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El premio sorprendió a Coppola leyendo el Quijote

«El destino guía nuestra fortuna de una manera más favorable de lo que hubiéramos esperado», manifestó ayer

El premio sorprendió a Coppola leyendo el Quijote José Ramón Ladra

oti rodríguez marchante

Francis Ford Coppola obruvo ayer el premio Princesa de Asturias de las Artes. Al conocer la noticia, el director de obras maestras como «El Padrino», «Drácula» o «Apocalypse Now» afirmó: «Lo acepto con gratitud, y me doy cuenta de que, casualmente, estaba en mitad de la lectura del Quijote», en una declaración remitida a la Fundación Princesa de Asturias. «El destino guía nuestra fortuna de una manera más favorable de lo que hubiéramos esperado», ha señalado Coppola con una cita de Cervantes, tras conocerse el fallo. Para el jurado, presidido por José Lladó e integrado por Catalina Luca de Tena , el duque de Huéscar y Miguel Zugaza, entre otros, Coppola es merecedor de este premio, porque ocupa «un lugar prominente en la historia del cine» y es un «renovador temático y formal».

No es la fecha que indica su pasaporte, pero Francis Ford Coppola nació el 29 de marzo de 1971, al menos para la Historia del Cine, el día que comenzó a rodar « El Padrino ». Ya había hecho varios guiones y había firmado cuatro películas («Dementia 13», para la factoría de Roger Corman ; «Ya eres un gran chico», entre el efecto Corman y el efecto Godard; «El Valle del Arco iris», un musical raro con Fred Astaire, y «Llueve sobre mi corazón»), ninguna de las cuales, a pesar de los premios y «nominaciones», le servía como aval ni tranquilizaba a los jefazos de la Paramount para encarar la empresa de «El Padrino», pero el joven Coppola ya estaba resuelto a ser algo más que el más voluminoso del nuevo cine de Hollywood que pretendían tipos como Scorsese , De Palma, Friedkin o Bogdanovich , todos ellos impregnados de cierto aire Woodstock.

Forma ya parte de la mitología del cine el modo en que Coppola logró imponer a Al Pacino , «un actor bajito que no impresionaba a nadie», para el papel de Michael Corleone , y sobre todo a esa hidra inimitable llamada Marlon Brando para el personaje del «Don»… Mil veces contada la anécdota de su aparición, con unos kleenex en la boca y chorretones de betún en el pelo, y como se lo coló a Charles Bluhdorn, que no quería a «ese chalado», con un vídeo en su despacho… Así lo cuenta el vitriolo del escritor Peter Biskind: «No. Definitivamente no…, pero se volvió un momento, justo cuando Brando empezaba a encogerse como un globo pinchado, y dijo, ¿a quién estamos viendo?, ¿quién es esta vieja cobaya? Es fantástico».

Y, en fin, ya es historia la cantidad de polémicas que acompañaron la película hasta el puesto más alto del escalafón, como el pulso brutal que mantuvo contra el productor Robert Evans , que creyó que la película era suya y la quería cortita y al pie. Montaje, lanzamiento, estrenos, premios, éxito…, a pesar de lo cual, la mayor polémica la tuvo Coppola consigo mismo, que siempre creyó que «El padrino» fue un error y que le obligó a traicionar su idea del cine…, entonces. Hoy, tal vez, las únicas polémicas que rodean a «El Padrino» son si la segunda parte es aún mejor que la primera y si la tercera parte es un grano o la culminación de una obra maestra.

Coppola es, claro, El Padrino, y ese sentido de «la familia» lo lleva estampado en algo más que su filmografía, pues es el hijo de Carmine Coppola, compositor, director de orquesta y músico coppoliano, y es el padre de Sofia Coppola , directora de cine transversal y mejor actriz de lo que muchos creen, y es el abuelo de Gia Coppola, directora de «Palo Alto», y es el hermano de Talia Shire, tan Coppola como Corleone, e incluso es el tío de Nicolas Cage , el hombre que ha salvado el mundo multitud de veces.

Pero Coppola no es sólo El Padrino y su familia, sino que también ha sido un cineasta empeñado en saltar por encima de sí mismo, lo cual lo ha convertido en las últimas décadas en la perfecta montaña rusa del cine con un sube y baja endemoniado, y con una capacidad casi perfecta para la flotación y el hundimiento. Su gran sello, American Zoetrope, su productora alternativa a los grandes Estudios, ha tenido tantas caídas, tantas risas y llantos, como la tarde de un chiquillo en un parque infantil. Su fortaleza económica y su vigor creativo se enseñaban los dientes, y en proyectos (en realidad, más que realidades) como « Apocalypse Now » o «Corazonada» Francis Ford Coppola acabó demostrándole al mundo algo tan raro como que arruinarse merecía la pena.

«La conversación», «Rebeldes», « La ley de la calle », «Cotton Club», «Tucker», «Jardines de piedra»…, magníficas películas que le permitieron llegar hasta los noventa con la certeza de que su lugar y el de la desarbolada Zoetrope era el del hundimiento sostenible. Coppola siempre un iluminado, incluso para conceptos que estaban por llegar. El tercer «Padrino» y su versión insólita para entonces de « Drácula » le proporcionaron algo de consuelo de taquilla, a cambio, eso sí, de controversias feroces que se irán perdiendo con el polen volandero del tiempo (aún no ha acordado el mundo si su «Drácula» es una lanzada de fidelidad a Stocker o una feroz stockada).

El peso de la púrpura , o de la edad, o el mero cambio de milenio, le sugirieron a Francis Ford Coppola que era ya el momento de afrontar el cine como un recién llegado, con ese espíritu jovial de búsqueda como si se hubiera dejado algo por encontrar. Y ha producido algunas de las películas de su hija, como «Las vírgenes suicidas» o la kitch «Maria Antonieta», y ha escrito, dirigido y producido un par de películas para darse el gustazo de conjugar el verbo experimentar, como «El hombre sin edad» o «Tetro», ésta última protagonizada por Maribel Verdú . Dos películas en las que el creador de «El Padrino» parece dispuesto a purgar los pecados por haberlo hecho y quedar para la Historia por ello, y en las que demuestra el indescriptible poder de quien con una mano puede tocar el cielo mientras que la otra la hunde en el suelo. Momentos de brillantez y singular narrativa hábilmente descompensados con algo parecido al despropósito. Su última película, «Twixt», de 2011, fue un ejemplo perfecto de este inmediato Coppola.

A pesar del premio, vivimos ahora un tiempo en el que podría dudarse de si hacer cine es hacer Arte; ante la duda, hay que decir que este gigantesco cineasta hace también vino, de lo cual, nadie podrá dudar que sí es un Arte. La familia Coppola cultiva viñas en la zona californiana de Napa y produce algunos vinos de prestigio internacional. Váyase, pues, una cosa por la otra.

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