Antonio Onetti: «La situación en la SGAE es difícil, pero no estamos en bancarrota»
El dramaturgo y guionista asume la presidencia de la entidad de gestión en uno de los momentos de mayor crisis de su historia
Antonio Onetti (Sevilla, 1962) no es un recién llegado a la gestión cultural. Ya presidió la Fundación Autor o la Fundación SGAE, además de ser el primer secretario general de la Academia de las Artes Escénicas de España, de la que es miembro fundador. Asume ahora por tanto perfectamente consciente la presidencia de la SGAE -en sustitución de Pilar Jurado-, que afronta uno de los momentos de mayor crisis, económica e institucional, de su centenaria historia. Para empezar, quiere predicar con el ejemplo, y su primera medida ha sido bajarse el sueldo: una muestra de la austeridad que quiere que presida este período que define como «de transición» en la entidad.
—¿Qué lleva a una persona a querer asumir esta «patata caliente» que es la presidencia de la SGAE? ¿O no cree usted que lo sea?
—Las dificultades en las que estamos son indudables, pero bueno... Hasta el jueves yo era el vicepresidente de uno de los cuatro colegios, el segundo en número de miembros en la junta directiva. Y, por lo tanto, uno sabe que la posibilidad de asumir esa responsabilidad existe. No la iba a rehuir. Pero una de las ventajas de esta situación es que nos va a permitir llevar a cabo la transición desde una presidencia ejecutiva, con todos los poderes, como ha ocurrido durante los últimos ocho años, a la presidencia institucional que marcan los estatutos y la directiva europea; es lo que nos piden, entre otras cosas, la Confederación Internacional de Sociedades de Autores y Compositores (Cisac) y el Ministerio de Cultura. En todas las entidades de gestión se emplea esa estructura: la presidencia la ejerce un autor, pero la gestión está profesionalizada y en manos de un equipo técnico. Los autores marcan sus objetivos y vigilan que se cumplan, pero no interfieren en el día a día.
—¿Qué es lo más urgente, lo primero que hará mañana al sentarse (virtualment) en su despacho?
—Ya lo hice el jueves cuando fui elegido: escribir a la Cisac y al Ministerio para informarles del nombramiento y ponerme a su disposición para tener un primer contacto en el que retomar las relaciones y mostrar nuestro absoluto compromiso de cumplir todos los requisitos que se nos han solicitado y poder convocar las elecciones lo antes posible y celebrarlas en octubre. Supongo que Cultura responderá esta próxima semana, pero la Cisac lo hizo inmediatamente y el lunes tendremos con ellos la primera reunión para explicarles nuestros planes y empezar a trabajar. Lo prioritario es superar esta crisis institucional y restablecer la confianza de las entidades internacionalesy del ministerio, que es nuestro órgano tutelar.
—Usted conoce bien la casa desde hace años, ¿es éste uno de sus peores momentos?
—La crisis institucional es bastante grave. Económicamente, estamos inmersos en una de las peores crisis del sector cultural desde que tenemos memoria, y la SGAE es una parte importante de ese tejido cultural a través de sus socios, los creadores y los trabajadores de la cultura. Por eso tenemos que ir de la mano con todas las instituciones culturales públicas y privadas para salir de esta situación cuanto antes.
—¿La SGAE está preparada económicamente para afrontar este momento?
—Nuestra situación no es la más boyante de nuestra historia; hemos tenido dificultades porque determinados usuarios se han retrasado en los pagos y otras circunstancias, pero no estamos en una situación desastrosa ni mucho menos. Vamos, que no estamos en bancarrota, si esa es su pregunta.
—No, no es eso; la SGAE ha sido siempre una entidad sólida...
—... Y lo es.
—Pero se ha hablado de que en los últimos meses ha habido gastos que podrían calificarse, cuando menos, de «innecesarios». De despilfarro incluso. ¿Ha sido así?
—Yo no voy a entrar a criticar ninguna gestión anterior, ni a ningún equipo ni a ninguna presidencia anterior. Lo que tenemos que hacer es mirar hacia adelante. Todos somos humanos y podemos cometer errores. Por supuesto, tenemos que ser autocríticos, pero yo pienso que todo el que se ha enfrentado a esta responsabilidad lo ha hecho con su mejor voluntad. Lo que es cierto es que estamos llevando a cabo un plan de ahorro total porque tenemos que enfrentarnos a esa caída en la recaudación -provocada básicamente por la pandemia- y tendremos que recurrir a todas las herramientas a nuestro alcance, como los créditos que está ofreciendo el Gobierno a través del ICO, u otro tipo de créditos por parte de instituciones privadas... Tendremos que apretarnos el cinturón, sí, pero la SGAE tiene mecanismos, con total seguridad, para solucionar esta crisis económica. Está establecido en los estatutos: si hay una situación de déficit, salta el control de la administración, que no es lo más deseable, y si ahora estamos cobrando de media el quince por ciento por los servicios que la Casa presta a los autores para poderse sostener y mantener la estructura, hay unos mecanismos automáticos que nos harían pasar a cobrar el dieciocho por ciento. Y tal vez con eso se solucionaría. No es lo deseable, insisto, y si tenemos que llegar a esta situación queremos que sea durante el menor tiempo posible. Pero eso significa que la SGAE va a sobrevivir y que tenemos patrimonio suficiente para salir de cualquier situación complicada. Tenemos que transmitir a los socios y a los trabajadores de la Casa un mensaje de absoluta confianza; vamos a buscar entre todos las mejores soluciones para que nadie se quede por el camino y para que el coste para ellos de esta situación sea el mínimo posible.
—Lo más apremiante, lo mismo que para todo el país -tras la salud, naturalmente-, es la situación económica. Pero recomponer las relaciones con Cultura es igual de urgente, imagino.
—Sí, sí, claro. Con el Ministerio y con Cisac, como he dicho antes. Hemos de conseguir que salgan adelante los estatutos que el ochenta y cinco por ciento de los socios aprobó en la última Asamblea, que entren en vigor y alcancemos la normalidad: la que tienen todas las entidades de gestión de nuestro entorno, sometidas a la directiva europea y a la propiedad intelectual. Y que en esa normalidad podamos ir a unas elecciones en octubre, de manera que podamos renovar todos los órganos de gobierno con representación de todos los sectores; porque, como usted sabe, en las anteriores elecciones en esta legislatura hubo algún sector, sobre todo en el terreno editorial y en el de la música, que no quiso presentarse. Nosotros creemos que tienen que estar. Para eso es imprescindible que vayamos a unas nuevas elecciones. También para poder convocar el órgano de supervisión, un órgano nuevo que ya se incluye en los estatutos que tiene que refrendar el Ministerio de Cultura, y que es una exigencia de la directiva europea de la Ley de Propiedad Intelectual. Con los estatutos vigentes no podemos convocar este órgano, porque en ellos no existe.
—¿Cuándo cree que se puede llegar a esa bicefalia entre presidencia y gestión? ¿Hay unos plazos marcados?
—Lo que he hecho desde el minuto 1 ha sido poner en marcha la transición para llegar a que la presidencia de la SGAE sea meramente institucional. Lógicamente, es necesario un «traspaso de poderes» y la creación de un nuevo organigrama, que ha de ser aprobado por el Ministerio de Cultura, que le despoje de todo poder ejecutivo en la teoría y en la práctica; y que sea un director general quien tome las riendas de la gestión. Yo creo que este mes de mayo, si todo va bien, puede ser suficiente para que esto avance.
—Otro de los problemas de la SGAE es su imagen, que lleva arrastrándose desde hace años, y el de la confianza de los socios. ¿Está verdaderamente deteriorada? ¿Cómo se puede recuperar?
—Los socios tienen que ver que retomamos el camino de la paz entre nosotros, que queremos que no haya tanta convulsión política como ha habido en los últimos tiempos. La SGAE se tiene que dedicar exclusivamente a recaudar y repartir, y los socios han de saber que esa es nuestra intención y nuestra voluntad. No es fácil, el discurso de «¡Esta vez sí!» está muy gastado, y a mí no me gustaría caer en ello. La solución no la tengo yo, depende de muchos factores, sobre todo de que trabajemos juntos para recuperar la normalidad.
Noticias relacionadas