Cádiz CF

Cádiz CF: Solo apto para incondicionales

El equipo debe ofrecer y proponer mucho más sobre el terreno de juego, pues todo queda a expensas del albur de la fortuna

Pese a estar justito de mimbres, la afición confía en su artesano para que confeccione el cesto de la permanencia

Conan Ledesma antes de un saque de puerta. FRANCIS J.
Pepe Reyes

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En agrio desconsuelo y honda preocupación quedó sumida la afición cadista tras el partido del pasado domingo. No tanto por la postrera derrota recibida como por el contingente de decepciones ya acumuladas y la triste imagen ofrecida por el equipo. Cuando se juega exclusivamente a intentar que no pase nada, al margen de condenar al aburrimiento al espectador, todo queda a expensas del albur de la fortuna, de que el más inesperado detalle, ya sea despiste, picia, resbalón dé al traste con todo lo planeado.

A veces ese aspecto imprevisible puede sonreír, pero otras, como ocurriera contra el Betis, puede suponer el conducto directo hacia la derrota. Teníamos asumidos que los partidos del Cádiz CF no eran aptos para aficionados neutrales, que sólo podían ser soportados por incondicionales de la causa amarilla, por iniciados en el cerverismo.

Fieles a la máxima de que los resultados son los que mandan, éstos nos llevaron de deambular allende el fúbol profesional a codearnos con lo más granado de la élite, por lo que no cabía la cuestión sobre el método elegido. Incluso las plantillas se configuraron en pos de esa forma básica de concebir el fútbol, que consiste en la fortaleza atrás, renuncia a la circulación de balón y salida rápida al contragolpe.

Concepto que nos ha valido durante años pero que ha evidenciado preocupantes costuras en este desfiladero inquietante en que se ha convertido la segunda vuelta. Reducirlo todo a entregar el esférico al rival, correr detrás de él y perderlo casi de inmediato cuando se recupera, no parece un proceder muy convincente para presentar batalla a grandes conjuntos.

Ha valido en muchas ocasiones pero ahora, cuando la inestabilidad clasificatoria obliga a la obtención de triunfos, el equipo debe ofrecer y proponer mucho más sobre el campo. Salir a no jugar y además perder, no sólo supone la decepción de la derrota sino que conlleva el inevitable desasosiego de ni siquiera haberlo intentado, de la penosa estampa mostrada. Aún justito de mimbres, la afición confía en su artesano para que confeccione el cesto de la permanencia.

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