Día Mundial de la Diabetes

La dulce vida de Lucía

El día a día de esta niña de 6 años ha cambiado desde que el 3 de junio le diagnosticaron diabetes tipo 1

El palito con un corazón azul que Lucía repartió entre sus compañeros Manuel Moreno

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Tiene 6 años y su nombre es Lucía, pero su madre la llama «mi caramelito». El 3 de junio, en la recta final del primer estado de alarma en España por la pandemia, hubo un cortocircuito en su familia. « Ese día debutó en la diabetes, con 5 años », cuenta Laura, la progenitora.

A Caramelito le diagnosticaron diabetes tipo 1. Su pequeño cuerpo no producía insulina. «Fue un shock para nosotros». Laura y su marido, ingenuos, preguntaron a los endocrinos si eso significaba que Lucía no podría comer dulces. «Ahí es cuando te das cuenta de lo que conlleva la diabetes, aunque depende del tipo -reconoce Laura-. La del tipo 2 se controla con una pastilla y una dieta, pero en la 1, que es la que tiene Lucía, el páncreas no funciona, no tiene insulina».

Caramelito había comenzado a tener síntomas en marzo. Ella siempre ha hecho deporte y ha sido «fuertecita», dice su madre. «Pero nos confinaron y, de repente, la niña comenzó a adelgazar, a tener sed, hambre, se ponía nerviosa y se levantaba mucho a hacer pis por la noche».

Cinco veces más de lo normal

En mayo Laura notó muy cansada a su hija y se lo comentó a la pediatra. Una analítica puso a la pequeña camino del hospital Virgen del Salud de Toledo, donde llegó con los niveles de glucosa disparados. Tenía en ayunas cinco veces más de lo normal.

Como se desconocía el tiempo que llevaba con esos registros, Caramelito estuvo tres días en la unidad de cuidados intensivos. «Si tienes un nivel de azúcar muy alto muchos días -explica la madre-, se puede producir una cetoacidosis y esto puede causar daños en los órganos». Para descartarlos, a la hija de Laura le realizaron varios escáneres en la cabeza y en los riñones. Negativo.

Después de tres días en la uci, Caramelito pasó una semana más en una planta del hospital. Durante ese tiempo, a sus padres les explicaron cómo se debía alimentar la niña, cómo y en qué lugar de su menudo cuerpo tendrían que pincharle la insulina a partir de entonces.

Esos diez días en el hospital se le hicieron muy duros a la pequeña . Pero no por las agujas que le pusieron o las pruebas médicas, sino porque no podía estar con su hermano, Rubén, que solo tenía 10 meses. Caramelito no paraba de llorar por teléfono cada vez que su padre, David, hacía por la noche una viodeollamada para que viera al hombrecito de la casa.

Un estuche como éste hay en una nevera del colegio de Lucía por si deben inyectarle la mezcla de manera urgente

«Pero la diabetes no son matemáticas», aclara Laura durante la conversación. «Un día Lucía puede estar muy nerviosa y, aunque haya comido verduras, los nervios le pueden disparar los niveles de glucosa», pone como ejemplo. «O cuando empiece a desarrollarse su cuerpo, que también le afectará», añade.

Por tanto, la enfermedad conlleva algo más que no comer azúcar. A Caramelito le deben pesar los hidratos de carbonos que debe comer cada día y hay que cumplir un estricto horario para inyectarle la insulina: unos minutos antes de desayunar, comer y cenar. «Hay excepciones -puntualiza-. Si en la merienda come un bollito, pues la pincho también».

Laura tenía mucho miedo de que Caramelito fuera al colegio porque la niña no deja de tener seis años. « No es muy consciente aún de lo que tiene ». Y eso que en casa le han contado todo lo relacionado con su enfermedad. Pero sigue teniendo seis primaveras.

El ejemplo de un colegio

Laura y David están encantados, sin embargo, con la respuesta del centro donde estudia su hija, el colegio público de Torrijos dedicado al pícaro Lazarillo de Tormes. « Se lo agradeceré infinitamente al colegio y a su tutora, Marcela -afirma la madre-. Estoy muy tranquila cuando la niña está allí porque sé que actuarán si a Lucía le ocurre cualquier cosa. Tengo mucha confianza en ellos».

En septiembre, el claustro de profesores recibió una charla de miembros de la Asociación de Diabéticos de Toledo (Adito), que les explicaron la enfermedad y cómo afrontarla con Caramelito en clase.

Ella cursa primero de Primaria. Su tutora dice que es alegre y espontánea, aunque le tienen que recordar que se mida la glucosa para que no haga falta ir a una nevera que hay en la sala de los profesores. Allí se guarda un estuche de Glucagen que tiene en su interior un frasco con polvo y una jeringuilla con líquido. Un docente tendrá que hacer la mezcla si Caramelito tiene una pérdida de conciencia por niveles muy bajos de glucosa, y pinchársela inmediatamente. Si no fuera así, su vida correría peligro. « Ojalá nunca tengamos que usarlo », desea Laura.

«Hacemos lo mismo»

Este 14 de noviembre es el Día Mundial de la Diabetes, que está dedicado a la enfermería. Como este viernes no fue lectivo, en la clase de Caramelito adelantaron la celebración al jueves. Los alumnos secundaron la sugerencia de su tutora y vistieron camisetas azules, el color del círculo que simboliza el logotipo de ese señalado día.

En el aula colorearon el emblema y se proyectó una presentación con el programa PowerPoint y un vídeo grabado por Olympia. Esta joven diabética explicó la enfermedad de Caramelito e incidió, sobre todo, en que los diabéticos son personas como los demás , «que pueden hacer las mismas cosas».

Caramelito, por su parte, se llevó un libro sobre su enfermedad, contó su día a día y agradeció a los enfermeros que tanto le ayudaron durante sus diez días en el hospital.

Como colofón, repartió a cada compañero y a los profesores un palito coronado con un corazón azul y el mensaje «Mi vida es muy dulce». Tan dulce como un caramelo llamado Lucía .

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