Una decisión en la India amenaza 40.000 empleos en la industria del acero británica

Tata, incapaz de competir con la oferta china, vende sus plantas en Gran Bretaña y los laboristas piden que se nacionalicen

Fábrica de acero de Tata en Port Talbot REUTERS

LUIS VENTOSO

Bombay estornuda y el Reino Unido es el que se pilla el resfriado. En una parábola perfecta de cómo funciona la economía globalizada, la decisión de Tata de vender sus ruinosas plantas de acero británicas , tomada en la noche del martes en la India, ha desatado un gran debate humano y político en el Reino Unido, donde peligran 15.000 empleos directos y más de 40.000 si se suman los indirecto s. Los laboristas piden a Cameron que nacionalice la industria del acero como se hizo con la banca. Pero el Gobierno conservador lo descarta e intentará buscar un comprador a la desesperada. El problema de fondo es sencillo: el acero británico no puede competir con los excedentes chinos, simplemente resulta demasiado caro.

La planta de Port Talbot, en la costa del sur de Gales, es la fábrica estelar de Tata Steel Europa. Se trata de una instalación de aspecto anticuado y contaminante, donde trabajan 5.500 personas que hasta ahora consideraban sus vidas estables y resueltas. “Salvemos nuestro acero”, piden las pancartas plantadas frente a la puerta de la factoría. Los informativos televisivos británicos ofrecen una y otra vez testimonios de obreros galeses en unas casas que atestiguan un nivel de vida confortable: “¿Qué vamos a hacer ahora? Esto es el final de nuestra comunidad. El Gobierno debe hacer algo”, demandan cabizbajos. Tata asegura que la planta galesa pierde 1,2 millones de euros cada día que abre sus puertas, no puede con la competencia china, que incluso incurre en el dumping, vendiendo por debajo del precio de mercado para tomar posiciones.

A Cameron la crisis industrial que se ha suscitado lo pilló a pie cambiado. Llegó el miércoles de sus vacaciones en Lanzarote y su ministro de Industria todavía está retornando. Esta mañana de jueves ha convocado a su equipo en una reunión de urgencia. Dice que no descarta “nada” para garantizar que “habrá acero para nuestros barcos y otras industrias vitales del Reino Unido”. Pero reconoce que “no hay garantías de éxito” y recuerda qu e “es una industria en dificultades por el colapso de los precios en todo el mundo ”. El primer ministro ha respondido a los laboristas que “la nacionalización no es la respuesta”. Las esperanzas del Gobierno pasan por encontrar un comprador, al que podrían dar facilidades crediticias. Pero Tata recuerda que lo ha buscado sin éxito durante 18 meses.

En realidad la industria del acero es una parte muy menor de la economía británica , volcada en los servicios y la banca. Solo supone el 1% de las manufacturas del país y el 1% de su PIB. Pero el golpe a nivel humano es tremendo, porque las plantas de Tata se encuentran en Gales y en el Norte de Inglaterra, zonas rezagadas, golpeadas por el declinar de su antaño pujante fuerza fabril y con muchas ciudades deprimidas.

Los datos son tozudos. Según un cálculo de Eurostat en 2014, una tonelada de acero producida en la UE sale a 897 euros y en China, a 583. Al ralentizarse su economía y la demanda global, los chinos se han encontrado con un problema de sobrecapacidad productiva y lo que están haciendo es vender en el extranjero por debajo del precio de mercado. En 2014, el Reino Unido importó 687.000 toneladas de acero chino, el doble que el año anterior. Aun así, compra mucho más a los países de la UE: 4,7 millones de toneladas.

China es el mayor productor mundial, con 822 millones de toneladas por año. El Reino Unido solo produce 12 millones. El acero británico es más caro porque los precios de la energía son más altos, en parte por los gravámenes contra el cambio climático, y también los impuestos y los costes laborales.

La india Tata se hizo con el acero británico en 2007, cuando compró por 4.300 millones de libras Corus, que era el resultado de la fusión de British Steel con su rival holandesa, acordaba en 1999. Ahora Bombay tira la toalla . No quieren perder más dinero.

La crisis del acero se ha mezclado con el debate del referéndum sobre la UE y con el prestigio militar del Reino Unido. Los euroescépticos sostienen que la solución sería subvencionar a la industria local, pero las normas de la UE lo prohíben. También aseguran que Estados Unidos ha defendido mejor la vigencia de su acero que Europa. Los partidarios de la Unión Europea responden que el Reino Unido se opuso a las propuestas para sancionar a China por su dumping. También se recuerda que el ministro de Economía, George Osborne, ha apostado claramente por cortejar al capital chino y le ha puesto la alfombra roja para que desembarque en el Reino Unido.

Han comenzado también a surgir voces desde el mundo de la defensa que recuerdan que una potencia militar no puede serlo sin una industria del acero para construir desde vehículos a barcos de guerra. “No puedo concebir un gran poder militar sin capacidad de producir acero autóctono”, ha advertido en la BBC Lord West, que fue en su día primer lord del Almirantazgo. El asunto no es menor en un país todavía teñido de nostalgias imperiales, que tiene a gala que poseer la mayor fuerza militar de la UE y ser una potencia atómica.

El pasado año la compañía tailandesa SSI cerró también su planta británica de acero, con la pérdida de 2.200 empleos. Simplemente parece una industria a la que se le ha pasado su hora en Europa. El hecho de que la demanda mundial de acero siga por debajo de los niveles previos a la crisis de 2008 puede darle la puntilla.

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