El asesino de la niña Laia, condenado a prisión permanente revisable

El juez le impone además siete años de cárcel por agresión sexual y tendrá que indemnizar con 445.000 euros a los padres

Juan Francisco López Ortiz, tras ser detenido por el crimen EFE

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El magistrado presidente, de acuerdo con el veredicto del jurado, ha condenado a Juan Francisco López Ortiz a la pena de prisión permanente revisable por el asesinato de la pequeña Laia, ocurrido en Vilanova i la Geltrú (Barcelona) el 4 de junio de 2018. Le impone además siete años de prisión por el delito de agresión sexual. El autor tendrá que indemnizar con un total de 445.000 euros a los familiares de la víctima, de 13 años.

El Jurado consideró al acusado culpable, por unanimidad, de los delitos por los que se le juzgó: «Los indicios que tuvo en cuenta el Jurado para considerar que el acusado agredió sexualmente a la menor fueron los siguientes: la víctima –cuando fue encontrada en una de las habitaciones de la vivienda del acusado —no llevaba los pantalones puestos», señala el magistrado. Tenía lesiones en la zona genital y llevaba colocada en el cuello una correa de perro , lo que sin duda remite a una idea «bastante obvia de dominación sexual».

A continuación enumera lo que se consideró para estimar que había una muerte dolosa. Laia fue encontrada en el interior del domicilio del acusado y este admitió expresamente haberle causado la muerte. El Jurado llegó al convencimiento de que la menor nunca habría entrado en ese piso cuando bajaba las escaleras desde la casa de sus abuelos y mientras la esperaba su padre en el coche «por su propia voluntad y, mucho menos, lo habría hecho sin el permiso de su morador». Y continúa: la víctima presentaba lesiones causadas con un cuchillo y murió por asfixia , lo que descarta cualquier posibilidad de que la muerte fuera causada por alguna forma de imprudencia o negligencia.  

«En el presente caso, de los múltiples indicios tenidos en cuenta por el Jurado se infiere sin dificultad que el acusado fue el autor de los hechos objeto de enjuiciamiento: agredió sexualmente a la menor y le causó la muerte por asfixia».

Hubo, señala la sentencia, alevosía y ensañamiento: «El Jurado también consideró probada la concurrencia de la agravante de enseñamiento al apreciar que la menor murió por asfixia, pero también presentaba múltiples lesiones producidas por un arma blanca y tenía colocada una correa de perro al cuello, de lo que dedujo que el agresor actuó con crueldad, o casionando a la menor contusiones, erosiones y heridas de arma blanca.

El juicio con jurado popular empezó el pasado 9 de abril en la Audiencia de Barcelona y el veredicto se emitió el pasado 23 de abril. El jurado popular estaba conformado por 5 hombres y 4 mujeres.

La pequeña, de 13 años, se cruzó con el «monstruo» en la escaleras tras despedirse de sus abuelos. Bajaba a la calle, donde la esperaba su padre

Laia medía 152 centímetros y pesaba 37 kilos. Tenía 13 años. Aquel lunes (4-6-2018) se despidió de sus abuelos en el segundo piso del número 26 de la avenida Cubelles. Eran las 18.50 de la tarde. Su padre, Jordi Alsina, la estaba esperando en la calle, unos metros más adelante, tras salir del trabajo. Pero en las escaleras se cruzó el monstruo. Juan Francisco López Ortiz, de 43 años, la acechaba en el primer piso, la casa de sus padres en la que estaba solo. Metió a la niña a empujones con la finalidad de «satisfacer un perverso deseo sexual»; le tapó la boca con la mano para acallar sus gritos y le pasó una correa de perro por el cuello.

Laia, adoptada en China con 14 meses y cinco kilos de peso , no tuvo ninguna posibilidad de defenderse. Ni esperaba el ataque ni tuvo ninguna opción de oponerse a un individuo de esa envergadura y fuerza. Actuó, continúa la Fiscalía, «con la buscada y añadida satisfacción» de causarle «el mayor sufrimiento posible, por lo que además de propinarle una pluralidad de golpes en la cara, mandíbula, cuello, tórax, brazos, cadera, piernas y espalda», se valió también del cuchillo.

El individuo escondió el cuerpo de la criatura detrás de un colchón, pero esa misma tarde la encontraron sus tíos que entraron al piso con una pareja de Mossos d'Esquadra tras sospechar del vecino que decía no haberla visto.

En tratamiento psicológico

Jordi, el padre de la niña, Sonia, su madre y su hermano Guillem aún siguen en tratamiento psicológico.

Ortiz reconoció haber matado a la niña pero alegó que estaba bajo los efectos del alcohol y las drogas . Los forenses del Juzgado no apreciaron que tuviera sus facultades mermadas en el momento de cometer el salvaje crimen.

Aquella tarde en la que Laia iba a reunirse con su padre, que la esperaba en el coche unos metros más adelante, López Ortiz se quedó solo en su casa. Su madre estaba ingresada en estado muy grave (murió esa madrugada) y su padre había ido al hospital a cuidarla. Casi nadie sabía en el barrio que el individuo , cocinero de profesión, había vuelto de China unos días antes por la enfermedad de su madre. Laia probablemente no lo había visto jamás. Nadie podía imaginar que el monstruo la acechaba en la escalera.

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