Everest, ese paso de cebra
Aceras destartaladas, bordillos como montañas, pasos de peatones inaccesibles... son algunas de las trampas que las personas con movilidad reducida encuentran en Toledo
José se enfrenta a diario a montes como el Everest, la montaña más alta del planeta, con una altitud de 8.848 metros sobre el nivel del mar. Pero la parte infranqueable es solo un puñadito de centímetros, a veces ni tres dedos. Ese macizo no está en la cordillera del Himalaya, sino en Toledo, una de las ciudades mejores posicionadas en accesibilidad en España según un estudio de la consultora Idencity publicado recientemente. Ese obstáculo a veces insuperable no se llama Everest, tiene un nombre menos evocador: paso de peatones.
Lleva 21 años con el culo pegado a una silla de ruedas, eléctrica en su caso. Esa experiencia le permite echar bemoles, atravesar el paso de cebra y alcanzar la otra cara cual de un monte se tratara. Pero, como los montañeros, José debe atacarlo ascendiendo en zig-zag si quiere coronar con éxito esos pocos centímetros. Porque se juega que sus maltrechos huesos acaben sobre el duro asalto, como ya ha visto en otros usuarios, si los reposapiés se clavan en el paso cuando este ya se empina demasiado y no hay tiempo de reacción.
«Subes un poquito la acera, cubres el rebaje y se queda a nivel. Sencillo y económico». Es la solución que propone a un paso de peatones que hay en la confluencia de la avenida de Irlanda y la calle del Reino Unido, en el barrio de Buenavista. Pero no es el único en la ciudad donde el Hospital Nacional de Parapléjicos atiende a pacientes con lesiones medulares desde 1974.
Abismos
Como ese particular Everest de José, hay muchos en la capital de Castilla-La Mancha. Si en la montaña tienes que salvar hendiduras, José se enfrenta a diario con fisuras parecidas, como cuando encara pasos de peatones con las rejillas quitadas. No tienen metros de profundidad, solo unos pocos centímetros que, para gente como él, son abismos. «Hay algunos pasos con rejillas para que circule el agua, pero no las limpian y se atascan, con lo que la solución que toman es quitar la rejilla y dejar el hueco». Se convierten entonces en lugares inexpugnables, si la silla no lleva ruedas todoterreno como la de José.
«Hay que dar un repaso a las calles, pero no solo del Casco como la gente siempre piensa, sino de toda la ciudad», recomienda sin levantar la voz. Porque las aceras son otro territorio comanche para personas con movilidad reducida , vayan también con bastón, muleta o un tercer apoyo similar. «Parece que siempre hay buena voluntad de los políticos porque te escuchan, pero luego no resuelven actuaciones que se pueden realizar con muy poco dinero», recalca José, quien prefiere ir por la calzada cuando la acera es un camino de baches y/o está salpicada de objetos como bancos y/o papeleras.
Estamos en un aparcamiento para personas con discapacidad. «Una vez que bajas del coche, tienes que subir a la acera. Si tienes justo al lado un paso de peatones, perfecto. Sin embargo, no ocurre la mayoría de veces. Pero no solo en Toledo...», explica José. Pone como un ejemplo de buena práctica dos pasos de cebra nuevos, uno en la avenida de Irlanda y otro en la avenida de América. Pero no es lo común.
Las personas en silla de ruedas que conducen y aparcan su vehículo deben jugarse el pellejo por las calzadas, durante varias decenas de metros en muchas ocasiones, para alcanzar una acera. «¿Y por qué no meter los aparcamientos para personas con discapacidad un par de metros, ganando espacio a las aceras en los lugares donde se pueda? A mí no me suena que haya legislación que lo prohíba, y nosotros ganaríamos en seguridad», propone José, que también conoce de cerca otra realidad: el peligro que una persona como él corre en los pueblos, donde las aceras están hechas casi para liliputienses, generalmente.
Cuando cita de soslayo el uso fraudulento de las tarjetas de minusválido —«eso para otro día»—, se incorpora a la conversación su amigo Carlos, Charly para los allegados, que se mueve con una muleta porque sufre el síndrome de Guillain-Barré : una enfermedad del sistema nervioso poco común, pues el sistema inmunitario daña las neuronas y causa debilidad muscular y, a veces, parálisis.
«Un empedrado para ir en burro»
Charly no puede elevar la puntera, por lo que las aceras que tienen baldosas levantadas, alcantarillas que sobresalen o bordillos altos son una trampa para él. «Tengo que ir pensando: ‘Charly, levanta los pies’. Como me distraiga, me puedo caer. Te tropiezas con una facilidad pasmosa cuando hay un pequeño resalte, y por eso pido que se rebajen los bordillos». Él opina que el empedrado del casco viejo es para ir en burro, no para andar. Y en su caso, cuando se adentra por esas angostas calles, se juega su existencia al no haber aceras en zonas como los alrededores del Museo del Greco, con lo que tiene que sortear coches como si fueran miuras.
José sugiere que, en el Casco, sean instalados senderos con granito rugoso con la anchura suficiente para que una silla de ruedas pueda circular. «Un metro sería lo ideal, siempre que el tamaño de la calle lo permitiese, claro; no hay que ser talibán, hay que ser razonable», repite José, que se mueve sobre una silla de 67 centímetros de ancho.
Para los edificios antiguos, propone rampas de quita y pon, con un cartel que se lo anuncie al usuario. En este punto, José hace un silencio para expresar otra reflexión: «¿Cómo locales que eran accesibles ya no lo son cuando cambia el negocio y se realiza una reforma? ¿Por qué no les exigen que siga esa rampa? Yo no les daría licencia de apertura si no son accesibles», concluye. «Que consulten a las asociaciones, como Aspaym, que asesoran gratuitamente», recomienda José. Y aprovecha que el Tajo pasa por Toledo para quejarse de que el Consejo Municipal de Políticas de Discapacidad lleva mucho tiempo sin reunirse.
Aquí coge el testigo David, el padre de Pelayo , un niño con la distrofia muscular Duchenne que tiene en su silla de ruedas eléctrica a su «amiga» inseparable. «Es indignante que en sitios públicos te pongan la excusa de que no se puede hacer la obra porque ‘Patrimonio’ no deja». Y cuenta el caso de un restaurante en el casco histórico con escalones en la entrada: «Nos dijeron que pidieron permiso para hacer la rampa, pero ‘Patrimonio’ no les dejó hacerlo al ser edificio protegido. Hay muchas soluciones y te indigna más aún que se prefiera dar preferencia al patrimonio frente al derecho de las personas».
Aparcamientos con pivotes
David y su esposa, Valle, no lo pasan bien cuando llevan a su hijo por la ciudad e intentan aparcar en zonas reservadas para gente como Pelayo. «No deberían permitir plazas de aparcamiento de la ORA en las áreas con rebajes, porque impide al usuario subir y bajar de la acera, con lo que se incumple la normativa sobre la accesibilidad en Castilla-La Mancha —denuncia el padre del niño—. Como este, hay un montón de artículos que no se cumplen y por eso surgen los problemas habituales, como que haya conductores incívicos que mal aparcan sus vehículos junto a bordillos rebajados, con lo que impiden el paso a la gente con movilidad reducida».
Los aparcamientos para personas con discapacidad son otro caballo de batalla constante. «Además de no cumplir las dimensiones mínimas —relata—, existen en ocasiones plazas que tienen en los alrededores obstáculos como contenedores o pivotes, lo que impide desplegar la rampa del vehículo en el que viaja mi hijo». No se olvida de esos pivotes instalados para evitar que los coches invadan la acera, pero que impiden el paso a personas en silla de ruedas o son un campo de minas para los ciegos. Por no dejar en el olvido esos elementos públicos, por ejemplo telefonillos, que están demasiado altos para que desde una silla de ruedas se pueda pulsar un timbre.
¿Una última reflexión para terminar y no ser pesados? «Si te das cuenta, todos los casos son incumplimientos de la normativa», sentencia David. «Si hay personas que no comparten nuestras reivindicaciones, me gustaría que cogieran una silla de ruedas y se dieran una vuelta», suelta José. «O que cogieran una muleta y le sujetaran un pie», propone Charly malvadamente.
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