Jorge Huete, el taekwondista de Albacete con síndrome de Down que ya es cinturón negro

A sus 23 años, compagina el deporte con su trabajo en una cadena de comida rápida

Jorge posa con su cinturón negro Min Andrea Jang

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A Jorge, el segundo de cuatro hermanos, le ha costado mucho esfuerzo lograr su cinturón negro en taekwondo; sobre todo porque ha tenido que hacer muchas flexiones y abdominales, quitarse la barriga «y no ser un gandul», remacha este joven de Albacete , que empezó en el club Jang su andadura en las artes marciales. «A pesar de que allí no iba a estar con sus compañeros de siempre, y que iba a tener que esforzarse mucho, Jorge quiso ir», cuentan sus padres, Soledad y Ricardo .

«Siempre le ha gustado el deporte, pese a haber caído en una familia de artistas más que de deportistas», bromean sus progenitores. Quizá esos gustos parentales los lleva en los genes sin saberlo y le sirvieron a Jorge Huete Carcelén, de 23 años, para posar en la fotografía que abre este reportaje. En ella lleva su flamante cinturón negro anudado a su dobok , el uniforme que se utiliza en las artes marciales coreanas.

«El examen es una prueba muy completa y compleja. Fue muy emocionante descubrir que Jorge había conseguido unas capacidades físicas muy superiores a aquellas con las que comenzó su andadura», expresan sus padres.

«Como cualquier alumno»

Parece como si Jorge, adoptado y con síndrome de Down, se hubiera tatuado a fuego la filosofía del club Jang, donde ingresó en octubre de 2011, con 14 años, y obtuvo el cinturón marrón, el anterior al negro, el 18 de junio de 2016. «No estamos compitiendo con los compañeros ni con otras personas, sino con nosotros mismos, por lo que hay que esforzarse día a día para ir mejorando y poder superarse a uno mismo. Y Jorge ha sido un alumno igual que cualquier otro», explica Min Andrea , del club Jang.

«Es cierto que, a veces, ha necesitado un poco más de tiempo para prepararse los exámenes y para aprender algunas técnicas o poomsaes -reconoce Min-. Pero hemos podido observar, conforme ha ido creciendo y madurando, una paulatina mejora de sus capacidades y habilidades físicas , como la coordinación, el control de su cuerpo, la flexibilidad, la velocidad o la fuerza».

Sus maestros, Jang Chun Kyung primero y ahora Go Young Kwon , exigen a sus alumnos lo mejor de cada uno, pero conocen y tienen en cuenta las diferentes circunstancias de cada persona. «En el caso de Jorge -personaliza Min-, hemos contado con el apoyo sus padres, quienes han creído en él desde el primer momento y han fomentado su autonomía, además de darnos su voto de confianza y su apoyo incondicional».

«El maestro Jang no tuvo ningún reparo en que Jorge fuese un miembro más del club desde el minuto cero. Y nosotros siempre hemos apostado por la inclusión, porque las personas con discapacidad y las que no la tienen son elementos de una misma sociedad. Solo así evitaremos esa ‘compasión’ bienintencionada pero perjudicial con la que solemos tratar a las personas con discapacidad», apuntan sus padres.

Jorge, durante el examen para conseguir el cinturón negro

Llegar a alcanzar el cinturón negro ha tenido dos fases para Jorge. «Desde que comenzó en 2011 a practicar este deporte, no se puede decir que tuviese que atravesar grandes dificultades -reconocen Soledad y Ricardo-. Ahora bien, la cosa fue muy distinta para el paso del cinturón marrón a negro; son palabras mayores. Han tenido que pasar cuatro años para que consiguiera la preparación necesaria para poder ser admitido a examen. Y todo esto se lo tenemos que agradecer a sus maestros, que nos han demostrado que no se regala nada y que todo se consigue con disciplina y compenetración maestro-alumno y compañeros».

Dice Min que Jorge es un chico afable, que se gana el cariño de sus compañeros, que siempre lo apoyan y quieren ayudarlo. Sus padres lo confirman: «El taekwondo tiene mucho de filosofía y de ética, te enseña a competir contra ti mismo para ser cada día mejor persona y compañero: ésta es una de las grandes lecciones que Jorge trae a casa después de cada entrenamiento». Soledad y Ricardo están felices también porque «la inclusión es posible siempre y cuando se crea en ella. Porque, si se quiere, se puede. Hay que vencer miedos, prejuicios y mirar al otro desde la visión de ser humano».

Horarios y rutinas

Jorge juega también al fútbol sala y trabaja en KFC, una cadena de restaurantes de comida rápida, desde febrero de 2019. «En trabajos de orden y limpieza», explica su madre, agradecida al servicio de capacitación de Asprona, una asociación que atiende a personas con discapacidad intelectual o del desarrollo y a sus familias. «Está muy contento con su trabajo porque se siente útil y parte del engranaje del establecimiento; y también porque gana su dinerete, claro».

A Jorge también le gusta irse de cañas y de conciertos, cuando la pandemia lo permita. Su vida ha cambiado mucho en estos dos últimos años y su trabajo ha hecho que empezara «a subir escalones de responsabilidad, de madurez», dicen sus padres. «Se organiza los horarios, porque en el trabajo le cambian mucho los turnos, y a ser más flexible con las rutinas, con lo que abre su mente a los cambios -explican-. Se prepara la comida, porque a veces entra pronto a trabajar y no estamos en casa; y se organiza su uniforme, utiliza la aplicación del teléfono móvil para saber cuándo llega el autobús y a controlar los tiempos para llegar puntual».

Un espejo para el chaval es Pedro Jesús Delgado Moreno , un albaceteño de 52 años, también con síndrome de Down, cinturón negro de kárate y segundo dan. «Su madre, Paquita, siempre nos dio una visión abierta, escuchar a Jorge y permitirle intentar aquello que quisiera; que su discapacidad no fuera un impedimento para ello», agradece Soledad. Y, por los resultados, el chico se aplicó al dedillo la filosofía de Paquita y de sus maestros Jang y Go.

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