Verdad y autoficción
![Una escena de 'El cuaderno de Pitágoras'](https://s1.abcstatics.com/media/cultura/2022/02/10/EL_CUADERNO_DE_PITAGORAS-ph_Luz_Soria-web-3622-U00445664663AqE-1248x698@abc.jpg)
En estos tiempos de auge de la autoficción en el teatro, Carolina África propone en 'El cuaderno de Pitágoras' un ejercicio de observación: nada nuevo bajo el sol, la escena siempre ha sido un espejo de la sociedad en la que está envuelta. La autora y directora madrileña, una de las voces más sugestivas del panorama teatral actual - a ella se deben las magníficas 'Verano en diciembre' y 'Vientos de Levante'-, ha volcado en esta pieza un trozo de vida, la observada y vivida durante su experiencia como voluntaria en un centro penitenciario.
Carolina África traza un esqueleto: el de un grupo de reclusos que prepara una obra de teatro para ofrecerla, en una única función, a sus familiares. Es una obra en la que los presos lo hacen todo, desde escribir el texto a preparar los decorados y, claro, la interpretan. Durante el proceso de creación se va anotando todo en un mal llamado por los presos 'cuaderno de Pitágoras', que da título a la función. Y va cubriendo este armazón con la carne y la humanidad de otras historias paralelas o tangentes. Su intención es mostrar que detrás de cada recluso hay un ser humano con unas circunstancias determinadas y con una historia que conviene no olvidar.
'El cuaderno de pitágoras' es al tiempo teatro social y teatro costumbrista. Es un teatro que huye de los grandes discursos, de los púlpitos políticos y sociales, de los mítines grandilocuentes y de las denuncias. Es un teatro compasivo, algo que es muy de agradecer en estos tiempos egoístas. Carolina África denuncia (en su acepción de «Avisar o dar noticia de algo») y lo hace a través de un grupo de personajes con los que es fácil empatizar porque son de carne y hueso; son cotidianos, sencillos y auténticos (ella misma se ha convertido en un personaje), aunque es cierto que la autora presenta frecuentemente su mejor cara.
La función, que es también un canto de amor al teatro y a su poder curativo, está escrita con simpatía; está llena de humor, de situaciones hilarantes, de diálogos vivos. Funciona mejor en los momentos cómicos y corales que en los monólogos que buscan transmitir emociones. Ésta llega, sobre todo, de la verdad que destilan todos los personajes, envueltos en un espectáculo hermoso (la manera de presentar el mar es una preciosidad) y con un reparto entonado, en el que destacan Nuria Mencía, Manolo Caro y Helena Lanza.
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