DE PUERTAS ADENTRO

Roberto Villalón: el olor, el sabor y el tacto de lo fotográfico

Bienvenidos a este espacio polivalente, un lugar en el que, como bien expresa su dueño «tan pronto se sirven cenas como se hacen fotos». El domicilio del fotógrafo Roberto Villalón en Madrid es su estudio, su vivienda y la redacción de una revista

Villalón, en la cocina de su domicilio, que a veces usa como fondo de sus sesiones fotográficas MAYA BALANYA
Javier Díaz-Guardiola

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Habla como una metralleta. Rápido, de forma meándrica. Pero es una delicia escucharle. Y, hacia el final de la conversación, nos lanza una aclaración a la que uno se queda después dándole vueltas porque puede ser un arranque perfecto para este texto y porque «liga» muy bien con el espíritu de este espacio: «La fotografía es como los olores –sentencia el fotógrafo Roberto Villalón –: tienen poca capacidad para contar cosas, pues es una técnica muy limitada, pero sí que posee una gran capacidad para evocar ». Lo mismito que cuando uno entra en una cocina donde cuece a fuego lento un buen puchero y eso le retrotrae a su infancia, a la casa de los abuelos...

Hablando de cocinas, estamos justo enfrente de la de Villalón. Básicamente, porque el piso, que hace las veces de estudio, es pequeño y esta estancia es prolongación de la pieza del salón , o viceversa: «Cuando la casa es diminuta –explica– lo mejor es ser expansivo. Y por eso las alubias están al lado de los libros . Además, la cocina, aquí, es un habitáculo especial. A mi marido y a mí nos gusta ser buenos anfitriones . Yo soy más de la cocina “rústica”, mientras que él se decanta por la cocina elaborada. Si somos pocos, nos gusta preparar cenas íntimas, en torno a la mesa y con unas velas. Si somos muchos, pues nos distribuímos por donde podemos».

La casa patas arriba

De forma que este salón, que no creo que supere los veinte metros cuadrados, es parte de la vivienda, y es cocina, y es estudio improvisado de este fotógrafo. Pero es que ahora, además y por si nos pareciera poco, es la redacción de una revista web , Clavoardiendo Magazine , que Villalón puso en marcha hace algunos meses y que, de forma natural, ha cambiado sus hábitos y costumbres, mientras ha vuelto a poner de alguna forma la casa patas arriba: «Cuando llegamos a vivir aquí, hará más de doce años, nos planteamos que el espacio tenía que ser lo más manejable posible. Yo soy fotógrafo, de forma que todo debía estar dispuesto para, si se diera el caso, usarlo como estudio, con muebles que pudieran desplazarse». De hecho, en un momento dado, Villalón nos invita a reparar en que, sobre la encimera de la cocina, duerme agazapado un rollo de papel que, desplegado, es uno de los fondos que habitualmente emplean este tipo de profesionales en sus estudios.

Villalón improvisa una sesión fotográfica en el cuarto de estar- M. BALANYA

¿Y en qué trabaja Roberto Villalón ahora, cuando «Clavoardiendo» le deja un hueco?: «Pues estoy desarrollando una serie que se llamará “Aparato”. No me aparto del retrato, que también reivindico porque creo que se va perdiendo, pero mis modelos son gente que usa «brackets» y a los que pido que sonrían con ellos a la cámara. En el fondo, es de nuevo una forma humorística de reparar en el artificio que es toda fotografía y, de una manera sutil, de regresar a sus orígenes, «cuando, para hacerse un retrato, los tiempos de exposición eran tan largos que a la gente se le ponía un aparato en la cabeza para que no se moviera». A este trabajo se une un segundo que ronda al artista por la cabeza sobre la «literalidad» de las imágenes y lo que el espectador realmente ve de lo que le propone un fotógrafo. Volvemos pues a la evocación, a las sensaciones, a los olores...

¿Se ve mucho tiempo en este espacio?, preguntamos antes de marcharnos. «A medio plazo, sí», contesta Villalón. «Muy bien le tendría que ir a la revista, mucha publicidad tendría que entrar para que nos replanteáramos la necesidad de una redacción más grande. Pero crecer por crecer no tiene sentido. Hay que mantener el espíritu pionero. Este es un espacio polivalente en el que se hacen fotos, se habla de foto y se sirven cenas». Como no nos vayamos pronto, se solaparán los tiempos y nuestro trabajo se convertirá en parte de una de esas veladas. Seguro que al fotógrafo no le habría importado.

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