Moyà, a la izquierda, y el resto del equipo de Nadal felicitan al balear tras ganar este domingo el Roland Garros Reuters

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El tono de la frase, que leído no se percibe, esconde muchas cosas, pero las da a entender: «Es que... Nadie sabe cómo lo ha pasado estos meses». Quien habla para ABC es Carlos Moyà , antes amigo que entrenador , puede que la persona más cercana a Rafael Nadal en este terrible año para olvidar. La foto de hoy, la foto de ese Nadal emocionado en París, es el resultado de un viaje hacia lo desconocido que tuvo al ya campeón de 20 grandes en ascuas, pues la crisis de la pandemia le afectó muchísimo anímicamente y hasta tuvo dudas. Como siempre, como otras tantas veces, se levantó, se puso a trabajar y el resultado es el que ya se sabe: campeón por decimotercera vez de Roland Garros .

«Obviamente, ha sido un año muy atípico, pero para todos. Entran muchos factores: mentales, de adaptación, de sobrellevarlo de la mejor manera posible, de superar los malos momentos... Los ha habido en estos meses, pero teníamos clara cuál era la meta e intentábamos poner eso por encima de todo», relata Moyà, orgulloso de su chico. «Y se ha conseguido, la meta era volver al Rafa de antes, a un Rafa competitivo , disfrutando del tenis...».

Aunque está prohibido dudar de Nadal , algún murmullo hubo porque las cosas no iban bien. De golpe, mientras estaba a punto de estrenarse en Indian Wells , se echó el cierre y el planeta quedó paralizado mientras los informativos bombardeaban con noticias increíbles sobre un virus demoledor. «Ha costado. La gente que no ve el día a día no ha sido consciente de lo que han sido estos meses. No han sido fáciles, pero bueno. Al final, ha tenido una actitud increíble. Se ha podido conseguir con mucho trabajo, el día a día no era fácil. Además de su cabeza y lo que él podía pensar, estaba la situación que ha afectado a todo el mundo», reconoce Moyà .

Ha sido, pues, un proceso en donde el tenis era casi lo de menos para el clan Nadal , más necesario que nunca un gesto o una buena palabra. El tenista, además, es una persona sumamente sensible y l o pasó fatal en los primeros compases de la pandemia , tanto que tuvo que dejar de ver las noticias y de leer los periódicos. « Nos ha tocado hacer de psicólogos a todo el equipo . Los que hemos estado el día a día con él no hemos sido trabajadores, hemos tenido que ser muy amigos. Han sido momentos de incertidumbre, momentos difíciles. No había una rutina, sobre todo al principio del confinamiento. No sabíamos cuándo íbamos a volver, qué torneos se jugaban, cuándo estar preparado... Para un deportista de elite, eso es matador».

Prioridad a la cabeza

Tanto que Nadal , metódico hasta decir basta, perdió alguna costumbre, pero por salud mental. «Dimos total prioridad a la cabeza mientras no tuviéramos el objetivo claro de cuándo íbamos a volver. Eso suponía que si un día no queríamos entrenar no se entrenaba, si un día quería hacerlo 15 minutos se hacían 15 minutos, si había que entrenar dos días a la semana se hacía dos días a la semana... Dosificando, y dándole tiempo para que pudiera hacer todo lo que se pudiera hacer teniendo en cuenta las fechas, pues luego llegó el desconfinamiento por fases. Una vez que supimos el calendario, ya nos adaptamos para estar preparados », confiesa el entrenador.

Y ahí, otro dilema. ¿Se prepara el US Open para luego llegar a Roland Garros justo de gasolina? ¿Aguantará un cuerpo de 34 años y tan castigado semejante paliza? «A ver, es arriesgado jugártelo a un solo torneo en tierra batida y enseguida tener luego Roland Garros. En ese momento creímos que la cabeza de Rafa dictaba eso, que era la mejor opción, y seguimos ese instinto», desvela Moyà para justificar la renuncia a jugar en Nueva York.

Doscientos días después, de Acapulco a Roma , Nadal volvió a las pistas y la expectación fue máxima. «Siempre hay dudas, en los malos momentos especialmente. Pero te abstraes un poco del día a día y desde fuera ves que es Rafa, confías ciegamente en él, en el coraje que tiene, en su valentía , en el que de una manera u otra lo sacara adelante. La verdad es que así ha sido. Esto no viene de un día para otro, vas sumando poco a poco hasta que llega un par de semanas antes del torneo y te dices: “Creo que está por el buen camino, está preparado más allá de que gane o pierda, vuelve a tener el hambre y la ilusión”».

Y llegó París , siempre París, pero tan difícil esta vez. «El más distinto, sin ninguna duda», dice Moyà . «Ves el camino a la final y no lo ha parecido tanto, en pista no ha sido el que más ha sufrido, ni mucho menos. Pero el camino al torneo sí que ha sido el más atípico, irrepetible. Una preparación en donde no había un libro de instrucciones ni una guía, hemos ido un poco a ciegas. Pero para todo el mundo. Con Rafa siempre confías en que va a sacar un conejo de la chistera, aunque en realidad no lo saca: si ves el día a día y todo lo que trabaja, te das cuenta de que todo lo que ha conseguido es merecido». Hay incluso un tono de emoción en estas palabras. «Ya cuando he visto tantas cosas... Damos por hecho muchas cosas, y eso puede ser un problema, pero no las hemos tenido todas en estos meses, todo hay que decirlo».

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