José Rosell Villasevil - SENCILLAMENTE CERVANTES (XL)

El lugar de Esquivias

Nuestro Miguel de Cervantes visitaba el lugar de Esquivias, famoso ya por «sus ilustrísimos vinos», en plena vendimia, a mediados del mes de septimbre de 1584

José Rosell Villasevil

Nuestro Miguel de Cervantes visitaba el lugar de Esquivias, famoso ya por «sus ilustrísimos vinos», en plena vendimia, a mediados del mes de septimbre de 1584, al parecer invitado por Dª Juana Gaitán , la viuda alegre de su gran amigo, el poeta Pedro Láinez, a cuya muerte guardó luto menos de dos meses, ya que antes contraía matrimonio con el noven Diego de Hondaro, a quien doblaba ampliamente la edad.

¿Cuál fue el verdadero motivo de aquél inesperado viaje? En principio, parece que Dª Juana -pieza importate en el entramado existencial de quien había de escribir «El Quijote» - reclama la presencia de Miguel, para que se haga cargo del «Cancionero» inédito que ha dejado su difunto esposo, e inicie el complicado proceso burocrático que era preciso para la publicación de un libro en la época.

Muy bien; la ilustre anfitriona lo agasaja con cariño y esmerada hospitalidad, en el caserón laborioso de sus tíos, los agricultores bien acomodados Pedro de Villafuerte e Isabel de Sosa que, al no tener hijos, teníanla a ella por legítima y muy amada heredera. La firma de un poder ante el escribano Ortega Rosa , para que Miguel realice libremente los trámites oportunos, parece convencernos del motivo editorial del desplazamiento, así como de que su primera gestión es ya misión cumplida. Pero no fue así exactamente, porque el «Cancionero» nunca llegaría a publicarse, y la dama mozárabe esquiviana, casamentera por naturaleza, le tenía reservada a su amigo buena sorpresa en forma de la joven hidalguita, a la sazón con 19 años menos que él, o sea, cotejando fechas, con dieciocho hermosos otoños frutales; se trataba de Dª Catalina de Salazar y Palacios, la hija mayor del hijodalgo don Hernando de Salazar Vozmediano , que había fallecido hacía siete meses, y en cuyo testamento lega a su esposa, Dª Catalina Palacios , así como a sus hijos Catalina, Fernando y Francisco, la hacienda consistente en poco más que «cuatro cepas y cuatro yugadas de tierra, y un trapo delante y otro atrás», que, según Sancho, comentaba el pueblo sobre Alonso Quijada, que saltándose las más elementales normas, se había puesto Don y tratamiento de Caballero, «cuando no lo pueden ser los pobres». Eso sí, el documento es un verdadero acto de contrición por parte del manirroto D. Hernando, así como la exhaustiva y sincera relación de deudas, deudores y trapacerías que dejaban la casa en la más precaria de las situaciones.

El sacerdote D. J uan de Palacios , hermano de la afligida viuda, tratará de tomar con suma prudencia el timón de aquélla nave familiar que, prácticamente, andaba a la deriva. Lo cierto es que Miguel y Catalina se enamoran de inmediato, como si la eficiente casamentera les hubiese dado un hechizo, «en un membrillo toledano», cual hiciera la bruja salmantina con Rodaja «Vidriera».

Partió Miguel hacia la Villa y Corte con tanto amor, que un par de meses después, el 12 de diciembre, ya estaban unidos en santo matrimonio.

El «Cancionero» de Láinez, motivo aparente del viaje, no se publicó nunca, como ya dijimos: ¿se consumaría el matrimonio debidamente, cuando sus velaciones no se celebrarían hasta trece meses desués? Esto hace sospechar, que todo el tinglado fue consecuencia del ingenio de las hermanas de Cervantes, en estrecha connivencia con la bien dispuesta señora Gaitán, con el fin de sacarlo del Dédalo mortal de sus ilícitos amores con Ana de Villafranca.

A todo esto, ¿no es extraño que Dª Catalina, con sus frescas 18 primaveras, no anduviese ya comprometida con algún joven del lugar?¿Qué motivó a Dª Juana fijarse en ella para llevar a cabo semejante ardid?¿Resultó ser, acaso, sin saberlo, la mano inexorable del Destino?

Gracias entonces, gran señora; a vuestras celestinescas instancias debemos la existencia del «Señor Don Quijote».

Durante dos años fue vecino de Esquivias Miguel , sin dejar de entrar y salir continuamente, como buen andariego, entre Madrid y Toledo, inclusive Sevilla en misterioso juego financiero con Diego de Hondaro; es igual, Esquivias es la parcela rural, el contacto humano con la gente primaria y sencilla, poseedora inconsciente de todos los saberes y de todas las ciencias. Esquivias, pues, fue el curso ineludible que debía efectuar Cervantes, junto a la gran asignatura de Andalucía inmediato, para encender las candilejas a la «Novela» de todas las novelas. Sin Esquivias , imposible.

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