Una ciudad con cepos invisibles

Basta una simple caminata con dos ciegos por el casco viejo y la ronda de Buenavista de Toledo para descubrir decenas de obstáculos de dudosa utilidad

Pivote de granito en la entrada a la calle Barrio Rey por la plaza de la Magdalena H. Fraile

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Concluye el Índice de Movilidad Sostenible de las Capitales de Provincia de España (Imsce 2020) que Toledo es una de las ciudades mejor posicionadas en cuanto a accesibilidad. El estudio, elaborado por la consultora Idencity, evalúa el sistema de movilidad de las 52 capitales de provincia españolas.

La publicación de ese índice se difunde unos días después de que dos ciegos, Carlos y José María, recorrieran a pie con ABC dos zonas de la capital de Castilla-La Mancha: el casco viejo y la ronda de Buenavista.

La propuesta es sencilla: eliminar con un puñado de euros obstáculos que los ciegos se encuentran a diario en esos lugares. «Cosas de poca monta que no requieren una gran inversión», resume Carlos, pero sí interés y voluntad para extirparlas de las calles.

Él conoce perfectamente el casco histórico. «¡Qué hace ese pivote en el medio!», exclama unos metros antes de llegar a un enorme poste cilíndrico de granito de dudosa utilidad, que le da la bienvenida siempre que entra en la calle Barrio Rey por la plaza de la Magdalena. «Con buena voluntad todo se puede. En esta misma zona había un escalón en la entrada a la calle desde la plaza de Zocodover que luego quitaron. Esto está muy bien y el casco no ha perdido el encanto porque hayan quitado dos escalones».

Carlos muestra cómo su bastón no detecta un dado de granito en la calle de la Paz H. Fraile

Con Carlos no vamos a caminar demasiado. No es necesario. Hay suficientes ejemplos en pocos metros a nuestro alrededor. Muy cerca, delante de la entrada principal al Museo del Ejército, hay unos dados de granito que a los ciegos les juegan una mala pasada siempre. «Están tan bajos y su tamaño es tan pequeño que el bastón no los detecta», se queja. Aplaude, en cambio, la instalación de un gran banco del mismo material al lado mientras no para de mover su bastón de izquierda a derecha en una zona donde la acera ha desaparecido.

Canalillo en el suelo

Por Zocodover, a poco más de 100 metros, pasan a diario miles de personas, varias de ellas ciegas que usan las paredes de los soportales para orientarse por la falta de una banda-guía en la plaza. «Si desde el paso de peatones del arco de la Sangre se hiciese un canalillo en el suelo, con una ligerísima profundidad —sugiere Carlos—, un ciego podría atravesar la plaza sin ningún problema para llegar a la calle del Comercio». Una hendidura similar a la que hay en la calle de la Paz y que también existe, por ejemplo, en la plaza del Pilar de Ciudad Real.

Concentración de pivotes en la ronda de Buenavista Manuel Moreno

A 400 metros de Zocodover, el bastón tampoco avisa de los alcorques en la plaza de san Vicente, donde la solución es muy sencilla y económica: instalar rejillas. Impedirían que un ciego suba el pie pensando que el bordillo es una acera, pero termine dándose un golpazo con el muro que hay enfrente. «Arreglar esto supone muy poco dinero», zanja Carlos, quien sabe dónde está cada cosa en la plaza porque ha vivido en esa zona.

No llegamos con él hasta la calle de la Carrera, extramuros, pero Carlos alerta desde Zocodover: «Es necesario instalar una barandilla a lo largo de esa subida, enfrente de la muralla, para proteger el desnivel de un metro largo que hay entre las aceras y las fachadas de los edificios».

Calle del General Villalba M. Moreno

Con otro ciego, José María, recorremos la ronda de Buenavista un sábado por la mañana. Mucho menos tráfico de personas y de vehículos. «La plaza de España es como navegar en el vacío, pero aquí no tienes ninguna referencia porque es un espacio abierto», resume.

En un palmo de acera tenemos dos señales de tráfico y una papelera. «Esto ya me lo sé, pero otras personas que vienen por primera vez...». La sede de la delegación de la ONCE en Castilla La Mancha está a un tiro de piedra. Allí trabaja medio centenar de personas, además de los ciegos afiliados que se acercan para hacer actividades o cualquier otra gestión. «¡Y qué pinta ese pivote en mitad de la calle!», se queja José María. «Una ayuda para nosotros sería delimitar la zona de aparcamiento con un pequeño seto o un bordillito para evitar golpes con los vehículos (...) Es fácil de arreglar, otra cosa es que quieran hacerlo», sintetiza. Él no se ha caído nunca desde que vive en esa zona, pero sí sabe de ciegos que se han abierto la cabeza al golpearse sobre todo con las señales del tráfico.

Bosques de bolardos

Aunque la prueba que debe superar un invidente que se precie es bajar o subir por la ronda de Buenavista salvando los bosques de pivotes, señales de tráfico, papeleras y bancos que encuentran en 500 metros, sobre todo en una de las aceras. Podrían ser lisos, pero es un camino de obstáculos. A los pivotes los llaman «capaciegos» por un razón lógica. Están a la altura donde uno se juega la descendencia.

Pero a José María eso ya no le preocupa a su edad. Barre la calle con su bastón y llega a un paso de peatones donde hay un cambio de textura en el suelo. Sin embargo, nada le alerta de que hay un árbol en todo el medio. «El calentamiento global no va a cambiar por quitarlo», ironiza.

Un alcorque sin rejilla, un árbol en medio de la calle y una acera sin una valla de protección M. Moreno

Llegamos a un campo de bolardos, una especie de puesto fronterizo al que le faltan los policías. «¿Hay necesidad de tantos?», se pregunta. «Pues así está toda la ronda, con postes en todas las entradas a garajes para evitar que otros coches aparquen en las aceras».

La verdad es que no se sabe por qué instalaron tantos pivotes cuando seguramente habrá otras soluciones más accesibles y menos costosas. «En Madrid hay bolas gordas que son muy fáciles de detectar porque son más altas y más anchas», recomienda José María, para quien esta ronda es un rali.

«¿Y por qué no se pregunta a quién sabe de esto? Hay técnicos en accesibilidad», protesta. En Toledo existe un Consejo Municipal de Políticas de Discapacidad, donde, quizá, haya llegado alguna fotografía del paso de peatones en zig-zag que existe a la altura de una conocida cervecería. Todo un peligro para un ciego. Otro más.

Y caminamos hasta la calle París, donde en la confluencia con la de Dublín hay escalones que parecen montañas para un invidente o gente con graves problemas visuales. Y en la calle del Duque de Lerma también la falta de una barandilla te puede llevar a la carretera. Un ejemplo más de los desniveles que no están protegidos en esta ciudad, a la que un estudio la sitúa entre las mejores posicionadas en accesibilidad.

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