Andrés Ollero se defiende ante la recusación del «Govern»: «Siento admiración y afecto hacia Cataluña»
Así rebatió el magistrado del TC la acusación de «animadversión» con la que Torra quiso apartarle de los asuntos relacionados con esta comunidad; el Pleno rechazó ayer esta maniobra
«Salvo error u omisión el número de resoluciones del Tribunal he tenido el honor de suscribir supera el millar. Cerca de un centenar de ellas ha tenido por objeto casos co alguna referencia a Cataluña. Solo en sesenta ocasiones he discrepado de la mayoría de mis compañeros, lo que sin duda me ha brindado mayor oportunidad de expresarme individualmente. Únicamente siete de esos casos tenían alguna relación con Cataluña . Podría deberse a la benevolencia de los recusantes que hayan debido esperar hasta al último de ellos para lograr diagnosticar una animadversión manifiesta en mis resoluciones; pero quizá sea más razonable admitir que es mi amor Cataluña lo que les ha hecho tan laborioso llegar a imaginarla».
Así se expresó el magistrado del Tribunal Constitucional Andrés Ollero en las alegaciones que presentó ante sus compañeros para rebatir la recusación formulada por el Govern contra él por suscribir un voto particular en el que aludía al «supremacismo» existente en Cataluña. Fue con motivo de la sentencia que en noviembre pasado avaló la reforma del Código Civil catalán rompiendo en dos al tribunal . Cinco de los doce magistrados acusaron a sus compañeros de ignorar la doctrina adoptada por el propio TC en anteriores resoluciones. «A lo que no me presto -señaló entonces Ollero- es a someterme a supremacismos de quienes se sienten humillados si se les trata como si fueran iguales a los demás (...)». El Pleno del TC dio ayer carpetazo a esta recusación.
En el texto presentado por Ollero, y al que ha tenido acceso ABC, el magistrado no oculta su «profunda sorpresa» por el desconocimiento del denunciante (Torra) acerca del significado de un voto particular. «Se trata de un esfuerzo de transparencia que pretende hacer llegar al lector los argumentos esgrimidos en la deliberación justificativos de mi discrepancia con la mayoría de los magistrados; en ningún caso un género literario dirigido a enviar mensajes a terceros» , aclara. Sus argumentos discrantes iban dirigidos a esa «exigua mayoría» del Tribunal que «decidió romper con una consolidada línea jurisprudencial, sin anunciarlo y sin ofrecer al respecto motivación alguna», insiste el magistrado.
«Mi sorpresa deriva de una doble realidad. No existe, en primer lugar, motivo alguno para que yo pueda almacenar una animadversión a los catalanes o a Cataluña en general. Por el contrario, sí existen muchos que justifican mi admiración y, en algunos casos, el afecto que guardo desde hace años por todo lo catalán», señala Ollero.Recuerda, además, que su formación universitaria transcurrió en la Barcelona de los años sesenta, «en un reconfortante contexto cultural y político» y que fue alumno «de los maestros José Luís Sureda y Octavio Pérez Vitoria en la Facultad de Derecho y de Manuel Sacristán en la de Ciencias Económicas».
El victimismo «ventajoso»
Ollero reconoce que efectivamente aludió al «supremacismo» , «ahora para algunos un término prohibido», y que se atrevió incluso a sugerir una definición. «Lo apliqué -apunta- a quienes se sienten humillados si se les trata como si fueran iguales a los demás. La verdad es que no se me pasó por la cabeza que todos los catalanes pudieran sentirse molestos, teniendo en cuenta la amplia pluralidad de la sociedad catalana, aunque no falte quien se empeñe en negar la condición de catalán de quien no piense como ellos». En cualquier caso, añade, «siempre respetaré la libertad de todos para darse por aludidos cuando les parezca razonable o simplemente les pueda interesar; no en vano el victimismo puede en ciertas circunstancias resultar ventajoso».
El magistrado sostiene que es un «alarde de imaginación» incluir su conducta en alguna de las causas de recusación que la Ley Orgánica del Poder Judicial contempla. «Achacarme enemistad manifiesta con la parte recusante es simplemente un desvarío y, por más que me he devanado los sesos, no llego a adivinar qué interés directo o indirecto se me puede atribuir en el pleito de referencia, tras haber votado como casi la mitad del Tribunal (...)», se pregunta.
A su juicio, «no basta con que las dudas o sospechas sobre su imparcialidad surjan en la mente de quien recusa, sino que es preciso determinar caso a caso si las mismas alcanzan una consistencia tal que permitan afirmar que se hallan objetiva y legítimamente justificadas»; lo cual «no es el caso».
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