El Barça tocó el cielo. Se elevó a la cúspide de la Torre Eiffel, a lo más alto del Stade de France, para conquistar la segunda Liga de Campeones de su historia. A los azulgrana les costó tres cuartas partes del partido remontar ante un Arsenal colosal. Los tantos de Etoo y de Belletti hicieron insuficiente el tanto de Campbell en una brillante final lastrada por la pésima actuación de colegiado Terje Hauge. Un instante. Un insignificante segundo. Una acción puntual. Las finales casi siempre eluden los favoritismos para centrarse en los protagonistas. Los jugadores y también la tripleta arbitral. París no fue diferente.