Se acabó. El Cádiz vuelve a Segunda División. No hay lugar ya para más cábalas, más cuentas de la lechera que lo único que hacían era alargar la agonía. Porque, desgraciadamente, este descenso hace tiempo que estaba anunciado. El Cádiz, le pese a quien le pese, vuelve a la división de plata por méritos, o más bien deméritos, propios. Indudablemente pueden buscarse mil y una causas, aunque algunas de ellas están muy claras. Desde el escaso poder económico de un club muy modesto, a la falta de calidad, pasando por los planteamientos ultraconservadores de Víctor Espárrago en demasiados partidos. Incluso la afición, o al menos una parte de ella, pudo y debió ser algo más exigente en determinados momentos. La hinchada cadista ha sido ejemplar durante toda la liga, pero poco exigente. El famoso grito de alcohol, alcohol, hemos venido a emborracharnos el resultado nos da igual es divertido, pero deja entrever cierto pasotismo, que hace que los implicados en la lucha futbolística no se tensionen porque se les perdona todo. En fin, causas y claves para todos los gustos.