Con 'C' de Cádiz
«Puede haber más gracia en la calle, pero porque en el Teatro no ha habido un relevo generacional»
Alejandro Leiva es componente de la chirigota de El Perchero, un trío que comenzó con un sello propio y que se ha consolidado con la misma elegancia con la que ve el Carnaval este gran gaditano y cadista
Alejandro Leiva (Cádiz, 1975) lleva cantando a los gaditanos desde finales del siglo pasado. Comenzó haciéndolo, como cualquier chaval que se precie, formando bulla. Pero al lustro de estar haciéndolo se fue dando cuenta que lo suyo era más personal, más fino, más elegante. Porque, ¿ ... quién ha dicho que el humor esté reñido con la clase? Nadie, pese a que el Carnaval actual muchas veces suene a chabacano, grosero y borde. No es así en el caso de este componente de la chirigota de El Perchero, donde la crítica mordaz siempre corre al servicio del cachondeo.
A pesar de ser letrista de ilegales más que renocidas, Alejandro comenzó con los números estudiando Matemáticas aunque al poco se cambió a Empresariales, momento que compaginó trabajando en la SGAE. Pasó a probar suerte en el sector de las energías renovables, época en la que fue padre de un hijo al que se le diagnosticó un trastorno de espectro autista, hecho que le hizo cambiar de prioridades para trabajar en una empresa de servicios que le permite tener una flexibilidad horaria para atender las necesidades de su crío.
Este apasionado cadista y carnavalero fue buscando desde muy pequeño los rincones de las calles de su ciudad mientras se alejaba de algo que le gusta pero que nunca le llamó, el Teatro. A este chirigotero callejero le gusta conversar, comer y beber bien junto a sus amigos, esos con los que no sólo disfruta un mes al año sino el año entero dándole forma a una obra que será paladeada por sus vecinos y no menos turistas. Y no, no son jartibles. El Carnaval no se lo toman con un deber, pero sí como una obligación para vivir mejor. ¿Y cómo se vive mejor? Riendo.
-¿Cómo llega al Carnaval?
-¿Cómo llego al Carnaval? A ver, a mí siempre me ha gustado mucho, pero me movía en unos ambientes que nada tenían que ver ni con el concurso, ni con la fiesta propiamente dicha. Eso sí, desde muy pequeño mis padres me llevaron a los carruseles y lo típico. Yo era ese niño al que ponían en lo alto de la rueda del tractor para ver mejor los coros y escuchar los tangos. Pero es verdad que mis padres eran muy buenos aficionados y me llevaban por las callecitas de detrás del mercado a ver esas primeras chirigotas callejeras que había.
-Estamos hablando de...
-Eso sería principios de los 80, que había muy pocas, contadas.. Tres si acaso. La de Paco Leal y dos más por así decirlo. Yo me acuerdo de eso, de ver a Paco Leal siempre vestido de mujer y al resto de chirigoteros. Eran muy divertidas. Yo lo flipaba con las callejeras de aquella época. Me acuerdo de haber visto el primer Carnaval chiquito, el del 87. Ya más tarde, con 15 o 16 años, recuerdo a los 'Piconeros galácticos' subiéndose a un banco mientras se repartían unas hojillas con los cuplés nuevos que iban a cantar en ese Carnaval chiquito. De todas esas cosas me acuerdo como si fuera ayer y estamos hablando de principios de los 90.
-Hábleme de esos primeros carnavales chiquitos que vivió como un niño.
-Yo iba con mis padres de la mano, y recuerdo que había cuatro agrupaciones que partieron de San Antonio hacia la escalera de Correos. Una era 'Autopista hacia Benalup', del Gómez, que iba imitando y cachondeándose de la forma de las comparsas de aquella época, muy histriónicas. Llegaron hasta ensayar para presentarse en el Falla y hacerlo en el teatro, pero al final no salieron. Llevaban la pancarta que ponía 'Carnaval chiquito para los más jartibles' . Bueno, pues salían desde San Antonio. Iba la del Gómez, que iba de bombo; otra que iban de boxeadores y una más que no recuerdo. También había una oficial que era la del 'Terror Terrorífico en la Casa del Horror Horroroso' de Villegas y en la que salía el Lobe, la de después de 'Las momias'. Pero esa chirigota me acuerdo que hizo el paseíllo pero no cantó en la escalera de Correos. No sé por qué razón, pero no cantaron. Iban desde San Antonio pasando por la plaza Las Flores con la pancarta y la colocaron en la escalera, donde cantaron una tras otra.
-¿Siempre le gustó más la calle que el Teatro? ¿Incluso de pequeño?
-A ver, también me gustaba el Teatro. Además, éramos la generación que comenzamos a ver las primeras finales televisadas, pero sí es verdad que desde siempre me gustaba esa diferencia que se notaba en las ilegales. Y es que eran muy diferentes porque hacían lo que les daba la gana. Veías como a un metro se lo estaban pasando teta y sin pretensión de nada. Y eso a mí me llamaba poderosamente la atención; me flipaba.
-Ya ha dicho que al Carnaval no le unía ni la familia ni tampoco su entorno. ¿Qué pasa para que se 'eche' a la calle'?
-Pasan dos cosas. Los célebres botellones que se hacían en la Plaza España y La negrita eran nuestro 'facebook' particular, nuestras redes sociales particular. Una vez a la semana ibas con tu grupito de amigos, pero te enterabas perfectamente de lo que había pasado en otros grupos. Allí nos reuníamos 8000 personas, casi toda la juventud de Cádiz, y nos enterábamos de todo lo que había pasado en esa semana. Eran las redes sociales de nuestra época.
-Así era. Visitar el muro de quien fuera era lo más parecido a decir con un amigo 'nos echamos un cubata y nos damos una vuelta'. Y no se volvía hasta la hora o en busca de otro, si no eras invitado por otro botellón ¡Qué noches!
-Exacto. Eran muy divertidas esas quedadas. Y después te ibas a los bares. Pues ahí, justo antes de irnos a los bares, se formaban grupitos que se ponían a cantar carnavales. Era muy típico. Ahí me juntaba con otros que ya no eran mis amigos sino conocidos pero que nos unía el Carnaval. Una vez a la semana quedabas con ellos -sin quedar- y te echabas unos cantes. Y ya entonces decíamos 'uh, mira tú segunda, tú por arribita'. Te la pegabas así de entendío sin tener ni puta idea, claro (risas).
-Jajajaja ¡Sí, sí! Y entiendo que se forja la primera chirigota con la que sale, ¿no?
-Claro, en esos botellones conozco a unos chavales y por mediación de terceros nos ofrecen salir en una chirigota.
-¿Con quién?
-Era la chirigota de Nacho Sacaluga.
-Uff, menuda parafernalia llevaban todos los años. Llamaban más la atención por los buenos tipos que llevaban más que por las letras en sí, dicho esto con todo el cariño de aficionado. jejeje
-Claro, claro, claro... Esa primera chirigota de 1999 en la que salgo se llamaba 'Excursión a Chiclana', que iba representando un entierro. Llevábamos una caja con un muerto y en el estribillo se tiraba al público.
-¿Cuántos eran?
-17.
-Mientras más mejor para esconderse, ¿no?
-Era una chirigota de estas de bulla. Imagina lo que podía haber ahí metido. Me lo pasé muy bien. Hay una anécdota con la Uchi; mo me preguntes cómo pero en el Carnaval chiquito de ese año la caja del muerto la partió la Uchi, que se tiró encima y partió el ataud. La lió, qué cosa más graciosa. Fue uno de esos momentos surrealistas en los que te preguntas '¿qué ha pasado para que la Uchi acabe dentro de la caja del muerto y se la cargue?' Son de esas cosas graciosas que suelen pasar en el Carnaval de la calle.
-La experiencia le resultaría fabulosa porque a partir de ahí ya es un no parar. ¿Era componente raso o ya escribía sus letrillas?
-La experiencia fue la mejor. Además, yo comienzo a escribir gracias a que ese mismo año Manolo 'el largo', que sale con el Selu, era el que iba a escribirla en un principio pero se fue con 'Los Yesterday'. La chirigota era integrada por muchos que estudiaban fuera, por lo que ensayábamos en verano y ya no lo hacíamos más hasta un día antes de salir en Carnaval. Entonces, el primer día de ensayo nos damos cuenta que no tenemos letrista por lo que quedamos, entre todos, en traer alguna letrilla y ya iremos viendo. Total, que llevé un cuplé y gustó. Llevé otro y lo mismo. Vamos, que al final escribí la mayoría de las letras. Eran muy malas, pero bueno, así comencé a aprender. Había dos cuplés buenos y a lo mejor ocho que eran para verlos...
-¿Cómo es la sensación de cantar una letra que cree que va a ser un pelotazo y es ruina y al revés?
-Cada vez acierto menos, antes acertaba más cual iba a ser bueno y cual malo. Pero ahora no acierto nunca. De hecho, los del grupo hacemos una quiniela acerca de qué letra va a pegar más y sale todo al contrario de lo que creemos en un principio. Creo que al final pierdes criterio y perspectiva global mientras estás metido en la elaboración. No eres capaz de discernir.
-¿Cuántos años se pega con la chirigota de Nacho Sacaluga?
-Cinco.
-¿Recuerda su primer pase?
-Síííííí. Sábado de Carnaval, calle Ancha. Cuando los Sábados de Carnaval ya eran... ¡Y en la calle Ancha! Ya no se canta por la noche aunque se está recuperando la tarde y está yendo muy bien. Pero bueno, aquel 1999, la calle estaba hasta arriba de gente y recuerdo que la primera vez que canté me quedé callado al quedarme en blanco. No me acordaba de nada, pero me dio un ataque de risa (jajajaja).
-Bueno, lo mejor es que tenía a 16 detrás para dar la cara, ¿no?
-Sí, sí, menos mal (risas). La primera vez que sales es muy divertido, te salga como te salga. Además a la primera le tienes un cariño especial.
-¿Y los siguientes cuatro años cómo fueron?
-Ya la segunda iba mejor escrita. Íbamos de rocieros con 'Cuánto polvo en el camino'. Es curioso que en esa salimos varios que ahora sacamos chirigotas callejeras. Estaba Joselito, que escribe la chirigota del Ukelele; estaba también Raúl Medina Tamayo, con el que salgo aún en la chirigota.
-¿Fue lo más parecido a una cantera de futuros callejeros?
-Pues sí, porque de ahí salió la del Perchero entero con Javi y Raúl, que era laud del coro de Paco Mora. El tercer año subimos a Raúl Medina Tamayo en un trono con una parihuela para que hiciera de César pues nos llamábamos SPQR ('Sésar, picha, qué ruinazo'). Al año siguiente montamos un autobús con 'Fuera de servicio' y el quinto y último salí con 'Un francés a milquinien', que íbamos de soldados franceses con un guillotina y con la que protagonizamos una polémica muy grande a costa de Rafael Román, presidente de la Diputación por entonces. Era época de campaña electoral y presenció el pase acompañado por Manuel Chaves. Pues bien, en el estribillo subíamos siempre a alguien para guillotinarlo y en ese momento cogimos a Román y claro, 'El País' cogió esa foto y se formó un poco (risas).
-¿Por qué acaba esa etapa con esa chirigota?
-Ese era un grupo de 17 personas e incluso un día antes del Carnaval me llamaban componentes para decirme que iban a incorporar a la chirigota a más amigos que venian para los Carnavales. Y al día siguiente te encontrabas a uno disfrazado con el tipo de la chirigota que ni lo conocías ni por supuesto había ido a ningún ensayo ni nada y 'palante' (risas). A mí me daba igual porque eso era lo que era. Ni me molestaba ni nada, simplemente cuento la anécdota para que se vea como funcionaba esa chirigota y la filosofía que tenía. Pero es verdad que ese año nos dimos cuenta de una cosa que pudo significar el detonante. Y sucedió sin darnos cuenta.
-¿Qué pasó?
-Aquella chirigota era de bulla y como tal cantaba hasta una cierta hora, que era hasta cuando había mucho público. Entonces, solíamos acabar seis nada más y nos empezamos a dar cuenta que esas mismas letras gustaban más y hacían más gracia cuando las cantábamos más flojito, con solo una guitarrita y en calles estrechitas que cuando lo hacíamos a la bulla. Cantábamos sin bombo y caja, más pausados, se marcaba todo mejor. Y nos dijimos '¿qué está pasando aquí?'. Para colmo, cuando éramos seis nos venía gente y nos daban 50 euros por lo bien que lo habían pasado.
-'Home', como decía el Libi, menos para repartir además, ¿no?
-jaja. Claro, claro. Pero el tema quedó ahí. Además, yo seguía siendo muy aficionado al Carnaval callejero y eso hacía que cuando acababa de cantar con mi chirigota yo siguiera escuchando a otras agrupaciones. Me daban las amanecidas. Entonces no se acababa en Macías Rete, se acababa en la parte de Plaza Pinto, Paco Alba, República Dominicana... Ahí solía ser el final de las callejeras aquellos años.
-Y en 2003 comienza un nuevo ciclo.
-Sí. Después de ese Carnaval chiquito esos seis que éramos más afines a un nuevo estilo decidimos salirnos de la chirigota. Pero tampoco fue algo instantáneo la creación del nuevo grupo, sino que a los meses nos reunimos y soltamos lo típico 'quillo, ¿vamos a sacar algo este Carnaval o qué?'
-¿Cómo se crea esa chirigota de El Perchero y por qué esa marca que ya ha quedado para los anales?
-Fue en 2004. Éramos cinco y una guitarra. Ese año íbamos de bailarinas rusas del Bolshói y nos llamamos 'Media ración de bailarinas rusas'. Total, que vimos los partes y nos iba a caer la más grande de lluvia, frío y viento. Iba a ser infernal porque nosotros solo íbamos con un tutú. Dijimos: 'esto no va a ningún lado señores; nos vamos a morir'. Entonces, mi madre trabajaba en esa época en un hotel y nos consiguió unos de esos albornoces enormes que iban a tirar. Le tuvimos que tapar y todo el símbolo de la cadena hotelera para que no se viera (risas). Los albornoces había que verlos; eso sí fuimos de lujo con nuestro batín. Pero teníamos un problema. Pensábamos ir como los boxeadores, es decir, cuando cantábamos nos los quitábamos pero no sabíamos donde dejarlos durante la actuación porque abultaban una barbaridad y las calles en Carnaval son una monería. Fue entonces cuando se nos ocurrió comprar un perchero. Además, nos pegamos el moco en la presentación metiendo en una cuarteta al perchero. No 'vea' el perchero... Lo compramos en un chino al lado de donde ensayábamos. Era de hierro forjado. 35 euros costó porque tengo aún la factura y pesaba 'pa' sus castas. Y desde entonces siempre sacamos el mismo. Lo tuneamos, le cambiábamos varias cositas para cada ocasión. Ya era un objeto fetiche, pero no 'vea' si pesaba. Era una penitencia de Semana Santa.
-¿Por qué comenzaron siendo seis y han acabado siendo tres?
-Todas esas chirigotas fueron muy especiales. Comenzamos con los dos Antonios; Antonio Delfín 'el mojarra', y Antonio Guerrero, que ahora trabaja en Jerez; tenía mucha gracia. Hubo un sexto componente, Juanjo el guitarra, que entró un año, desapareció otro y volvió el siguiente con 'Las vocales'. Estudiaba para ingeniero de caminos en Granada y podía salir poco. Al final, como en todas las relaciones, los años van generando un desgaste y hubo un pequeño problema personal entre dos componentes por lo que nos quedamos los tres que estamos ahora; Javi el guitarra, Raúl y yo. Nos quedamos básicamente el núcleo que componía y escribía.
-¿Qué chirigotas de las muchas que ha sacado más le han marcado?
-Ha habido muchas y muy divertidas. Por supuesto a la primera que sacamos, la de las bailarinas rusas, le tengo un cariño muy especial por ser eso, la primera. Recuerdo otra que íbamos de azafatas de vuelo que se llemaba 'Chicas de compañía', o 'Díseselo con flores' que fue al año siguiente. Esa época fue muy bonita porque después llegó 'Silencio hacerme el fagot' , que fue una chirigota espectacular. Montamos una especie de capilla musical que gustó muchísimo. Al siguiente sacamos 'Semana Cultural Versalles - Viña ', que íbamos de cortesanas francesas. Esos años fueron espectaculares y se pasó muy bien. Otras a las que le tengo muchísimo cariño son 'Las vocales', 'Vacaciones en Roma', o la de 'El Juzgado. Penúltima instancia'. Y cómo no, a esta última de 'Orquesta asintomática de Cádiz', con la que hemos hecho doblete y porque han sido los carnavales de las postpandemia.
-Tienen un sello que les diferencia claramente del resto. ¿Se sienten orgullosos de ello y lo notan en el aficionado? ¿Buscaron ese estilo?
-Sí, sobre todo al principio. Sí que se buscó. Los tres somos tres grandes teóricos del Carnaval callejero desde sus inicios; habíamos escuchado mucho y sabíamos claramente lo que nos gustaba. Queríamos hacer algo bastante fino, elegante. Nuestros primeros pasitos lo dimos en 2005-2006 y teníamos claro qué tipo de chirigota queríamos ser y en contraposición al estilo que había por esa época, donde podía haber un humor más chabacano y en el que se abusaba mucho de borderíos que se metían por meter, sin gracia, algo que ahora creo que se está perdiendo. También queríamos que fuese muy musical. Además, en esa época había mucha chirigota con caja y bombo y sólo recuerdo una chirigota que saliera bajo el mismo formato que nosotros, los de Miguel Brun y Nacho, que han sido 'Los Huesitos', 'Los negacionistas' y este año 'El millonario', que iban de moros. También queríamos que fuera una chirigota que tuviera buena dicción, que se entendiesen bien las letras. Por eso muchas veces se cantaba a un ritmo más lento y que la letra fuera muy importante, es decir, que cada frase intentara decir algo. Todo eso lo teníamos muy claro al principio. Y claro, a principio de los 2000 eso no era muy común. ¿Teníamos un estilo medio propio? Yo creo que sí. Ahora, en cambio, hay muchas más cosas que en esa época.
-Entiendo que las letras son conjuntas. ¿Qué mecanismo tienen para escribir el repertorio? ¿Se reunen cada cierto tiempo o cada uno escribe en su casa y lo lleva al ensayo?
-No, no, no, de eso nada. Nuestro sistema de composición es absolutamente maravilloso y necesario porque si no fuera así no sé yo si saldríamos incluso. A mí el Carnaval no sólo me compensa la semana que dura, a mí me tiene que compensar todo el proceso. Los tres vivimos en Cádiz. Es más, Raúl y yo vivimos en el mismo edificio, aquí en la calle Sorolla. Y Javi vive en el Mentidero. Nosotros quedamos en octubre-noviembre y hacemos lo que llamamos la comida o quedada de las ideas. Y eso consiste en irnos a comer a un buen restaurante, donde haya buenos vinos y mejor comida. La disfrutamos y después nos vamos a una casita familiar que tenemos en la plazoleta Pintor Clemente de Torre, donde se ponen los Brigadas, y que usamos como local de ensayo. Ya allí, nos abrimos un buen wiski o una buena ginebra y hacemos una sobremesa a la que llegamos los tres totalmente en blanco hasta que cogemos un folio en blanco y empezamos a soltar ideas al azar, un 'brainstorming' de libro. No usamos grabadora ni nada parecido porque son muchas horas. A lo mejor empezamos a la cinco de la tarde la sobremesa y podemos acabar a las doce de la noche. Así que todo lo apuntamos y nos hartamos de reír con las tonterías que se nos van ocurriendo. Ya al día siguiente, cogemos el mismo papel y si nos hace la misma gracia eso es bueno. ¿Qué no nos hace gracia? Se tacha. Y todas esas ideas que sobreviven en el papel son los cuplés de ese año.
-Veo que la elaboración de la chirigota constituye un disfrute en sí casi que igual que la celebración del Carnaval. ¿Si fuese por ustedes celebrarían la primera reunión para el siguiente año recién terminado el Carnaval anterior?
-No, eso tampoco. Hay que tener en cuenta que los procesos cansan. Esto no puede ser de continuo porque, como todo, desgasta mucho mentalmente. Por eso preferimos esperar a octubre a vernos por primera vez para hablar del grupo.
-¿Y el tipo? ¿Cómo nace?
-Suele salir en esa misma quedada de ideas. Sobre todo, porque intentamos hacer muchos chistes sobre lo mismo. Pero tampoco tiene porque salir de ahí, sino en quedadas posteriores porque nosotros intentamos quedar para escribir juntos.
-Anda. ¿Y cómo es eso de escribir todo a una?
-Este proceso es un poco más lento pero para nosotros es más efectivo. Porque si yo llevo un cuplé, por muy bueno que sea, allí no se ríe nadie.
-¿Por qué no lo van a entender?
-No, no. Lo entienden. Vamos que si los entendemos, lo que pasa es puede que seamos muy cabrones entre nosotros (risas). Como mucho te dicen o le decimos al que la trae, 'vale, está gracioso' un poco así como cortante. Y luego a lo mejor es un pelotazo en la calle, pero... Sin embargo, si llevas la idea en bruto y la escribimos entre los tres matizando una frase uno, otra grase otro, es cierto que al final queda más rico porque tiene más matices. Es un poquito más lento pero suele ser más gracioso. Y sobre todo, nos lo pasamos mejor.
-¿Cuántas letras suelen llevar en el repertorio?
-Solemos llevar una presentación, tres cancioncitas y unos 20-22 cuplés. No somos ni de popurrí ni de pasodobles.
-El sello de su chirigota es la finura y hay pocos borderíos, pero los hay, como no puede ser de otro modo. ¿Cuántos se ponen de límite?
-Desechamos muchos borderíos. Eso sí, lo más gracioso cuando lo cantamos es que la gente no se lo espera. Y por eso deben ser pocos. En torno a dos en todo el repertorio ya nos estamos pasando. Al fin y al cabo, cuando llevas bastantes de un humor fino y bastante elaborado y de repente sueltas un bastinazo pues la gente se revuelca. Si llevamos más de uno o dos, esa sorpresa se pierde.
-A lo largo de tantos Carnavales imagino que les habrán llovido los contratos. ¿Dónde ha ido la chirigota y qué anécdota recuerda así a bote pronto?
-Uff, a sitios raros hemos ido a unos cuantos. Pero la chirigota ha cantado también en Uruguay, Argentina, en Chile, países a los que fuimos gracias a una murga uruguaya muy famosa allí, la de 'Agárrate Catalina'. Yo no pude ir a Argentina porque me cogió en una época que me era imposible, pero la gira era fantástica porque además íbamos con dos grupos más y con David Medina Tamayo, el hermano de Raúl, que fue cantando solo su showmancero. Cantábamos en pequeñas salitas de teatro y también se hicieron talleres. Actuaron en Buenos Aires, Montevideo, Mendoza, Rosario; cruzaron a Chile por los Andes. Terminaron
ocantando en Viña del Mar. Fue increíble según me dijeron. Y como sitios raros, recuerdo una vez que nos llama un ayuntamiento de Segovia, Valverde del Majano se llamaba. Pues bien, por lo visto en el polígono de ese pueblo es donde están las Destilerias DYC y hay una barbaridad de dinero. Nos llaman para cantar en las fiestas del pueblo en agosto y les pedimos una barbaridad porque no teníamos muchas ganas de ir. Pero nos dicen que sí (risas). Nos colamos allí, en la plaza del pueblo y ante un público de lo más castellano y 'gente de bien y de derechas (jajaja)'. Imagina el choque cultural de aquello. Al concejal de festejos de allí le gustábamos y se la pegó allí con sus paisanos. Y como buen ayuntamiento del PP recuerdo que nos pagaron con billetes de 500 euros. Eso sí, fue todo muy legal porque nosotros siempre facturamos. Pero nos resultó curioso que en vez de pagarnos con una transferencia nos pagasen en 'cash' (risas). Aquello fue todo muy surrealista, la verdad. Allí fuimos con una chirigota que íbamos de obispos .
-Volvamos al presente. ¿Cómo ha pasado estos dos años de pandemia y sin Carnaval?
-De p. madre (risas). Nosotros salimos en el Carnaval de 2020 y después ya vino lo que vino pero no, yo no eché de menos el Carnaval durante la pandemia. El ser humano se adapta al final a todo. Pero es cuando canto por primera vez con esta última chirigota cuando me doy cuenta lo que lo había echado de menos. Porque la chirigota la elaboramos, no con desgana, pero bueno tú sabes, como no había ambiente de Carnaval, ni tampoco un concurso previo que te va metiendo más en ambiente y te va inyectando ese veneno, pues como que si nada... Escribíamos y tal, pero sin las mismas sensaciones o ilusiones de siempre. Pues eso, que la acabamos y tal y nos fuimos el Sábado de Carnaval a las dos de la tarde a la peña Los adoquines de la calle Sagasta, donde hicimos una especie de ensayo general. Fue cantarlo y me dije 'joder, no me he dado cuenta lo mucho que lo echado de menos hasta que no lo he cantado'. Pasamos un día absolutamente maravilloso. Tanto que había gente que hasta nos dijo 'quillo, cuando he escuchado los primeros cuplesitos, que han sido los vuestros, me he puesto hasta a llorar'. Eso hace una idea de las ganas que tenía la gente de escuchar y nosotros de cantar pero sin haberlo sentido plenamente durante dos años de pandemia. Fue increíble.
-¿Cómo se toman que el ayuntamiento decida trasladar el Carnaval de febrero a junio? Ustedes están saliendo en este Carnaval, pero no hay mucho tirón por parte de muchas ilegales. ¿Cómo lo está viviendo?
-Yo es que creo que a mí me la pusieron botando y yo lo he aprovechado. Vamos a ver, hemos tenido dos carnavales. 'Chavales, te la están poniendo botando'. Yo ni voy a entrar en discusiones ni voy a perder un minuto en discutir esto. El Carnaval que te ha quitado la pandemia te lo están dando ahora. A ver, nosotros hemos sacado 23 agrupaciones y estamos disfrutando 24 carnavales. Yo, desde luego, prefiero tomármelo así.
-¿Cómo pasó el de febrero?
-Fantástico. Fue un Carnaval que me recordó a los de los finales de los 90, principio de los 2000. Fue un Carnaval perfecto porque quitaron lo que no me gusta del Carnaval y dejaron exactamente todo lo que me gusta. Lo disfruté como hacía años que no lo disfrutaba porque me quitaron las aglomeraciones de los botellones, me quitaron la movida chunga que trae la carpa, me quitaron los coros (jajaja), y que me perdonen mis buenos amigos coristas (risas).
-Jajajaja. Bueno, ahora le están echando un cable a los coros saliendo a la calle para dar algo más de ambiente a unas calles que han dado mucha pena con tan poco público en el carrusel del primer fin de semana.
-Sí, pero era previsible. No sé qué esperaba la gente. Seguro que este fin de semana va a ser mejor, pero estaba cantado desde que la oposición tumbó el lunes de coros como festivo. Así que la oposición tampoco puede decir nada ahora porque fue ella la que tumbó el festivo.
-Pero bueno, a favor también está que en febrero se estuvo de gran categoría.
-Claro. Fue fenomenal porque tuvimos fiesta ese lunes y el martes por el Día de Andalucía, con lo que tuvimos hasta cuatro días festivos seguidos. Además, no había colegios, hubo muchos recortes de horarios en una ciudad con mucho funcionario. Todo era a favor porque en el Carnaval participa mucho profesorado y ahora sin embargo están en el final de curso. No se le pueden pedir peras al olmo. No se puede pretender que haya mucho público cuando en el carnaval normal se sale por la tarde y se llega a casa hasta la hora en la que uno se engolfe, pero en estas fechas es imposible disfrutar hasta las diez de la noche por las temperaturas. Todo ha empezado a partir de las nueve o diez de la noche y si se trabaja al día siguiente pues ya me dirán.
-¿Nunca ha tenido la idea de salir en el concurso del Falla?
-No rotundo. El teatro tiene otro código que no es el que nosotros hacemos. Y además tiene otras exigencias, no de público, sino tuyas propias. Exigencias como a la hora de ponerte a ensayar, que a nosotros no nos gusta nada. Hay chirigotas que hemos sacado a la calle con ocho ensayos mal contados. Hay veces que cantamos con papeles delante y nos da exactamente igual porque no tienes la responsabilidad que se ha de tener si se va al Falla, donde la gente paga una entrada. El respeto al Falla está ahí, y como tal debes ir bien ensayado, bien cantado y eso tiene sus cuatro meses de ensayo y su dedicación. Nosotros no disponemos de ese tiempo y tampoco nos llama ni la competición ni esa necesidad de egos que se puede ver en algunas agrupaciones oficiales.
-¿Nota en los últimos tiempos cierto recelo en las agrupaciones de concurso hacia las ilegales por eso de que en la calle hay infinitamente más ingenio y humor que en el Falla?
-No creo que haya más ingenio en la calle que en el teatro. Sí que se puede notar quizás un poco en las chirigotas porque las comparsas del concurso son excelentes y también tienen mucho ingenio.
-Sí, sí, pero la gente se ríe más en la calle...
-Bueno, puede haber más gracia en la calle pero porque en el Teatro no ha habido un relevo generacional como si lo pudo haber en los 90, donde hubo unas chirigotas absolutamente maravillosas. Dicho eso, después de esa etapa ha habido una generación que se ha perdido para el Teatro porque decidió irse a la calle. En los 90 hubo un 'boom' de chavales que hacían sus chirigotas para el Falla tras apasionarse de las chirigotas de los 80. Pienso que la siguiente generación después de Vera Luque, que tiene mi edad, ya no había jóvenes escribiendo chirigotas para el concurso porque esa gente o se ha ido a la comparsa o se ha ido a la calle. Y hay muchísima gente que podría escribir muy bien pero decidieron coger otro camino. Un ejemplo claro es Paquito Gómez (el autor de Coristas a la calle, por ejemplo). Yo creo que en los 90 hubiera terminado en el Falla perfectamente, en cambio ahora está escribiendo para la calle. Y no es porque la calle esté de moda sino porque es otra cosa; es más cómoda, es más libre. Se puede hacer lo que te venga en gana ya que no está encorsetada. Los escenarios en un concurso como el Falla te exigen un humor más inmediato, más impactante, no tan... Es muy distinto. Entonces, entre que son humores distintos, entre que también son ambientes diferentes, porque no es lo mismo la tensión del Falla que cantar con una copita, relajado y ante gente que también ha ido a pasárselo bien y no hay ningún afán competitivo. En definitiva, no son comparables. Son complementarios, pero no comparables.
-¿Tiene algún rincón fetiche para cantar?
-Muchos, pero mí me gusta mucho cantar en la calle Armengual. Es verdad que ahora se está masificando mucho pero de siempre hemos cantado mucho en ese sitio. Me gusta mucho la calle Circo, que huele a Carnaval por todos lados. Además, yo he escuchado ahí chirigotas de toda la vida de Dios y encierra muchos recuerdos.
-¿Y a qué hora le gusta más cantar?
-Según la hora que sea vas buscando una calle u otra. Hay calles de a partir de las dos de la mañana como pueden ser Paco Alba o República Dominicana, que son estupendas para la madrugada. Y por la tarde pues la calle Circo, por ejemplo.
-¿Cuándo se dan cuenta de que ya es el último pase?
-Cuando suenan los fuegos artificiales del Domingo de Piñata. No es que dejemos de cantar automáticamente pero intentamos que nos cojan cantando. Me acuerdo que hicimos junto a la chirigota del difunto Jesús Matos una especie de 'bis a bis'. Ellos iban de geishas y nosotros de bailarinas. Fue en la calle Armengual y mientras nos cruzábamos cuplés sonaban los fuegos artificiales. Fue muy divertido. Más de un año hemos conseguido estar cantando los últimos cuplesitos del Carnaval mientras suenan los fuegos.
Ahora Los del Perchero son tres, aunque en este atípico carnaval de junio sólo son dos por la baja de un componente. Este domingo de Piñata andarán sueltos por ahí. Búsquenlos porque merece la pena escucharles cantar. Y hablar, como en esta entrevista.
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