El peculiar estilo con el que interroga el juez Carretero: «Qué contentos estaban por el contrato, ¿no?»
El magistrado, al frente de la investigación del caso de las mascarillas del Ayuntamiento de Madrid, ha acorralado a Luis Medina y Alberto Luceño con un tono incisivo y desconfiado
El sumario del caso mascarillas refleja la llamada de agradecimiento de Almeida a Medina
Es evidente que el juez Adolfo Carretero, conocido por su expeditivo estilo, duda de las versiones de Luis Medina y Alberto Luceño en el caso de las mascarillas del Ayuntamiento de Madrid. Su tono, agresivo y punzante, y sus preguntas, incisivas e irónicas , han puesto contra las cuerdas a los dos interrogados , visiblemente incómodos durante sus comparecencias ante el magistrado.
«¿Usted se enteró de que los guantes eran una porquería?» , le llegó a espetar Carretero a Medina acerca del deficiente material sanitario que este consiguió para el Ayuntamiento de Madrid durante los peores momentos de la pandemia. «¡Que no valían nada!», exclamaba poco después el jurista, conocido por casos como el del cómico Dani Mateo cuando este se sonó la nariz con la bandera de España en un 'sketch'.
A sus intervenciones, casi siempre con una entonación desconfiada y algo mordaz , hay que sumar decisiones como la de citarles cada dos semanas o haberles retirado el pasaporte . «Si su intención no era lucrarse, ¿a usted le parece normal una comisión del 80% por los guantes, y del 71% por los test?», le dice el magistrado a Luceño. «Qué contentos estaban por el contrato, ¿no?» , le insinúa poco después a propósito de los WhatsApps que se enviaron ambos empresarios, en los que usaban expresiones como «¡pa la saca!» .
El magistrado, sobre las comisiones: «¿A usted le parece normal?»
«¿A usted le parece normal?», le preguntó con un estilo especialmente duro a Medina acerca del alto porcentaje de las comisiones . Los siguientes minutos de interrogatorio no fueron mucho más agradables. El aristócrata apenas encontraba tiempo para responder por las constantes interrupciones de Carretero, de cuyo tono se desprende desconfianza. Medina, incómodo, testifica de pie, se balancea de un lado a otro, se recoloca el pelo y no termina las frases, pues el juez no se lo permite con sus repreguntas.
El papel del primo de Almeida
«¿Conoce usted a Carlos Martínez Almeida ?, le interpela respecto a su relación con el primo del alcalde de Madrid . «De nada», responde con seguridad. «¿Y qué le dice, si no le conoce de nada?», insiste insinuantemente. «¿Que qué le digo si no le conozco de nada?», repite Medina descolocado, antes de pasar a relatar su relación con dicho familiar . Pocos segundos después, vuelve a ser interrumpido. «Que sí, que eso ya me lo ha contado, no me lo repita», le espeta el juez .
«Según usted, Luceño no le ha engañado, pero Luceño ha cobrado cinco millones y usted ha cobrado uno, ¿lo entiende?», le echa en cara, mientras este intentaba responderle sin éxito, ya que el magistrado continuaba hablando e interrupiéndole. El interrogado contestó con que aquello era «normal». «Pues si era tan normal -continuaba Carretero, agravando el tono-, ¿por qué no se lo dijo a la funcionaria del Ayuntamiento?». «Olvídese de Leno», le dice cuando hace referencia a la empresa de Malasia que les suministró el material , «porque al parecer Leno no tiene muchas ganas de participar con nuestra Justicia».
«¡Será normal para usted!», le espeta el juez a Luceño sobre ocultarle la comisión al Ayuntamiento
Con Luceño, la situación es similar. «¿Usted tiene amistad con San Chin Choon?», le pregunta sobre su contacto en China, cuya existencia llegó a ser puesta en duda al principio de la investigación. «Usted, cuando habla con [Elena Collado], ¿le dice el precio real, le habla de las comisiones, o se lo calla?», le cuestiona; y, antes de que pueda responder, repregunta: «¿Por qué se lo oculta?» .
«Yo no tengo que ocultarlo», se defiende Luceño. «Pero bueno, se están pagando precios y resulta que su contrato es uno de los más caro que existen , y todo, a lo mejor, por su comisión. Igual se lo podría haber dicho», continúa. «A nadie le digo la retribución que yo gano»; «O sea, usted le ocultó la comisión», concluye Carretero. «No, no se lo dije, es lo normal»; «¡Será normal para usted!» , le responde cortante el juez.
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