Los sindicatos no logran afiliarse al siglo XXI

UGT y CC.OO. apenas han logrado captar como afiliados el 2,6% de los 1,46 millones de asalariados que España ganó de 2016 a 2018

Los expertos aseguran que el nuevo Gobierno PSOE-Unidas Podemos impulsará el papel que estas organizaciones han perdido durante décadas

El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez (i), conversa con los secretarios generales, de UGT, Pepe Álvarez (c), y de CC.OO., Unai Sordo (d) EFE

Daniel Caballero

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La llegada de la democracia a España trajo consigo el sindicalismo. En 1978 surgió el «boom» de estas organizaciones hasta el punto de que el 44,5% de los asalariados se afiliaron, según datos de la OCDE. Nuestro país empezaba a ser otro radicalmente distinto y un nuevo modelo se estaba fraguando. Las cifras se moderaron y se estabilizaron por encima del 15% en los siguientes años. Lo que no podían imaginarse es que ahora, ya en 2020, habrían perdido buena parte de su poder de presión y de negociación a nivel nacional.

En 1992, el 19,8% de los trabajadores por cuenta ajena en España formaba parte de un sindicato, tras un periodo de aumento de miembros de forma sostenida. Entonces, la tendencia se mantuvo durante varios lustros e, incluso, ganaron peso relativo en la crisis económica. Todo se torció de nuevo en términos de porcentaje sobre el total de asalariados en la recuperación. A medida que España crecía y era el motor económico de Europa , los sindicatos perdían importancia. En 2018 apenas sumaban el 13,6% en sus filas. Y es una tendencia repetida en la mayoría de países de nuestro entorno.

En 1975, el 33,3% de los empleados de los países de la OCDE estaban afiliados; hoy el dato es de apenas el 16%. Lo mismo ocurre en Francia, Alemania, Italia, Reino Unido... ninguno de ellos se salva de la sangría de miembros.

Distintas cifras

Los datos de la OCDE son claros. En cuanto a peso relativo la caída es evidente. Unión General de Trabajadores (UGT) y Comisiones Obreras (CC.OO.), en cambio, se agarran a las cifras absolutas . «Han sido unos 10 años de dificultades por las miles de empresas que han desaparecido; por la incertidumbre de la propia crisis; por las políticas neoliberales que han buscado la excusa para hacer recaer sobre los trabajadores el peso de la crisis. Además, hay que añadir la permanente devaluación de derechos de las distintas reformas laborales. Hemos pasado dificultades. Afortunadamente, una vez hemos superado la crisis, los índices de afiliación se han ido recuperando», dice Gonzalo Pino, secretario de Política Sindical de UGT. Mismo diagnóstico realiza Fernando Lezcano, secretario confederal de Organización de CC.OO.: «Desde que el ciclo del empleo se ha recuperado llevamos una recuperación de la afiliación muy relevante. Las altas superan holgadamente a las bajas. El ciclo afiliativo se ha visto afectado fundamentalmente por la crisis económica, que supuso una crisis de empleo, cierre de empresas, más precariedad, temporalidad...».

Yendo al número concreto, tienen razón. UGT ha ganado 12.638 miembros desde el año 2016 al 2018; CC.OO., 25.757 en el mismo periodo . El problema es que la lectura que hacen los sindicatos mayoritarios es la más optimista posible. Entre los dos han ganado más de 38.000 afiliados desde que se empezó a salir de la crisis, sí, pero también hay 1,46 millones de asalariados más. Es decir, apenas han captado el 2,6% de los empleados por cuenta ajena que se han ganado, lo que explica que en términos relativos el peso sindical se haya desplomado en la recuperación hasta el 13,6%.

En 1975, el 33,3% de los empleados de los países de la OCDE estaban afiliados; hoy el dato es de apenas el 16%

Todo ello se enmarca en un panorama más global que nacional que, en el caso de España, cuenta con factores compartidos pero también propios. «Si coges el perfil de los trabajadores y lo comparas con hace 50 años, la diferencia es evidente. Por ejemplo, la participación de la mujer en el mercado laboral ha aumentado significativamente y tienen que adaptarse a esto. Las generaciones jóvenes tienen también otras aspiraciones y una concepción de la sociedad distinta. Es un error pensar que las cosas no evolucionan», afirma Sandalio Gómez, profesor emérito de Relaciones Laborales del IESE y profesor de la Universidad de Navarra. Las circunstancias poblacionales ya no son las mismas. Mientras que en el siglo pasado el peso de la industria era mayor sobre el total de la economía, ahora ésta no termina de remontar, y eso que el objetivo teórico es que suponga el 20% del PIB ya este año; un objetivo imposible de cumplir. La importancia que esto tiene es que la industria, las fábricas, es el terreno natural del sindicalismo y no el sector servicios, que es lo que prima en la actualidad. Asimismo, existe el factor de la falta de adaptación a la nueva economía. «Tienen discursos anacrónicos en según qué temas. No son conscientes de los peligros y los retos de los nuevos trabajos: uberización, plataformas digitales... se oponen a todo pero no dan soluciones», considera Víctor Canalda, abogado y profesor de Derecho Laboral de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC).

«La disminución en la afiliación comenzó mucho antes de la crisis financiera mundial y está vinculada a una variedad de factores. Sin embargo, la crisis económica mundial de 2008 dejó a muchas empresas renegociar los acuerdos salariales y laborales ante condiciones económicas adversas: en algunos países, las reformas de la negociación colectiva han permitido a las empresas dificultades, por un lado, utilizar excepciones y, por otro lado, limitar la extensión de los convenios colectivos (por ejemplo, Portugal, Grecia). Estos cambios se han traducido en un cambio hacia la negociación a nivel de empresa en la mayoría de los países europeos que, combinada con la disminución general a largo plazo en las tasas de afiliación sindical y la creciente individualización de las relaciones laborales, han agregado nuevas presiones sobre los sistemas de negociación colectiva», explica Sandrine Cazes, economista de la OCDE especializada en relaciones laborales.

La imagen, en general, no es buena. No solo en UGT y CC.OO., sino en general. «Los casos de corrupción han hecho daño, como lo que ocurrió en las cajas de ahorros donde estaban presentes los sindicatos. Incluso, tienen una imagen negativa por la poca credibilidad sobre los intereses reales que defienden. Hay quien piensa que son unos vendidos, que no defienden al trabajador, que miran por sí mismos...», explica Canalda. Y no duda en referirse a su enorme carga ideológica como un factor negativo en lo que la sociedad puede pensar de ellos. Próximos a la izquierda, los expertos consultados coinciden en que su cercanía a la política ha hecho estragos también en la afiliación.

Desde los propios UGT y CC.OO. se defienden en cuanto a los casos de corrupción. Entonan el «mea culpa» y aseguran haber asumido ya sus responsabilidades. «Estos años han pasado cosas que, por decirlo de alguna manera, no debían haber pasado. Nuestra imagen habría sido distinta. Ha habido fenómenos de personas que se implicaron en la gestión de las cajas que no han ayudado», comenta Lezcano, de Comisiones. Y Pino, del sindicato «rival», va en la misma línea: «La corrupción ha sido una parte de la historia de los sindicatos, pero una historia que hemos confrontado. Hemos reconocido lo que se ha demostrado y se ha visto que los sindicatos estaban pasando una raya roja. Siempre nos hemos enfrentado a la corrupción, tanto externa como interna».

Nuevo Gobierno

Ahora se abre una nueva etapa en la que estas organizaciones podrían llegar a tocar de nuevo cotas relevantes. Todo gracias al nuevo Gobierno PSOE-Unidas Podemos , más afín a UGT y CC.OO. que lo que podía estar un Ejecutivo de la derecha. «Los sindicatos se enganchan a eso para que les dé fuerza el Gobierno. Le va a dar más opciones, más apoyo... pero tienen que cambiar su realidad. Si no, es pan para hoy y hambre para mañana», afirma Gómez, del IESE. Fuentes empresariales señalan que Sánchez, a través de las medidas que pondrá en marcha, cederá protagonismo a los sindicatos para devolverles el protagonismo perdido durante estas décadas. Tal como la negociación colectiva.

Pese a todo, desde Comisiones Obreras detallan que no se trata de que ellos salgan reforzados con un Gobierno de uno u otro color; su objetivo es mejorar las condiciones de los trabajadores, dicen. «Si las iniciativas van en la línea de recuperar derechos, siempre es positivo. Pero no basta con eso. hay que hacerlo a través de darle el papel que le corresponde a los agentes sociales, no solo sindicatos sino también empresarios. Si las medidas son positivas, redundarán en beneficio de la gente y reforzará el papel de los agentes sociales », sostiene Lezcano.

El reto, en suma, según explican los analistas, está en adaptarse a la nueva realidad del siglo XXI

Se abre un tiempo nuevo en el que el sindicalismo pueda recuperar el terreno perdido. Ardua tarea teniendo en cuenta que su importancia cae con el paso de los años anda su falta de adaptación. Solo hay que ver el poder de convocatoria que tenían antes de la crisis y el que tienen ahora. « Llaman a la huelga y movilizaciones pero con baja repercusión . Ahora lo hacen en momentos muy concretos porque saben que no arrastran grandes masas detrás. Tienen miedo al fracaso», destaca Canalda, de la UOC.

En este sentido, hay trabajadores que cada vez más se enfocan a otro tipo de perfil de sindicato. UGT y CC.OO. siguen siendo mayoritarios, pero se abren paso poco a poco las organizaciones sectoriales, que están más especializadas en según qué gremios, tal como reflejan los expertos. Es el caso, por ejemplo, de CSIF para los funcionarios, con amplia representación.

El reto, en suma, según explican los analistas, está en adaptarse a la nueva realidad del siglo XXI . «En el pasado, algunos sindicatos pueden haber tendido a centrarse principalmente en los empleados estándar. Ahora vemos ejemplos de sindicatos que adaptan sus estrategias y estructuras a un mundo laboral cambiante», detalla Cazes, de la OCDE. No quedarse atrás y renovarse en sus pensamientos y forma de actuar para dejar atrás cualquier vestigio del pasado. Y recuperar la conciencia de clase que los expertos creen que se ha perdido en España al albor del cambio de modelo productivo y las oportunidades que ahora tienen las nuevas generaciones.

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