El crimen de la Guardia Urbana: el juicio lastra las coartadas de la acusada

Los testigos evidencian los cambios de versión de Rosa Peral sobre la muerte de su exnovio

Un jurado popular conformado por cinco mujeres y cuatro hombres juzga a partir de este lunes en la Audiencia de Barcelona a los guardias urbanos Rosa Peral (d) y Albert López (i), acusados de matar a un compañero EFE

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Rosa Peral no ha hablado todavía. Será en la recta final del juicio cuando se le pidan explicaciones sobre la muerte de Pedro, su exnovio , cuyo cadáver apareció calcinado en el maletero de su propio coche en mayo de 2017. La víctima, igual que ella y que el otro acusado – Albert, amante de Rosa –, eran agentes de la Guardia Urbana de Barcelona. Un triángulo amoroso atrapado en un laberinto «de mentiras, manipulaciones y toxicidad», en definición de Félix Martín , fiscal del caso.

La acusada apenas varió su hierática durante la primera semana de juicio en la Audiencia de Barcelona. Rosa, que trató de guardar con Albert la mayor distancia en el banquillo de los acusados, escuchó casi inmutable cómo una docena de testigos describieron su enrevesado universo sentimental. La toxicidad de ese mundo fue, desde luego, el caldo de cultivo sobre el que se cometió el crimen . Y es que sobre mentiras y manipulaciones pivotan las cuatro versiones que tienen sobre la mesa los miembros del jurado.

El fiscal está convencido de que los dos acusados, amantes, mataron juntos a Pedro, con quien Rosa vivía, para librarse de él. La familia de la víctima también apunta a ambos, con dos argumentos: Rosa no aceptaba que Pedro lo quisiera dejar , y Albert tenía miedo de que el exnovio de Rosa lo incriminase en la muerte de un mantero . Diferente es lo que asegura la defensa de Albert, que alega que solo ayudó a Rosa a ocultar el cadáver, y que si ella mató a Pedro fue porque él la maltrataba . Por último, la versión de Rosa, que dice que los dos hombres se pelearon por ella. Igual que Albert, ella dice que se limitó a colaborar en deshacerse del cuerpo. Cuatro versiones con las bajas pasiones como denominador común.

«Rosa no es una santa, pero les puedo asegurar que no es una asesina», defendió su abogada, Olga Ardediu, en la primera sesión del juicio. Pero a partir de entonces la acusada tuvo que escuchar –y lo hizo casi sin inmutarse– un carrusel de testificales que, sin duda, desgastan sus coartadas . Por ejemplo, la de un agente compañero de Rosa y Albert, que evidenció que, tras el crimen, ella intentó incriminar a varias personas.

La acusada, durante la investigación, aseguró que tenía «miedo» de Albert, y que por eso aceptó ayudarle a quemar el cadáver. Había amenazado, según ella, con herir incluso a sus hijas. Esta versión contrasta con lo que declaró ese agente de la Urbana. Explicó que dos días después de que se descubriera el cadáver calcinado de Pedro, Rosa lo invitó a su mujer y a él a cenar en su casa. También acudió Albert. Durante la velada, el agente dijo «sorprenderse» por la actitud «tranquila y muy normal» de Rosa , pese a que la muerte de su exnovio era tan reciente. Y que trató de incriminar a Rubén.

Otra testifical que perjudica la defensa de Rosa es la de una de sus compañeras de prisión, que aseguró que le había confesado haber drogado a Pedro. Encajaría con lo que según otra testigo dijo una hija menor de la acusada: que aquella noche vio a su madre ensangrentada y a Pedro bajar las escaleras «como un robot». No empezó bien el juicio para Rosa, pero quedan muchas sesiones por delante. En los melodramas por entregas el guion puede gira en cualquier capítulo.

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