Juegos Paralímpicos
Equipo de Refugiados Paralímpicos: seis vidas para representar a 82 millones
Mandan un mensaje de esperanza tras superar una triple dificultad: afrontar una discapacidad, huir de sus países y clasificarse para unos Juegos
Los Paralímpicos reavivan la llama
Abbas Karimi, dador sin brazos, es la luz afgana en Tokio 2020
Tokio 2020 , como Río 2016, contará con un equipo de deportistas paralímpicos harán de la competición su patria y representarán a los 82 millones de refugiados del planeta, 12 con discapacidad: el piragüista Anas Al Khalifa, el taekwondista Parfait Hakizimana, los atletas Alia Issa y Shahrad Nasajpour y los nadadores Ibrahim Al Hussein y Abbas Karimi.
Ayer, a unas horas de reavivarse la llama de los Juegos, los integrantes de este especial equipo reafirmaron su convicción de que el deporte cambia vidas y ayuda a levantarse cuando todo parece perdido, la casa, la familia, la identidad. «Tienes que adaptarte a un nuevo país, a nuevas circunstancias, y con una discapacidad ; se necesita mucho valor. Y encima, te esfuerzas por llegar a lo más alto del deporte de élite, unos Juegos. No hay mejor definición de coraje», explicó ayer la responsable de este equipo, Ileana Rodríguez, también refugiada (de Cuba a Estados Unidos) y también paralímpica, se quedó sin movilidad en las piernas por una enfermedad diagnosticada en la niñez. Asesora a los integrantes de este equipo que tuvo dos pioneros en Río y que repiten experiencia: Ibrahim Al Hussein y Shahrad Nasajpour. Este último, lanzador de disco, con parálisis cerebral, huyó de Irán en 2016 y encontró refugio en Estados Unidos. «Supe del equipo de refugiados olímpicos para Río y me pregunté ‘¿por qué no también uno de paralímpicos’?». El Comité Paralímpico Internacional no tenía infraestructura suficiente, pero él sabía que no podría competir por su nuevo país al no tener la ciudadanía, así que insistió. «Cada atleta tiene una historia de resiliencia. Cuando eres un refugiado paralímpico esto se hace más duro. La adversidad es la que te hace perseverar durante toda tu vida ». Meses más tarde, viajó a Río. Ahora, en Tokio, como Hussein. «Tengo unos cuantos mensajes para dar a las nuevas generaciones, como el de esperanza», compartió el nadador sirio. Con 32 años y residente en Grecia, afronta estos Juegos con mucho más conocimiento sobre la cita y sobre los problemas de los refugiados. «Podría dejar de comer, pero no podría dejar el deporte. Me gustaría que todos tuvieran una oportunidad con el deporte». Él tuvo la suya porque su padre era entrenador de natación y ser rápido y liviano en el agua le alivió la depresión de convertirse en 2012 en un atleta paralímpico tras perder parte de la pierna derecha al ayudar a un amigo al que había disparado un francotirador. «Cayó al suelo y lloraba. Sabía que me podían disparar a mí también, pero no me hubiera perdonado haberlo dejado morir en la calle. Cuando salí en su ayuda el proyectil de un tanque explotó justo delante . Perdí parte de la pierna derecha y necesité placas en la izquierda, la nariz y el ojo izquierdo». Su amigo, no obstante, también sobrevivió y eso lo ayudó a seguir adelante.
E incluso formar este equipo paralímpico con el que comparte amor por la piscina con Abbas Karimi , afgano de 24 años que nació sin brazos , y con el que se entiende de maravilla aunque ni siquiera hablan el mismo idioma. «Las familias se entienden sin palabras». A golpes se entendía Karimi de niño, que practicó kickboxing para defenderse de quienes lo insultaban porque en Afganistán, alguien con discapacidad no tiene lugar. Pero fue la piscina su oasis, su camino y su futuro, aunque fuera de casa. Con 16 años salió de casa, solo, hacia Irán, con una primera parada en Turquía, cruzando montañas, un infierno, pensando que no sobreviviría. Tras varios años en campos de refugiados, un exentrenador estadounidense se fijó en él y lo ayudó a encontrar un lugar en Estados Unidos y un propósito: «Sé que puedo hacer cosas para cambiar el mundo». El de 82 millones de refugiados. Doce de ellos, con discapacidad.
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