¡Qué me dices cantautor de las narices…!
«No es partidario Neil Young de que el público pueda elegir entre escuchar o no a quienes quiera, incluso a él mismo. No nos reconoce ninguna capacidad intelectual. Antes que nada quiere mandar. De eso se trata»
Que los músicos decidan con quiénes quieren compartir Spotify es la última moda, el último grito, el último 'hit' de la llamada cultura de la cancelación, que ni es cultura ni cancela nada más que la inteligencia colectiva, a ver si nos vamos dando cuenta. Abrió fuego Neil Young exigiendo que se borren sus canciones si no se elimina de la célebre plataforma el podcast de Joe Rogan, a quien considera indigno de permanecer en el mismo escaparate que sus santidades los músicos perfectos que abrazan las causas buenas, según él. No es partidario Young de que el público pueda elegir entre escuchar o no a quienes quiera, incluso a él mismo. No nos reconoce ninguna capacidad intelectual. Antes que nada quiere mandar. De eso se trata.
Young quiere mandar en nuestro gustos musicales y en nuestras opiniones por que sí, seguido por Joni Mitchell, Lloyd Colee y un guitarrista de Springsteen, todos escudados en un compromiso con las buenas causas. Eric Clapton ya está en el punto de mira de algunos santones por cosas parecidas. No es que algunos en el rock hayan perdido el espíritu rebelde, es que han perdido el sentido del ridículo.
Un músico popular que se autolesiona quitando sus canciones de Spotify o del escaparate de cualquier tienda por motivos ideológicos es alguien que no quiere que le escuche todo el mundo ni cuantos más mejor. No quiere crear y lanzar sus propios mensajes para tratar de que lleguen, no, no. ¡Qué va! Quiere censurar mensajes de otros , taparlos porque no le molan. Cancelar, censurar. Es un déspota sin ilustrar, que no quiere que escuches incorrectamente, hombre (o mujer), que no tienes ni idea de lo que sería bueno o malo para ti. Y él sí, fíate. A mí me da igual que me impidan escuchar algo que no iba a escuchar (o sí) o comer el filete que no me iba a comer (o sí). Reivindico mi capacidad para decidir , mi libertad. ¿Será verdad que su compromiso es altruista, que no tiene precio?
Resulta que Spotify ha invertido 500 millones de dólares en podcasts populares, y que el de Rogan es el más popular y pagó 100 millones por sus derechos exclusivos. Y resulta que Spotify es la plataforma que peor paga las descargas de los músicos, según parece (315 escuchas para ganar un dólar, aunque en Youtube necesitas 1.250 escuchas para ganar lo mismo). Es decir que detrás de las causas están los motivos y, entre ellos, los económicos tienen un peso enorme en este caso. ¡Los ideales! ¡No! ¡El mercado! ¿Qué pesa más? Igual había muchos músicos esperando dar un puntapié a Spotify porque se sentían mal pagados y han decidido abrazar la causa más preciosa para dar el salto y salir guapos en la foto tras la patada.
Pero es que la foto es más vieja que Young -que ya es decir-: es la foto de Woody Guthrie con su guitarra panfleto: «This machine kills fascists». ¡Como si fuera la silla-guitarra eléctrica! Por entonces ya daba guitarrazos Pete Townshend (The Who, desde 1964) con muy mala puntería, como es sabido. Y ha llovido mucho desde entonces, sobre todo dólares.
¿Quién es Young ni nadie para decidir lo que escuchas y lo que no? Si se cumpliera su sueño las plataformas se dividirían en causas. En vez de hacernos de Spotify o Deezer o Apple, nos obligarían a registrarnos en la plataforma de música que vaya con la ideología de cada cantante , porque hay tontos que no pueden compartir escaparate. Pagarías por la mañana una plataforma santificada por Young, luego la de los antivacunas a la hora de comer, la anti-Trump con el café, o la pro-Putin en la merienda. La Unesco velaría por la 'musicodiversidad' y serían subvencionadas por los Estados las plataformas menos exitosas. En caso de conflicto internacional todas se alinearían según el origen de sus fuentes de financiación. El activismo no tendría fin. Podríamos cancelar grupos completos, fachas, progres, wagnerianos... Ríete tú de la que se ha montado con la Teta Delacroix para Eurovisión y su donativo de apoyo sindical o con los adoradores de Chanel, la nueva Bellezoncé.
Al final, será mejor que tiremos de nuestros propios clásicos. Mucho más libre cantar con Luis Eduardo Aute, en cualquier plataforma, que con este Young censor. Aquel Aute de: «¡Qué me dices cantautor de las narices, que me cantas con ese aire funeral!»
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