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Lord Byron, John Keats y Percy Shelley: cartas de amor a quemarropa

Gonzalo Torné selecciona en «El mundo roto» la correspondencia de los tres poetas románticos más singulares de la literatura inglesa de principios del siglo XIX

Lord Byron murió con 36 años a causa de un ataque epiléptico mal tratado
Jaime G. Mora

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Entregado a ese estilo de vida inmoral y placentero que lo obligaba a sacar provecho de cada segundo, convencido de que no viviría muchos años más y de que el carpe diem no era suficiente, para Lord Byron solo existía el ahora: «A menudo intento arrepentirme de las cosas que he hecho, pero siempre me duelen más las que he dejado de hacer». Cuando escribió estas líneas tenía 31 años y le faltaban cinco para morir a causa de un ataque epiléptico mal tratado por unos médicos a los que acusó de asesinos.

Ni sus cientos de conquistas –amores adúlteros, incestuosos, indecorosos, idealizados…–, ni los innumerables escándalos protagonizados; nada pareció frenarlo. Solo a veces dejó traslucir la idea de que el tiempo de las ilusiones, después de una existencia no del todo ordenada ni serena, ya había pasado para él. Pura impostura; una y otra vez cayó en las garras de la pasión. Como él mismo resumió, sus placeres y padecimientos se habían vuelto «tan italianos como la ópera».

¿Malditismo? «El malditismo es una invención posterior, una coquetería», señala Gonzalo Torné en la introducción de El mundo roto (Alpha Decay, 2020), el volumen que recoge los epistolarios de los tres poetas románticos más singulares de la literatura inglesa de principios del siglo XIX: Lord Byron, sin duda el de personalidad más arrolladora, John Keats y Percy Shelley . Los tres tuvieron vidas cortas –murieron con 36, 25 y 29 años–, aventureras, y se marcharon de manera trágica cuando su producción literaria alcanzaba las cotas más ambiciosas.

En estas cartas seleccionadas se aprecian las inquietudes y aficiones de estos poetas: las ansias de aventuras y viajes de Byron y Shelley, su desapego por las convenciones sociales, y la angustiosa carrera contra el tiempo del enfermo Keats. A los tres les une la pasión por la vida disoluta, la ambición por legar una obra que les trascendiera y la entrega absoluta hacia el amor, cada uno a su manera.

En las cartas de Byron, la mayoría escritas desde Venecia después de su separación matrimonial, predomina su espíritu libertino. Ante sus amantes –«la suma rondará las doscientas, quizás más, y de varias clases sociales, he perdido la cuenta»– se juzgaba mártir del amor; a sus amistades les confiaba sus correrías: «Quizás hayas escuchado que me he entretenido con diferentes muchachas de reputación dudosa; no te hagas la sorprendida, por favor, ¿qué otra cosa puede esperarse de mí?».

La pasión de Keats tiene como una única destinataria a su querida Fanny Brawne . Son unas pocas cartas angustiadas en las que el poeta se lamenta de que la enfermedad se haya interpuesto entre los dos y va dibujando una atmósfera cada vez más opresiva, por su dificultad para escribir versos dignos de ser publicados y por los celos que lo acorralaban: «No puedo soportar la depredación de la moda, la estupidez del coqueteo y la vacuidad de las fiestas. Debes ser mía y pertenecerme hasta la muerte si me amas».

En el intercambio de cartas de Percy y Mary Shelley él se detiene en sus ambiciones artísticas: su amistad con Lord Byron, sus lecturas o sus proyectos. Será a su muerte, ahogado en el mar tras sorprenderle una tormenta, cuando la autora de Frankenstein naufraga en la desesperanza. «Tuve la fortuna de caer en manos de un hombre superior al resto de los hombres, un espíritu celestial encarnado, que me elevó a insólitas alturas de felicidad, casi inhumanas en su vértigo», escribe, para más tarde dar por concluido su interés por el mundo: «Nada nuevo puede llegar a despertar mi curiosidad».

Pasiones desatadas, amores escandalosos, vidas fugaces; lamentos compungidos, aventuras imprudentes y ambiciones sin par. Todos estos elementos se agitan en una antología de lo más sugestiva para entender qué sentimientos agitaron las plumas de la trinidad del romanticismo inglés.

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