El Pardo no quiere convertirse en «Francolandia»
Los vecinos del barrio no creen que la presencia de los restos de Franco en su cementerio vaya a cambiarles el día a día
Cuatro señoras al sol, unos cuantos señores, latas de cerveza en mano, también al sol. Un poco más allá, una pareja joven desayuna en la terraza de un bar y, al fondo, también en la plaza de El Pardo -que hubo un día en que se llamó «del Caudillo»- un poeta patriótico aficionado intenta hacer negocio con unos versos contra Sánchez, Torra y con un cuadro de Franco . Salvo por este último detalle, todo en este barrio de Madrid fue ayer igual que cualquier otro viernes, pese a que el dictador, que ya pasó largas temporadas en el palacio del lugar, vuelve a ser vecino. Aunque en esta ocasión descansa un poco más a las afueras, concretamente en el cementerio de la colonia de Mingorrubio.
Noticias relacionadas
«Si yo esto lo hago porque intento ganarme unas perrillas, nada más...», reconoce José Antonio, el poeta «amateur» , que expone en la plaza principal de este barrio con apariencia de pueblo una retahíla de poemas, coplillas e incluso algún chotis que no duda en cantar en contra de los desmanes de Puigdemont, Forcadell o cualquiera que amenace la unidad de España . Ahora, con motivo de la exhumación de Franco, también ha puesto el foco en el presidente, dice, pero ni con esas logra vender alguna cuartilla. «No sé yo, creo que me voy a volver a casa», lamenta este particular trovador antes de recoger los bártulos.
![Uno de los poemas y el retrato de Franco que ayer habia en la plaza de El Pardo](https://s2.abcstatics.com/media/espana/2019/10/26/poeta-franco-kK0G--510x349@abc.jpg)
Algún curioso se acercó hasta su improvisado tenderete, colocado en el poyo de una plaza que en fin de semana es un hervidero de gente pero que, a diario, está más bien desangelada. «¡Y que nos dejen así, igual!» , subrayan las cuatro mujeres del tendido sol. En la sombra está Bernardo, que acude al lugar a pasear con «su cuñado», para después tomarse una cervecita. «¿Si me van a subir la cerveza por lo de Franco? Pues no lo sé, espero que no», responde el jubilado, que tiene una opinión clara sobre el regreso del dictador a El Pardo, lugar donde fijó su residencia oficial: «No entiendo por qué lo sacan, igual tienen que dinamitar también los pantanos que hizo».
Bernardo no concreta el lugar donde suele alternar con su cuñado, pero quizá sea el asador de Juan José, quien no cree que la nueva tumba de Franco, pese a añadir un nuevo atractivo a la colección del barrio, vaya a suponer una espectacular subida en los ingresos. «No creo que nos influya. A ver, es cierto que es una novedad, pero aquí no creo que cambie el perfil del cliente», subraya un hostelero que, vaya quien vaya, con la ideología que sea, lo recibirá con los brazos abiertos: « Yo no quiero ofender a nadie y, por eso, quien venga a comer será bien recibido».
El palacio y los coches
Según confirman los hosteleros consultados por este diario, el perfil clásico del cliente es el del famoso «dominguero» que acude a este enclave madrileño para pasar una jornada en torno a una buena mesa. El turista ideológico no se estila, pese a que en El Pardo, una vez consumada la reinhumación de Franco, se dan cita un buen número de restos del franquismo, empezando por el palacio que el dictador utilizó como residencia oficial.
Ahora también está su tumba, que puede convertir el cementerio de Mingorrubio, a las afueras del barrio, en un lugar de peregrinaje para los más afines. Y también hay un museo poco conocido, llamado Sala Histórica de la Guardia Real, en el que, entre otros vehículos utilizados en algún momento por la Corona, se pueden ver otros coches utilizados en su día por Franco .
![Varias señoras sentadas en el poyete de una tranquila plaza de El Pardo](https://s3.abcstatics.com/media/espana/2019/10/26/el-pardo-franco-senoras-kK0G--510x349@abc.jpg)
Pese a ello, muchos vecinos coinciden en el diagnóstico de que quizá en los próximos días, o incluso meses, haya algo más de ambiente del habitual en El Pardo, pero no vaticinan un cambio sustancial en sus rutinas. «Aquí estamos muy bien y no va a pasar nada más» , insisten las cuatro mujeres que pasaban la mañana al sol antes de ir a hacer la compra y comer. «Vendrá algún chupatintas más y algún nostálgico», apostillan las jubiladas, mientras miran de reojo cómo José Antonio, el poeta patrio aficionado, ya casi está listo para volver a casa. «No me hagáis fotos que luego a mi mujer no le gusta nada», se excusa ante este diario, que confiesa leer cada mañana junto a su esposa. «Al lado de casa tenemos la biblioteca y, si me ve en un artículo, como vamos a leer los periódicos juntos, me voy a buscar un problema», reconoce este artista, quien teme que, si su imagen se hace pública, algún intolerante le reconozca por la calle y le busque un problema.
Malos tiempos ayer en El Pardo para este poeta, que se marchó de vacío. Al menos se dejó un verso , que alegró a los curiosos, por el camino. Cómo no, sobre el «nuevo» vecino:
«Al Gobierno se lo cuento,
a Pedro yo se lo digo.
Dejen en paz a los muertos
y ocúpense de los vivos».