«¿Estad seguros que venceremos porque no somos gilipollas ('coglioni')!». De este modo tan gráfico, reincidiendo, por si las moscas, en uno de los epítetos más polémicos de la campaña, Silvio Berlusconi cerró anoche su mitin final en Nápoles, una síntesis bastante acertada de lo que han sido estas semanas. Ayer agitó hasta el último momento el fantasma del ogro comunista que se comerá Italia si vence el centro-izquierda de Romano Prodi, una estrategia de tensión que tuvo sus frutos. Asomado a un balcón al final del acto, un grupo de exaltados llegó a gritar «¿Duce, Duce!», como en los tiempos de Mussolini. Llegado el inquietante clímax de una campaña que 'Il Cavaliere' ha crispado hasta el límite de lo soportable, para 50 millones de italianos sólo queda votar el domingo y también el lunes hasta las tres de la tarde.