubiera sucedido,
como si se durmiera mi barquero
y la muerte callara en la calina,
y tuviera la muerte
una rara pereza
y no moviera
un dedo
y no se estremeciera.
Glicinas
Es la primera vez que abren sus ojos
a la canción que, cuanto más se entona,
más requiere la garganta vacía
de la vieja canción.
Abren sus ojos, toman la mañana
sin el artificio que la memoria
suele edificar en la comisura
de los párpados.
Más azules que el recuerdo añorado
desde el desierto de los labios tristes
abren sus ojos
a la música que no encuentra indicios
de otra canción en ruinas,
y como si nunca hubiesen existido
-mayo con sus abejas seducidas
por el confitado y garzo latido
de la flor-
una intacta melodía brisea
en la invención del mundo
y una palabra que antes no me dije
me aclara el paladar con el olvido.
Y en este asombro de canción que escucho
un tesoro que nada rememora
abre sus ojos y abre para mí
mi propia floración,
mi única nueva vida.
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